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Exposición «Mauthausen, el Universo del Horror»

| 3 febrero 2010

IES Palomeras Vallecas de Madrid, entre los días 1 y 5 de Marzo

 

 

El sistema de campos nazis respondía a un doble propósito: deshacerse de millones de “enemigos del Reich”, lo que incluyó judíos, homosexuales, opositores políticos, etc, y explotar al máximo su fuerza de trabajo para cubrir las necesidades de la guerra. Mauthausen y su complejo de campos son un buen ejemplo de esta doble función.

A su llegada, tras soportar un viaje en condiciones infrahumanas, los presos eran colocados ante un muro, hasta ser registrados. Este proceso duraba horas, en las que permanecían de pie sin agua ni alimentos. Si alguno flaqueaba era ejecutado.

Los prisioneros recibían un número de identificación que sustituía su nombre, y un símbolo que se cosía en su ropa, que indicaba su nacionalidad y motivo de internamiento. Los españoles, rechazados por el gobierno franquista, fueron a menudo considerados “apátridas indeseables”.

En Mauthausen era tristemente célebre la cantera con su escalera de 186 peldaños que había que subir con piedras de hasta 30 kilos a la espalda. A menudo los SS se divertían empujando a los presos escaleras abajo.

Aparte del ejército, eran muchas las empresas alemanas que se beneficiaban del trabajo de los presos, como Siemens, Thyssen, BMW o Heinkel. Las condiciones de vida eran terribles: frío, hambre y hacinamiento debilitaban a los presos hasta despojarles de toda voluntad de vivir.

Periódicamente eran enviados a la cámara de gas e incinerados en los hornos crematorios. Otras veces, se les utilizaba para realizar experimentos médicos, que incluían inyecciones de gasolina en el corazón, exposición al frío extremo o privación de oxígeno. Luego eran diseccionados, a veces aún vivos.

Entre el 3 y el 4 de mayo de 1945 el campo fue abandonado por los guardias SS, no sin antes ejecutar a un buen número de prisioneros. El comité de autodefensa de los presos se hizo cargo del campo hasta la llegada de las tropas americanas.