Preston: ´Franco firmaba penas de muerte tomando café´
Paul Preston quiso ensalzar la firme resistencia del último jefe de gobierno de la República, el socialista Juan NegrÃn
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PACO CERDÀ VALENCIA ?
Silencio. Un ensordecedor silencio de casi 40 años sucedió a la victoria militar de Franco. Aquel exilio interior de media España por temor a las represalias, comprobadas ya en guerra y la inmediata posguerra, fue subrayado anoche en Valencia por el prestigioso hispanista Paul Preston como una de las grandes lacras del franquismo. En una conferencia promovida por Acció Cultural del PaÃs Valencià en el Octubre CCC, Preston constató que «para el historiador resulta imposible reconstruir el terrible sufrimiento psicológico» impuesto por Franco y su régimen.
Preston, el investigador del franquismo más reconocido a escala mundial, quiso desmontar algunos tópicos que fabricó la propaganda franquista en torno a la figura del dictador. Por ejemplo, «el mito de un caudillo compasivo y atormentado hasta la madrugada por las sentencias de muerte que debÃa firmar». Muy lejos de aquella idea, Paul Preston aseguró ayer que Franco leÃa y firmaba las sentencias de muerte de los condenados «mientras comÃa», «tomando café antes de la siesta» o «viajando en coche». Eran «cosas de trámite», como las calificó el GeneralÃsimo en alguna ocasión ante su cuñadÃsimo.
En una conferencia pronunciada Ãntegramente en catalán, el historiador británico atacó el mito de Franco como «magnánimo patriota» y «salvador del alma de la nación». Sólo una razón le bastó a Preston para desmontar esa idea: «Hasta su muerte, tuvo a España rencorosamente dividida entre vencedores y vencidos».
Además de ajusticiar históricamente a Franco, Paul Preston quiso ensalzar la firme resistencia del último jefe de gobierno de la República, el socialista Juan NegrÃn. «Su polÃtica de resistencia era realista, porque capitular -o pactar con Franco, como le pedÃa hasta el presidente Azaña- era abrir las puertas a la represión», afirmó. NegrÃn le dijo a un colega socialista: «Para la rendición incondicional, que el Partido Socialista no cuente conmigo. Yo no entrego indefensos a centenares de españoles para que Franco se dé el placer de fusilarlos». Por desgracia, concluyó Preston, «los hechos le dieron la razón».