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Atilano Coco, un protestante en la memoria

La Opinión de Zamora, 22-11-2009 | 1 diciembre 2009

La Iglesia Anglicana en España pedirá autorización al Ayuntamiento de El Cubo del Vino para exhumar los restos del presbítero nacido en Guarrate y fusilado en Salamanca en 1936

 

 

IRENE GÓMEZ Atilano Coco murió fusilado por protestante y masón. Ni la amistad con Miguel de Unamuno, a quien Enriqueta Carbonell (esposa del represaliado) requirió mediación para salvarle la vida, ni los ruegos al obispo católico de Salamanca, evitaron que la noche del 8 de diciembre de 1936 fuera conducido desde la Prisión de Salamanca hasta el monte de La Orbada, a 24 kilómetros de la capital, junto a Báncora (maitre del Gran Hotel) y «El Timbalero», crítico taurino de «El Adelanto».

Los cuerpos de los tres fusilados serían enterrados en un paraje situado en el término de El Cubo del Vino. Así lo desvela Isabel Pérez, sobrina de Báncora, en una carta remitida al diario «Público» a raíz de la publicación de un artículo sobre la represión franquista en Salamanca. «Están enterrados en El Cubo del Vino, en Zamora. Los hijos del «Timbalero» les siguieron y sacaron el cadáver de su padre. Vieron que había más muertos. Se lo contaron a mi prima y les identificaron por la ropa que llevaban y porque les vieron el día en que salieron de prisión». A raíz de estas revelaciones, el diario madrileño promovió un encuentro en Madrid entre Isabel Pérez y el obispo de la Iglesia Reformada en España, Carlos López, muy interesado en dignificar la muerte de pastor protestante zamorano.

«Los sobrinos de «El Timbalero» le dijeron a la esposa de Báncora que estaban enterrados en El Cubo, Báncora y Atilano. Nosotros ya teníamos idea de esto y ahora se ha ratificado, por ello vamos a intentar exhumar los restos», comenta a este diario Carlos López. El propio Obispo de la Iglesia anglicana ha contactado con personas mayores de la zona para determinar el lugar exacto donde se depositaron los cadáveres de los fusilados. «Si nos da permiso el Ayuntamiento, realizaremos las excavaciones en la próxima primavera», avanza. Y muy posiblemente los restos de Atilano Coco reposarán definitivamente en la residencia abierta en Salamanca en el año 2005, promovida por las iglesias anglicanas del mundo en memoria del pastor asesinado.

Así, setenta y tres años después, el obispo de la Iglesia Reformada de España, Carlos López Lozano, se propone pedir la correspondiente autorización para la exhumación de los restos de Atilano Coco Martín, el único pastor protestante que se encontraba en Salamanca al inicio de la Guerra Civil. Había llegado en 1929 e impartía clases en la escuela adjunta de la iglesia anglicana. Allí, en la ciudad universitaria, perdería trágicamente la vida con 34 años. A esa edad su periplo personal, religioso y político ya atesoraba una fértil trayectoria.

Atilano Coco Martín había nacido en Guarrate en el año 1902, en el seno de una familia de labradores acomodados. Su padre, Eugenio Coco, era miembro de la Iglesia Española Reformada Episcopal y Atilano estudió en Inglaterra, donde inició sus vínculos con la masonería. A su regreso, trabajó como maestro en la Escuela Modelo de la Iglesia Evangélica Española en Alicante.

Ya casado con Enriqueta Carbonell, en 1929 se trasladó a Salamanca para hacerse cargo de la no muy numerosa congregación evangélica, arraigada en la ciudad desde 1879. Más tarde se afiliaría al Partido Republicano Radical Socialista, caracterizado por su ideario liberal avanzado y su laicismo radical. Según consta en la diversa documentación consultada, Atilano Coco, junto a otros miembros de Unión Republicana, promovió en Salamanca la Liga Española de los Derechos del Hombre.

A su labor educativa y una comprometida actividad política se sumó el cultivo de la religión protestante. Fue ordenado Diácono de la Iglesia Española Reformada el 24 de septiembre de 1933 y recibió las sagradas órdenes de Presbítero de la misma Iglesia el 29 de septiembre de 1935, según documenta el profesor Patrocinio Ríos en las palabras que pronunció con motivo de la inauguración oficial de la Residencia «Atilano Coco», el 5 de noviembre de 2005 en Salamanca.

La abundante actividad desplegada por el pastor zamorano haría de él una persona muy conocida en la sociedad salmantina del convulso año 1936. Allí le sorprendió el inicio de la Guerra Civil y su detención por los militares sublevados el 31 de julio, para ser trasladado a la Prisión de Salamanca sin ninguna acusación formal, aunque su militancia republicana y masónica como venerable maestro de la Logia Helmántica, la práctica de la religión protestante y la profesión de maestro le colocaron en la diana de los insurgentes.

Como recuerda Patrocinio Ríos, llevando «diez días» encarcelado, Atilano Coco escribió el borrador de una carta, fechada en la Prisión Provincial de Salamanca el 10 de agosto de 1936, que el investigador sacó a la luz gracias a los manuscritos fotocopiados por gentileza de Enriqueta Carbonell. Las palabras de Coco «demuestran que desde muy pronto Unamuno (escritor y en ese momento rector de la Universidad de Salamanca) se interesó por la grave situación de este pastor amigo que no encontraba explicación a su encarcelamiento».

Apenas un mes después, el encarcelado agradece a Unamuno las gestiones a favor de su liberación. En una nueva carta, fechada el 6 de septiembre de 1936, se dirige a su «buen amigo D. Miguel: Por mi esposa sé las molestias que Vd. se está tomando con respecto a este extraño encarcelamiento del que soy objeto desde hace 38 días. Muy grave debe ser la causa para tenerme apartado de mi Ministerio Evangélico aun cuando todavía no sé si estoy a disposición de algún juez o del Comandante militar.

De todos modos le agradezco su solicitud. Mi esposa me ha dicho que ha estado Vd. en mi casa hace unos días. ¿Quizás esperaba Vd. encontrarme en ella? Eso sería un buen augurio para mí.

Bien quisiera volver a gozar de la libertad, pero me figuro que aquí se entra con demasiada facilidad para poder salir con la misma. Espero con impaciencia que acabe esta trágica lucha y estoy pidiendo constantemente a Dios en mis oraciones que todos los españoles depongan las armas y se amen como hermanos. Los primeros en dar el ejemplo hemos de ser los cristianos. «Ve y haz tú lo mismo» fue el mandato de Cristo a aquel doctor de la Ley que le preguntaba quién era su prójimo.

De nuevo repito la gratitud que siento por la deferencia que en esta ocasión memorable ha tenido para mí y mi esposa. Suyo en el Evangelio. Atilano Coco»

Pasado todo el verano en la cárcel, Enriqueta Carbonell no se rinde y recurre personalmente al amigo más influyente de su esposo, en aquel momento además de rector de la Universidad, concejal del Ayuntamiento de Salamanca. A finales de septiembre, con Unamuno en la cama por enfermedad, Enriqueta Carbonell se acercó a su casa para dejarle una nota en la que le recuerda la situación de su marido. «Don Miguel: soy la esposa del pastor evangélico y le voy a molestar una vez más…».

La confianza del pensador en la puesta en libertad de su amigo era tal que fue personalmente a comunicarlo a la casa de Atilano Coco. Convencido de la fiabilidad de la palabra dada por el gobernador civil, llega a dar la enhorabuena a Enriqueta Carbonell por la inminente puesta en libertad de su esposo. Así lo revela el profesor Patrocinio Ríos, en la respuesta recibida a un cuestionario enviado en 1989 a la viuda de Coco para saber si Unamuno frecuentaba la casa de su amigo. Fue en una ocasión y precisamente para «darle la enhorabuena a Coco». Al contestarle su mujer que aún permanecía en la cárcel, el escritor aclaró que había estado hablando con el gobernador y «que éste le había dicho que aquella misma noche (la anterior) iba a ser puesto en libertad».

Los hechos constataron que no fue así. Si bien, Miguel de Unamuno no abandonaría a su suerte la memoria del amigo. Y así quedó patente en la carta que sacó del bolsillo el entonces rector de la Universidad de Salamanca durante la celebración del Día de la Raza, el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo; momento que pasaría a la historia por el crudo enfrentamiento entre Unamuno y el general Millán Astray. Según aparece documentado en el museo dedicado al escritor, el papel que Unamuno sacó de su chaqueta, donde había escrito unos apuntes que servirían para hilvanar un improvisado discurso, era la nota enviada por Enriqueta Carbonell en el desesperado intento de salvar a su marido. Allí, en presencia de Millán Astray y la esposa de Franco, Carmen Polo, Miguel de Unamuno, pronunciaría la conocida proclama «Venceréis pero no convenceréis» en respuesta a la delirante disertación de Millán Astray contra los intelectuales, que concluyó con el reproche «¡Muera la inteligencia!» y que provocó una audaz reacción de Unamuno. La valiente afrenta del escritor le costaría el puesto de rector y la condena al ostracismo político.

A medida que avanza el año 1936, la represión y las revueltas se acrecientan. Mientras, Atilano Coco continúa en una prisión atiborrada de detenidos hasta que la madrugada del 9 de diciembre de 1936, el pastor anglicano es conducido, hay fuentes que dicen al cementerios y otras al monte de La Orbada, y fusilado «sin formación de causa».

«Por ser masón? y amigo mío», recordaría Unamuno en medio de una Guerra Civil que a los pocos meses de su declaración ya había enseñado sus garras. Años después de la muerte de Atilano Coco no fueron pocos los intelectuales que condenador el paso por las armas de una figura tan significativa. Patrocinio Ríos documenta la indignación del poeta Jorge Guillén o el ensayista y profesor Juan Marichal. Con este último llegó a conversar personalmente sobre el trágico final del pastor protestante zamorano, del que llegó a decir. «¡Qué barbaridad!, ¡matar a un hombre así!. ¡Pero si era un inocente!.»

Con varios «pecados» a la vez: amigo de Unamuno, protestante y masón.

 

Cruce de misivas

Carta de Coco a Unamuno desde la Prisión

«Ilustre Señor: Sé que a instancias de mi esposa se ha preocupado Vd. por mi actual situación de detenido. Le doy las más cordiales gracias por esa deferencia hacia mí. Hace ya diez días que estoy separado de los míos, apartado de los deberes de mi Ministerio Evangélico y aún no he podido saber el motivo de este extraño encarcelamiento. He llegado a pensar que en el fondo no haya otra cosa que mi condición de Presbítero de la Iglesia Reformada. Por lo demás creo que se habrá invocado algún motivo que sirviera de… De todos modos, repito mi gratitud por sus gestiones y espero en el Señor que podré ratificar de palabra este agradecimiento».

Carta de Enriqueta Carbonell a Unamuno

«Don Miguel: Soy la esposa del pastor evangélico y le voy a molestar una vez más.

Se acusa a mi esposo de masón y en realidad lo es, lo hicieron en Inglaterra el año 20 o 21; me dice que consulte con usted qué es lo que tiene que hacer; mi esposo, desde luego, no ha hecho política de ninguna clase; le hicieron eso porque sabe usted que en Inglaterra casi todos los pastores lo son, y muchos también en España; en Inglaterra lo es el rey, y también el jefe de las iglesias anglicanas. En España he oído que lo son algunos generales; no sé lo que habrá de verdad en esto.

Creo que esto pasará al Gobierno Militar, y sí quisiera que usted cuando pudiera se informase de algo, o que dé alguna luz sobre esto. Perdone que le moleste hasta en la cama; que mejore usted y Dios le premie todo lo que por nosotros está haciendo».

 

http://www.laopiniondezamora.es/comarcas/2009/11/22/atilano-coco-protestante-memoria/398982.html