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1939. Comienza la victoria

Ideal.es, | 4 abril 2010

La represión franquista en Jaén fue brutal y hubo días con decenas de fusilamientos

 

MANUEL MADRID DELGADO |

Al final de ‘Las bicicletas son para el verano’, la espléndida obra teatral de Fernando Fernán Gómez que luego fue versionada -magistralmente- para el cine, Luisito habla con su padre y le transmite una vaga esperanza de que, terminada la guerra, sea posible reorganizar sus vidas sin que nada tengan que temer los que no cometieron crímenes durante el conflicto. Pero don Luis -que siendo gerente de una empresa, había colaborado profesionalmente con los colectivizadotes de la misma-, más lúcido y más amargado y más consciente de la realidad nueva de la ‘nueva España’, le pregunta a su hijo si no se ha enterado de que no ha comenzado la paz sino la victoria. La victoria. Esa es la clave que explica lo sucedido en España -y por ende también en Jaén- a partir de que el Cuartel General del Generalísimo emite el famosísimo parte de guerra del 1 de abril de 1939: «Cautivo y desarmado el ejército rojo.», y el resto de la cantinela ya la conocen ustedes.

En Jaén las consecuencias de ‘la victoria’ no se hicieron esperar. A partir del golpe de Estado del coronel Casado se habían resquebrajado definitivamente los postreros resquicios de la autoridad republicana en la provincia. Los últimos días de marzo fueron los de la desbanda general: muchos alcaldes y concejales de partidos de izquierda, en toda la provincia, abandonan sus ayuntamientos y se dirigen hacia Alicante, para esperar el milagro de poder embarcar rumbo al exilio.

Los acompañan dirigentes sindicales y de las colectivizaciones; todos los que pueden huyen, y se quedan sólo aquellos que aún habiendo ocupado puestos de responsabilidad política tienen tranquila la conciencia y limpias de sangre las manos: en muchos casos pagarían cara su ingenuidad y las nuevas autoridades responderían con el encarcelamiento o directamente con el fusilamiento. Sería ese el caso, por ejemplo, de Federico Gaitán, alcalde de Torreperogil y hombre de impecable trayectoria -reconocida su bondad incluso por acérrimos franquistas- al que le fusilan un hijo en Úbeda -en noviembre de 1939- y que moriría en la prisión de Jaén por neumonía, privado de atención médica y esperando juicio.

El vacío de autoridad provocado por el colapso republicano sería rellenado inmediatamente, pues durante la última semana de marzo las tropas nacionales van avanzando por los pueblos y ciudades de la provincia, ocupándolos y constituyendo nuevos ayuntamientos bajo la presidencia -por lo general- de militares de graduación intermedia. En municipios como Úbeda las autoridades nacionales tienen alto sentido institucional y ordenan ‘pasar a limpio’ las actas y decretos de las corporaciones del periodo bélico, para garantizar la continuidad del poder.

Pero la nota dominante en todo Jaén es el inicio inmediato de la represión, de la brutal represión: los nuevos alcaldes y concejales realizan cientos, miles de informes sobre la vida y las ideas de sus paisanos y cientos, miles de personas son apresadas; aunque abundan los fusilamientos inmediatos en las tapias de los cementerios de cada pueblo, lo normal es que sean enviados los presos a las cárceles o centros de reclusión que las nuevas autoridades habilitan, a toda prisa, en los principales núcleos de población.

En esos centros se hacinan presos de toda edad y condición, pero predominan los hombres jóvenes y mayoritariamente dedicados al campo o la industria: la represión se ceba con obreros jóvenes, con padres de familia. Podemos hacernos una idea de las pésimas condiciones de vida de tantos miles de presos sólo con mirar los datos estremecedores del censo de diciembre de 1939 en Úbeda, donde aparecen registrados como vecinos cientos de presos que se amontonan en las antiguas dependencias y corralones del palacio de Josefa Manuel.

Más allá de las cárceles y de las detenciones y de las denuncias, la muerte extiende rápidamente su imperio de ajuste de cuentas por las tierras jienenses y el mismo 29 de marzo, dos días antes del fin oficial de la guerra, son asesinadas las dos primeras víctimas de la represión nacional en Jaén. Se trató de un mecánico de 32 años muerto en Bailén y de un jornalero de 46 años tiroteado en Villacarrillo. A partir de ahí, el listado de muertos apabulla por su número y por las constantes que registran, por la juventud de los fusilados, por la cantidad de esperanzas tronchadas y de familias destrozadas.

Carne de prisión

Desde abril hasta finales de 1939 los ajusticiamientos se hacen, directamente, en las cabeceras de partido, en Úbeda, en Baeza, en Linares, en Cazorla. Allí, los presos son juzgados y directamente fusilados contra las tapias de los cementerios, siendo enterrados con posterioridad en fosas comunes, sin posibilidad de que sus familias recuperen los cadáveres. Cientos de jienenses son pasados por las armas de esta manera, y el calendario represor registra días terribles, como el 4 de noviembre de 1939, donde nada menos que veinticuatro hombres son fusilados en Cazorla. Además de las muertes por fusilamiento, durante este periodo es posible encontrar también registradas muertes más crueles, consecuencia de la terrible tortura a la que son sometidos los presos. Abundan estos casos especialmente sangrantes y dolorosos.

A partir de enero de 1940 se centraliza en la capital todo el proceso de la represión contra la izquierda política y social. Los presos son enviados a la Prisión Provincial: amontonados, se registran muertos por gastroenteritis, neumonía, tuberculosis o, directamente, por inanición. Los fusilamientos en los pueblos se convierten en algo raro, pero la Prisión de Jaén se convierte en una máquina trituradora de vidas y el ritmo se acelera a un ritmo espantoso durante el otoño de 1940 y el invierno de 1941. Hay días en los que son fusiladas varias decenas de personas: el 30 de diciembre, en plena celebración de la Navidad, es uno de esos. Como consecuencia de este ritmo de asesinatos, las autoridades franquistas habilitan una gigantesca fosa común en el cementerio, donde aún descansa miles de cadáveres.

A lo largo de toda la década de 1940, y con más intensidad durante la primera parte, seguirían registrándose fusilamientos y juicios sumarísimos. El último fusilado por el franquismo en Jaén sería un albañil de Mancha Real. Tenía 46 años y fue pasado por las armas el 6 de abril de 1949. Después de su muerte todavía se registran en la Prisión algunas muertes por enfermedades; antes de este postrero fusilamiento el franquismo se había cobrado en Jaén la vida de varios miles de jienenses.

En los listados de nombres es posible reconocer a algunos de los culpables de los hechos más trágicos de la brutal represión ‘roja’, pero muchos de ellos no eran más que hombres honestos, trabajadores humildes, que no amontonaron sobre sus espaldas más pecado que el haber militado en la CNT, el PSOE, el PCE o Izquierda Republicana, o el haber creído que eran posibles en España la libertad y la tolerancia.

http://www.ideal.es/jaen/v/20100404/jaen/1939-comienza-victoria-20100404.html