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¿Devoción a la cruz o pervivencia de viejas lealtades?

Feliciano Mayorga. IU de Mota del Cuervo, | 1 febrero 2010

Son muchas las dudas que se plantean al observar la testarudez con que la Diócesis de Cuenca y la parroquia de Mota del Cuervo se niegan a aceptar la retirada del Monumento a los “Caídos”

 

Son muchas las dudas que un agnóstico que simpatiza con el mensaje cristiano del amor se plantea al observar la testarudez con que la Diócesis de Cuenca y la parroquia de Mota del Cuervo se niegan a aceptar la retirada del Monumento a los “Caídos por Dios y por España”, erigido en 1939 por el régimen franquista para honrar a las víctimas del bando sublevado y perpetuar el recuerdo de la victoria.
Sin cuestionar el derecho jurídico de la Iglesia como institución a defender sus opiniones con todos los recursos legales –derecho que abolieron curiosamente para una gran parte de españoles quienes decidieron erigir el Monumento– es su planteamiento ético lo que me escandaliza.
¿Cómo pueden los representantes de Cristo negarse a que los símbolos erigidos en los espacios públicos sean motivo de encuentro y no de confrontación? ¿Cómo se siguen resistiendo, tras treinta y cinco años de democracia, a poner fin a la vergonzante fusión de sus símbolos sagrados con los del franquismo? ¿Por qué de motu propio no han descargado hace mucho tiempo el Monumento a los Caídos de toda la simbología franquista, aunque sólo fuera por simple pudor cívico, para no herir con su imagen en la entrada del templo la dignidad de los numerosos fieles de izquierdas que acuden a sus celebraciones? ¿Cómo pueden sentirse tan cómodos posando en la dura piedra su complicidad con un régimen que reprimió y ultrajó a los perdedores, abolió el sistema de libertades y usurpó por la fuerza la soberanía del pueblo español durante más de cuarenta años?

No seré yo quien ponga en duda que las personas inscritas en la cruz fueron vilmente asesinadas, pero no más que otras arrojadas en cunetas y fosas comunes, entregadas con premeditación a la herrumbre del olvido, y que no gozaron, como las primeras, de la reparación que merecían. ¿Por qué se obstinan en perpetuar sus privilegios en los espacios públicos, haciendo aparecer como vengativos y rencorosos a aquellos que tan sólo piden igualdad en la administración del recuerdo? ¿Acaso quienes deben su razón de ser a la memoria de un inocente ajusticiado hace más de 2000 años les cuesta comprender que la memoria histórica y el honor puedan ser legítimamente considerados bienes sociales básicos, dignos de ser compartidos y no apropiados en exclusividad por los vencedores?

Con cívica condescendencia y para que no hubiera ninguna duda del respeto que profesamos a sus símbolos y creencias, desde IU y PSOE les llegamos a ofrecer, si así lo solicitaban, autorizar la colocación de otra cruz, no contaminada por la historia, en el mismo lugar. La posibilidad, en suma, de pasar página y empezar de nuevo.

Pero ni siquiera se han molestado en contestar. Van a por todas. Su objetivo es evidente: si no pueden reponer todo el monumento en los juzgados, al menos que se salve la mayor parte.

Desde allí, la antigua cruz, fetiche del nacional–catolicismo, seguirá evocando al conjunto y, por qué no, la victoria. El problema será entonces explicar a todos los vecinos, y especialmente a los creyentes que sufrieron en sus carnes y derechos esa victoria, por qué que la Madre Iglesia no trata con idéntico rasero a todos sus hijos.

Feliciano Mayorga, Miembro de la Asamblea Local de IU de Mota del Cuervo.