«ComÃamos berzas y alguna rana»
Almuerzo con Ramiro Santiesteban, superviviente de Mauthausen
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ANTONIO JIMÉNEZ BARCA 07/01/2010
Ramiro Santiesteban tiene 88 años, memoria de historiador, apetito de adolescente y la experiencia de haber vivido cuatro años en el centro mismo del infierno, en Mauthausen, y de haber salido de allà con el corazón entero y sin pudrir. Acude a la cita en compañÃa de su mujer, Eugenia Rueda, de 84 años, tan encantadora como él. Llevan juntos desde 1945.
Ramiro Santiesteban tiene 88 años, memoria de historiador, apetito de adolescente y la experiencia de haber vivido cuatro años en el centro mismo del infierno, en Mauthausen, y de haber salido de allà con el corazón entero y sin pudrir. Acude a la cita en compañÃa de su mujer, Eugenia Rueda, de 84 años, tan encantadora como él. Llevan juntos desde 1945. Ella le pasa parte de su comida: «Le gusta sobre todo el dulce, je, je».
Hace unas semanas, Santiesteban fue convocado por un juez de la Audiencia Nacional, junto a dos compañeros del campo de concentración, para ayudar a identificar a tres guardias de la SS. «Nos enseñaron fotos del campo. Que si me acordaba, que qué era esto y qué esto otro. Que cómo se vivÃa allû. ¿Reconocieron a alguien? «No nos enseñaron fotos de ellos. Pero después yo las vi en un periódico y uno de ellos sà me suena, pero ha pasado tanto tiempo, es demasiado tarde, recuerdo que…». Medita un momento. Luego, prosigue: «… Allà habÃa un guardia como éstos que ahora denuncian, era yugoslavo. Un dÃa me preguntó señalándome un barracón: ‘¿En esa barraca quién hay?’. Yo preferà hacerme el tonto y contesté que no lo sabÃa, aunque sà sabÃa que habÃa yugoslavos. Me explicó que a lo mejor estaba dentro su hermano, que no quiso enrolarse cuando Alemania invadió Yugoslavia y huyó. ‘Yo me acobardé y me enrolé’, dijo».
Uno podrÃa (deberÃa) quedarse un dÃa entero escuchando los recuerdos vivÃsimos de Ramiro, reconvertidos casi en fábulas con trasfondo moral. «Un dÃa, un joven de la SS, que eran los peores, me dijo: ‘Limpia el suelo que me rodea de nieve, que hace frÃo’. Yo sabÃa que era una trampa: si me acercaba a menos de seis metros, él tenÃa orden de matarme de un tiro. Asà que le pedà que se apartase. Se apartó, refunfuñando. Luego, por la tarde, se acercó a mÃ. Era raro, porque ellos no podÃan hablar con nosotros. Me dijo: ‘Hay que ver, si no fueras tan listo, tú estarÃas en el crematorio y yo, con un dÃa de permiso, porque nos dan premio si os matamos. Pero ahora que te conozco, no lo harÃa’. Entonces comprendà por qué les tenÃan prohibido hablar con nosotros: para no vernos como personas».
Llegó a Francia desde Santander en la Guerra Civil huyendo de las tropas franquistas. A los 17 años, junto a su padre y su hermano, se alistó en el Ejército francés para luchar contra Hitler. Fueron hechos prisioneros en la frontera belga y trasladados los tres a Mauthausen: «Lo peor era estar con alguien de tu familia. Un dÃa, mi hermano y yo vimos cómo castigaban con duchas frÃas y palos a mi padre: los compañeros nos sujetaban en la formación para no salir. No hay nada peor que eso». Lograron sobrevivir gracias a la inquebrantable solidaridad que existÃa entre los cientos de presos españoles. «Eso es algo que los otros grupos no hicieron», dice, con orgullo de español este hombre que siempre vivió en el exilio.
Habla con su memoria precisa de las muertes de los judÃos («duraban muy poco, los mataban a los pocos dÃas de llegar»), de la comida («berzas con agua, y alguna rana»), de las formaciones «a 20 bajo cero, con un jersey casi transparente», de los distintivos («los españoles, un triángulo azul; los judÃos, uno amarillo; los polÃticos, uno rojo, y los homosexuales, rosa»). Los liberaron los americanos. Volvió a ParÃs, se curó de milagro, perdió a su padre, conoció a Eugenia, entró en Renault, vivió…
Como todo goloso, se come la almendrita con chocolate que ponen con el café. Después salen los dos a la calle. Parecen dos ancianos normales caminando por ParÃs. Lo son. La historia lo intentó, pero no los ha destrozado. Tienen un hijo, dos nietos y dos bisnietos.