Y sin embargo, nuestra derecha no reniega de sus orígenes. Todavía hoy el PP sigue sin condenar el régimen asesino de FrancoVeía ayer, por cortesía del diario Público, la archiconocida foto de Franco y Hitler dándose la mano en Hendaya, y me dio por pensar que ni el pintor Goya con sus retratos psicológicos había conseguido reflejar la inteligencia o la estupidez de sus presas como este Goya fotógrafo desconocido que acompañaba a los dos dictadores.

Si os fijáis bien, esa sonrisa servil de Franco, que sobrepasa los límites de la pura cortesía, rodeando con sus manos, solícito, la de Hitler, recuerda en cierto modo a aquella foto del año 2001 en la que el ministro de Exteriores, Josep Piqué, recibe a pie de escalerilla a George W. Bush con unas reverencias tan cómicas que cubrieron de rubor todos los televisores del mundo.

Si yo fuera franquista tendría esa foto del franquito y el nazi clavada como una espina, avergonzado de que mi fundador hubiera sobado con pose lacayuna las manos manchadas de sangre de uno de los mayores asesinos en serie de la historia.

Porque los comienzos, como las grandes fortunas, si carecen de ética al menos deben tener su estética. Ya expliqué un día que me alegro de no ser católico aunque sólo sea por no pertenecer a una iglesia fundada por un San Pedro mentiroso y cobarde, que negó a Cristo tres veces para salvar el pellejo.

Y sin embargo, nuestra derecha no reniega de sus orígenes. Todavía hoy el PP sigue sin condenar el régimen asesino de Franco. En A Coruña se opone a que se eliminen de la vía pública los nombres franquistas, y en Granada se niega a retirar una escultura de José Antonio Primo de Rivera, el fascista español más internacional.

Y mientras, hoy, dos asociaciones de extrema derecha consiguen sentar al juez Garzón en el banquillo por haber tenido la ocurrencia de admitir a trámite una querella contra Franco y sus secuaces.

Va a tener razón el PP, vivimos en un régimen de terror.

 

Meditación para hoy:

El subconsciente les traiciona. Ayer los telediarios nos traían la imagen de Soraya S. de Santamaría, comentando “con resignación” y una sonrisa que no le cabía en la boca, que en los países democráticos ocurren estas cosas, que los jueces a veces también tienen que dar explicaciones de sus actos cuando existen dudas sobre su actuación.

Se refería a Garzón, no a De la Rúa. Para morirse de risa, ¿verdad? O sea, fijaté.

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