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El cráneo de García Lorca

Joaquín Pérez Azaústre. Diario de Sevilla, | 19 octubre 2009

Lorca, el poeta, su dignidad y su lustre, su brillo y su memoria, no está donde sus huesos, sino en todos sus libros, en su palabra vivaYO no sé lo que opina Lorca de sus restos, si deben ser llevados y traídos como un baile de huesos sin disfraces, con la máscara rota por su arenal de tiempo. Sé, en cambio, lo que opina Ian Gibson, que de tanto estudiarlo ha llegado a entablar contacto ultraterreno con su ánima rotunda y por eso asegura, en la entrevista de ayer, que Lorca «defendería la búsqueda de sus restos», con lo que Gibson ha interiorizado esa calma astral del personaje, y ahora ya no sólo investiga y publica todos los pormenores del gran poeta granadino, de su luna crispada sobre el mar, sino que además habla con él igual que Bush con Dios. Yo no hablo con Dios ni con García Lorca, y precisamente por eso no puedo saber qué pensaría. Sólo sé que García Lorca era un cráneo privilegiado, como diría su amado Valle-Inclán, y que todo lo que produjo esa cabeza mística olivada nos pertenece a todos. Así, nos pertenece su poesía, su fabulismo plástico andaluz y su cambio metálico en Cuba o Nueva York, ante el oro de Whitman.

Sí, nos pertenece. Nos pertenece Federico García Lorca, nos pertenece la obra del poeta, nos pertenecen todos los pensamientos de ese cráneo que ahora muchos quieren levantar. Pero, ¿y el cráneo? ¿También nos pertenece? ¿Es la memoria histórica ese cráneo? También responde Gibson, en la entrevista de Charo F. Cotta: «La familia debería entender que quienes amamos la obra de Lorca y admiramos al hombre tenemos la necesidad de saber si está ahí». Y eso, ¿por qué? ¿En qué varía la percepción de Lorca, qué tiene que ver con si sabemos o no dónde cayó, dónde fue fusilado aquel agosto? Nunca he necesitado saber dónde están enterrados mis escritores favoritos para poder disfrutar de su lectura, ni creo que la dignidad de Lorca dependa de saber dónde se encuentran sus restos astillados. Gibson, que tan brillantemente investigó después de Agustín Penón, al que nadie recuerda, ha tirado por el amarillismo gay, por esa explotación ya no de la memoria, sino de la gallina que le hace seguir poniendo huevos dorados sobre la actualidad, y con tanto hablar de Lorca se ha olvidado de él: porque Lorca, el poeta, su dignidad y su lustre, su brillo y su memoria, no está donde sus huesos, sino en todos sus libros, en su palabra viva.

El resto, sus huellas bajo tierra, sólo pertenece a la familia. Una familia, la de García Lorca, que como yo defiende el derecho a recuperar los restos de las víctimas: de hecho, lleva décadas dedicada íntegramente no sólo al legado del poeta, sino a todo su tiempo, a esa edad de luz, desde la fundación que tanto tiempo estuvo en la Residencia de Estudiantes. Lorca es de quien lo lea, pero su cráneo no.

http://www.diariodesevilla.es/article/opinion/542565/craneo/garcia/lorca.html