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«El franquismo inculcó un miedo que perdura todavía»

Canarias al Día, | 8 octubre 2009

Pedro Medina Sanabria se ha convertido en uno de los principales impulsores de la recuperación de la memoria histórica en el Archipiélago canarioAyoze García. Las Palmas de Gran Canaria

«Cuando le cuento estas cosas a gente de la Península, me dicen sorprendidos: ‘Pero si allí no hubo guerra’. Y yo les contesto: ¡Claro que hubo guerra, lo que no hubo fue frente!». Tras cuatro años de investigaciones, Pedro Medina Sanabria se ha convertido en uno de los principales impulsores de la recuperación de la memoria histórica en el Archipiélago.

En una conversación mantenida con Canariasaldia.com con motivo de un coloquio sobre este asunto que tuvo lugar este martes a partir de las 20.00 horas en el Centro de la Cultura Popular Canaria de Santa Cruz de Tenerife, Medina Sanabria comenta que «la gran huella del franquismo está presente todavía» en las Islas. A su juicio, la represión de esa época «inoculó el miedo en la gente, hay personas mayores a la que le preguntas y todavía hoy día se quedan asustados».

En el acto de este martes por la tarde participaron el superviviente Ángel Fernández Tijera y Mercedes Hernández Arroyo, hija de un exiliado. Ellos pueden contar sus historias, pero otras muchas permanecen en el olvido, según nos cuenta Pedro. Incluso es difícil llegar a una estimación exacta del número de desaparecidos en Canarias por represalias políticas. «¿Quién sabe dónde estarán enterrados, si muchos fueron a parar al mar?», se pregunta.

Calles y nombres

Este meteorólogo jubilado cuenta que en sus investigaciones se respaldaron las peticiones que han contribuido a que Santa Cruz de Tenerife dejara de ser «una de las ciudades españolas con más nombres franquistas en sus calles». Además, explica que él elaboró la lista final que la Asociación por la Memoria Histórica de Arucas presentó hace dos meses en los juzgados de ese municipio, y que situaba en 500 el número de desaparecidos durante la Guerra Civil en Canarias.

«Una primera lista se entregó al juez Garzón, pero después la causa que estaba centralizada se dividió entre todas las provincias», explica Pedro Medina, al tiempo que admite que existen «problemas» a la hora de hacer estas estimaciones.

En cualquier caso, él insiste en la necesidad de recopilar datos en los archivos, porque «cuando recoges la memoria oral de una persona, puedes pensar que se lo está inventando o que mezcla recuerdos». No queda más remedio, por tanto, que bucear en los archivos, un trabajo que Pedro no duda en calificar de «arduo y tedioso». Eso sí, le ha servido para almacenar en su ordenador «unos 30 gigas de datos».

«La Ley de Memoria Histórica obliga a buscar los documentos», recalca, para sacar adelante las actuaciones de compensación. Entra en juego ahí también el trabajo de las distintas asociaciones de Memoria Histórica que funcionan en Canarias, formadas por «familiares que durante años han recabado documentación con la ayuda de algunos estudios, recuperando la memoria de sus padres, tíos y abuelos».

Cal viva, tierra, granadas

Gracias a la Asociación de Arucas, por ejemplo, se han llevado a cabo excavaciones y «ha quedado comprobado que los franquistas tiraban gente a los pozos y después echaban cal viva, tierra, e incluso granadas de mano para hacer desaparecer los restos». De todas formas, recuperar cadáveres de esta forma «es difícil, porque cavar unos metros más o menos en una dirección puede significar no encontrarlos; además, los análisis de ADN, que pueden hacerse hasta con un nieto del fallecido, resultan bastante caros».

Pedro Medina relata otros casos que la distancia del tiempo hace casi increíbles: «En la Sima de Jinámar también se tiraba gente; todavía se comenta que Florido, el gran luchador de lucha canaria, le metió un ‘cango’ al falangista que lo iba a empujar y al final cayeron los dos». O bien: «Un barco a vapor encontró en el mar a dos personas dentro de un saco, y sus cuerpos, que no pudieron ser identificados, fueron entregados a la Capitanía Marítima». O la historia de Perdomo, «un ‘topo’ que pasó 33 años escondido detrás de una pared en casa de sus hermanas; las golpearon pero no soltaron ni prenda».

Por no mencionar los muertos en La Palma, la única isla donde se vivió un episodio de resistencia republicana después del alzamiento: «Cuando llegaron con un cañonero y las tropas, los ‘rojos’ salieron corriendo hacia el monte, a algunos los mataron como perros en La Caldera, a otros los ‘desaparecieron’ y los enterraron en los pinares, donde ahora la Asociación de Memoria Histórica de la isla ha encontrado algunos restos».

Con todo ese material, Pedro Medina considera que se podrían hacer «miles de tesis», aunque en su opinión «la Universidad vive de espaldas a la memoria histórica, sólo les interesa el siglo XIX». Por su parte, él piensa «continuar mientras pueda» con esta labor de investigación en los archivos. Asegura que el trato que recibe de los militares «ha sido exquisito», y por mucho que haya que realizar los trámites pertinentes, «el papeleo es el papeleo».

Tiene varias motivaciones para seguir: en primer lugar, encontrar más información sobre lo que le sucedió a su tío Juan, fallecido en Las Palmas de Gran Canaria al comienzo de la Guerra Civil. Su expediente se ha perdido entre los cambios en la burocracia introducidos por la administración franquista, mientras que el otro tío de Pedro, que se llama como él, «murió luchando en el bando nacional en el frente del Ebro: dependía de dónde te tocara».

Pero es que, además, Medina Sanabria asegura que recibe peticiones de ayuda desde Latinoamérica, Francia y hasta Islandia, por parte de los familiares y descendientes de canarios. «Me doy cuenta de que mi trabajo ayuda a mucha gente, por eso lo hago», concluye.

 

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