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“Lorca, el último paseo”

La Librería de El Sueño Igualitario, | 15 diciembre 2009

De Gabriel Pozo

Se puede adquirir al precio de 18 euros a través de La Librería de El Sueño Igualitario

448 páginas

15,5 x 23,5 cm

 

 

Las excavaciones en busca del cadáver de Federico García Lorca comenzaron el 28 de octubre de 2009 en Alfacar (Granada).

Quedan aún sin resolver muchos datos claves relativos a las circunstancias que rodearon su asesinato el 18 de agosto de 1936. ¿Quiénes participaron en la trama? ¿Por qué lo hicieron? ¿Qué buscaban? ¿Qué fue de todos ellos?…Preguntas que durante décadas ordenó investigar Franco y nunca obtuvo respuestas concluyentes.

Este libro intenta darlas.

El texto se presenta de la mano del “brazo ejecutor” que puso en marcha la maquinaria que acabó con García Lorca ante el pelotón de fusilamiento. Se llamaba Ramón Ruiz Alonso; fue un enviado de Gil Robles a Granada para montar su partido político y su órgano de propaganda, el periódico Ideal.

Lo que en un principio se pensó como escarmiento contra Lorca, para que confesara el paradero de Fernando de los Ríos, acabó en un execrable crimen por las discrepancias surgidas entre los dos bandos sublevados que pugnaban por el poder en Granada: cedistas y falangistas.

A partir de la “confesión” concedida en exclusiva antes de morir por Emma Penella, hija de Ramón Ruiz Alonso, y de viejos trabajadores de Ideal, el autor recrea los últimos momentos de la vida de Federico García Lorca.

Lorca, muerte (sin resolver) de un poeta

 

FERNANDO VALVERDE (EL PAÍS)

En la madrugada del 18 de agosto de 1936, Federico García Lorca fue fusilado junto a un olivo en la carretera que une las localidades de Víznar y Alfacar. Se trataba del final de una historia llena de rivalidades políticas en la ciudad en la que habitaba «la peor burguesía de España», como dijo el poeta. También fue el comienzo de otra historia plagada de silencio, un tiempo de fosas cerradas sobre las que se dejaban piedras, desmemoria y vergüenza.

Sobre el antes y el después del fusilamiento, el investigador Gabriel Pozo aporta nuevos datos en su libro Lorca, el último paseo (editorial Almed), que se distribuirá en pocos días. Si los investigadores lorquianos habían tenido acceso a una parte importante de los testimonios que eran útiles para la reconstrucción de lo sucedido, uno de los principales actores, Ramón Ruiz Alonso, guardó silencio casi hasta su muerte, con la excepción de alguna entrevista con historiadores. Ruiz Alonso es, para la mayor parte de las fuentes, el responsable de la detención y el fusilamiento del poeta. Unos días después de la muerte de Franco huyó a Estados Unidos, pero antes explicó el porqué de su viaje a su hija mayor, la actriz Emma Penella.

El libro incluye el testimonio de Penella, que dejó a su autor una carta firmada en la que da fe de la autenticidad de sus declaraciones, con las que siembra no pocas dudas sobre las circunstancias de la muerte del poeta. Penella pidió que sus declaraciones no fueran publicadas hasta después de su muerte. La actriz falleció en agosto de 2007.

«Mi padre quiso que yo supiera toda la verdad antes de morir», explicaba la actriz, que conoció en el transcurso de una fiesta la implicación de su padre en el asesinato de Lorca: «¡Quién se habrá creído que es, si es la hija del que mató a García Lorca», dijo alguien a gritos tratando de humillarla. Al saberlo, su padre se aisló en una habitación. Nunca volvió a mencionar el tema hasta que decidió huir de España, y se sinceró con su hija.

«Al comenzar la guerra la situación era muy confusa. Queipo de Llano estaba al corriente de lo que pasaba con Lorca. Llamó a Granada porque antes lo habían llamado desde el Gobierno Civil para consultarle y ordenó que dieran un gran susto al poeta para que confesara todo lo que sabía de Fernando de los Ríos y firmara una denuncia contra él», explicó la actriz.

Por tanto, la detención de Lorca habría sido el último intento de localizar a Fernando de los Ríos. «Él era el pez gordo que buscaban», declaró. ¿Y cómo sabían que Lorca estaba escondido en casa de los Rosales? La versión oficial mantiene que fue su propia hermana la que confesó en la Huerta de San Vicente, al venirse abajo en uno de los registros, y al tratar de proteger a don Federico, su padre.

Sin embargo, la versión de Ruiz Alonso en boca de Penella, suena muy distinta. «El mayor de los Rosales le dijo a mi padre en un desfile de falangistas que Lorca estaba en su casa. Le comentó que no estaba de acuerdo en que estuviera invitado y que él procuraba no ir mucho porque quería que se fuera». Tras esta conversación, Ruiz Alonso informó a los jefes de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y decidieron «darle un escarmiento al niño mimado de Fernando de los Ríos».

El relato de Penella también dista mucho de la versión oficial en lo relacionado con la detención, que no se habría producido en la casa de la calle de Angulo con un amplio despliegue de hombres armados. «Acudió con el mayor de los Rosales. Mi padre no sacó a Lorca de la casa de los Rosales, fue entregado por el hijo mayor y se lo llevaron al Gobierno Civil sin esposar ni nada». Después se produjo el fusilamiento, que Penella achaca a la lucha por el poder entre la CEDA y Falange. De esta última eran miembros destacados los Rosales, a los que se quiso desprestigiar con la muerte del poeta. «García Lorca no fue sino el despojo que dos perros rabiosos trataban de arrebatarse», explica Gabriel Pozo en el libro.

Cuando triunfó la sublevación militar, los aplausos recibidos por Ruiz Alonso por deshacerse del poeta se convirtieron en rumores que aullaban como lobos. «Mi padre firmó la denuncia junto a otros pero él dio la cara, después no se escondió, era un hombre echado para adelante, con coraje. En la denuncia se afirmaba que Lorca era el secretario de Fernando de los Ríos y que era muy rojo».

Al acabar la guerra, Ruiz Alonso recibió una llamada telefónica inquietante. «En el extranjero habían empezado las quejas por lo que había ocurrido con Lorca y el asunto irritó a Franco. El caudillo quiso saber lo que había pasado y llamó a mi padre».

Desde entonces, nunca más se habló del tema. Se destruyeron todas las pruebas y cualquier rastro que pudiera aportar luz al asesinato de Lorca y Ruiz Alonso empezó a temer por su vida. «Es muy posible que la policía lo tuviera controlado, quizás tuvo miedo a que le hicieran algo si hablaba. Cargó con las culpas de todos, purgó su pena en vida, durante casi 40 años de abandono y soledad», contaba Emma Penella.

Al rompecabezas inacabado de la historia, Gabriel Pozo ha sumado nuevas piezas. Una de ellas es una fotografía inédita en la que puede verse a la cuadrilla de enterradores que trabajaban en Víznar. La fotografía está tomada en la finca Las Colonias, a pocos metros del barranco, donde García Lorca pasó sus últimas horas esperando a ser fusilado. Agachado, con una niña en los brazos, puede verse a Manolillo El Comunista, el joven que indicó a Gibson el lugar donde supuestamente enterró con sus manos al poeta. «Manuel Castilla señaló una fosa situada en el lugar en el que hoy se está excavando. Sin embargo, después confesó a otros que no estuvo allí el día del fusilamiento y que a Gibson le señaló el primer lugar que se le ocurrió», explica Pozo, convencido de que no van a encontrar los restos del poeta. Según el investigador, la decisión de Franco de sepultar todo lo relacionado con el asesinato se llevó a cabo hasta sus últimas consecuencias.

Agustín Penón dejó en sus apuntes una anotación muy inquietante. Se trata de una conversación que tuvo con Antonio Gallego y Burín, alcalde de Granada durante la Guerra Civil y parte de la dictadura. El investigador escribió en sus libretas: «El lugar de la tumba en Víznar había sido cambiado por orden de las autoridades, que temiendo las consecuencias de aquel asesinato decidieron ocultarlo para impedir que pudiera convertirse en un arma propagandística de enorme valor para el bando republicano».

Memoria removida de García Lorca

Cruce de reacciones entre las familias del poeta y la de Miguel Rosales tras las últimas revelaciones del caso

 

FERNANDO VALVERDE (EL PAÍS)

No parece fácil para nadie enterrar la muerte de Federico García Lorca. Ayer, después de conocer los nuevos testimonios que sobre las últimas horas del poeta revela el libro Lorca, el último paseo (editorial Almed), de Gabriel Pozo, los descendientes de los implicados cruzaron sus reacciones. Mientras la sobrina del poeta, Laura García Lorca, agradeció el testimonio póstumo de la actriz Emma Penella, el hijo de Luis Rosales (hermano de Miguel) se mostró «sorprendido».

Las declaraciones de la fallecida actriz, incluidas en el trabajo de Pozo y adelantadas ayer por EL PAÍS, revelan detalles sobre la supuesta implicación de su padre, Ramón Ruiz Alonso, hasta ahora considerado responsable de la detención del poeta. Laura García Lorca afirmó que Emma Penella había sido la persona que más le había conmovido en su vida. «Nos encontramos varias veces pero nunca pudimos hablar.

Sólo nos abrazamos. Admiro su lealtad, su dignidad y el espíritu valiente y generoso con el que llevó su tragedia. Le tengo una enorme gratitud», aseguró la sobrina nieta del poeta, que se mostró satisfecha de que su testimonio sirva para liberar de la culpa de la delación a su tía Concha. Según distintos investigadores, en el último registro organizado en la Huerta de San Vicente, a don Federico, padre del poeta, lo golpearon con la culata de un fusil y lo arrastraron hacia un automóvil. En aquel momento Concha habría confesado que su hermano se encontraba escondido en casa de los Rosales.

 

Según Emma Penella, no fue Concha quien delató a Lorca. «El mayor de los Rosales le dijo a mi padre en un desfile de falangistas que Lorca estaba en su casa. Le comentó que no estaba de acuerdo en que estuviera invitado y que él procuraba no ir mucho porque quería que se fuera». Para Laura García Lorca, esta versión es bastante verosímil, ya que su tía fue una persona «muy valiente» y siempre pensó que lo que se había escrito sobre ella era «una calumnia».

Luis Rosales Fouz, hijo del poeta Luis Rosales y sobrino de Miguel, el mayor de los hermanos, mostró su extrañeza ante la nueva versión de los hechos. «Que se implique a mi tío ahora es algo sorprendente. No puedo negar que dentro de la familia había muchas sensibilidades distintas, pero toda mi familia se jugó la vida por tratar de ayudar a García Lorca. Si hubieran pensado que corría peligro no lo habrían llevado a la casa de mi abuela, que tuvo un comportamiento ejemplar», explicó Luis Rosales, que además se preguntó por qué Emma Penella ha esperado a su muerte para dar a conocer todos estos detalles. «Yo he intentado hablar alguna vez con ella. Mi padre quiso, y así lo dijo muchas veces en público, que todos los implicados se sentaran en una mesa para aclarar lo que sucedió». Por último, Rosales recordó la versión que siempre ha escuchado en su familia. «La casa fue rodeada por un gran aparato militar. Cuando abrió mi abuela dijo que de allí no se llevaban a nadie sin la presencia de uno de los hombres de la casa. Entonces llamaron a Miguel, que acudió y se marchó con Federico».

Quien ayer no quiso pronunciarse fue el hispanista Ian Gibson, que prefiere «leer el libro con calma» antes de referirse a él.

 

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