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Enriqueta Ortega, Historiadora:«Franco fusiló a 1.259 presos en la cárcel gijonesa de El Coto»

El Comercio, | 15 abril 2010

«Las encargadas de romperles costillas, dientes y mandíbulas a las reclusas eran mujeres de derechas, muy católicas»

 

14.04.10 –AZAHARA VILLACORTA | GIJÓN.

Enriqueta Ortega Valcárcel ha llorado muchas veces en los últimos años al salir de casa de las víctimas de Franco que han compartido con ella su testimonio oral. Esta historiadora burgalesa que lleva más de dos décadas investigando la represión franquista en la cárcel de El Coto ofreció ayer una conferencia en la Casa del Pueblo para hablar «del terror sobre el que se consolida la dictadura» sufrido por miles de presos entre los muros de la prisión. Una violencia practicada «con saña».

-¿Qué tiene de particular El Coto?

-La cárcel de Gijón fue uno de los lugares a los que fueron a parar las personas que defendieron el gobierno legítimo. Y que, como consecuencia, sufrieron detenciones, torturas, consejos de guerra y largas condenas. Se hizo con un concepto moderno: no es la cárcel que reprime, sino la cárcel para adaptarse a la sociedad. Pero ese concepto se rompe con el triunfo de los rebeldes en la guerra.

-¿Cuántos reclusos llegó a albergar?

-Está concebida para unos 159 y pasan por ella, a lo largo de los años del primer franquismo, desde 1937 a 1955, más de 11.000 presos, con lo que pueden imaginarse las condiciones de hacinamiento, falta de higiene, de intimidad, de comida… Se tenían que distribuir las baldosas del suelo. Y una fila de baldosas era lo que podía ocupar cada preso. De manera que, si un preso quería darse la vuelta, tenían que darse la vuelta todos.

-¿Han podido contabilizarse las víctimas mortales?

-Son 1.250 fusilados varones aproximadamente y 9 mujeres.

-¿La tortura era algo habitual?

-La tortura se produce desde que les detienen. Pasan por los centros de información y vigilancia, que no son más que lugares de tortura. Después, a cárceles locales, donde se repetía la situación, locales de Falange y campos de concentración como El Cerillero, donde volvían a estar en manos de falangistas que, muchas veces, son conocidos suyos, de su misma localidad. En ocasiones, la llegada a la cárcel viene a ser una cierta liberación, pero no necesariamente. Sobre todo, para los condenados a muerte.

-¿Qué ocurría con ellos?

-Hay casos sangrantes de personas condenadas a muerte cuyas familias se movieron para conseguir el indulto. Fueron incluso a Burgos, vendieron todo lo que tenían para poder hacer el viaje, y, cuando llegan con él, se encuentran con que la noche anterior los falangistas han sacado a su pariente y le han pegado dos tiros. Es una situación de total desamparo en un momento en el que, además, hay una ilusión. Una frustración total.

-¿Fueron juzgados en Gijón?

-Una parte de ellos, sí. Otros, en Oviedo. Y luego hay quienes no fueron juzgados en Asturias porque hay un movimiento de presos permanente. De una cárcel a otra. Un dato muy significativo: por El Coto pasan presos de todas las provincias españolas. Insulares y peninsulares. Distanciar a los presos, que la familia no pudiese ayudarlos, era otra realidad de la tortura y la humillación que se ejerce sobre los presos republicanos.

-¿Se ensañaron con las mujeres?

-Hubo violaciones por parte de falangistas próximos a la familia cuando acudían a ellos buscando ayuda. En el caso de las presas, eran otras mujeres de derechas, muy católicas, las damas de España, las encargadas de entrar a romperles costillas, dientes, mandíbulas. Con total impunidad.

-¿Hay algún testimonio que la haya conmovido especialmente?

-El de una mujer que estuvo doce años escondida y que se entregó en el año 50 a la Guardia Civil y todavía los falangistas fueron a insultarla. O el de una maestra fusilada por inculcar a sus alumnas valores como la libertad.

-¿Cuántos supervivientes de la cárcel de El Coto quedan con vida?

-Van quedando muy pocos. Y ninguno tiene afán de revancha. Empecé a hacer entrevistas en 1989 y muchos han muerto desde entonces. Otra cosa que me preocupa mucho es que todavía hay mucho miedo. Hay personas con testimonios tremendos que no se atreven a hablar. Los responsables somos nosotros, que no hemos hecho que se sientan seguros. Les debemos un gran homenaje para que sepan que estamos ahí y que entendemos todo lo que han vivido.

-¿No ha servido para nada la Ley de Memoria Histórica?

-Muy poco. Se reconoce que la represión franquista fue brutal y que es un tipo de delito de los que no pueden prescribir, pero se necesita un reconocimiento más próximo. Porque la realidad que estamos viviendo es un tanto extraña. Ahí tenemos al juez Garzón. Que la única persona que se va a sentar en el banquillo por la represión franquista sea el que ha querido investigarla es dramático.

-Caballero Bonald acaba de decir que «el franquismo nos sobrevuela».

-Se ve cuando se levanta un monumento a las víctimas de la represión y aparece destrozado. Me asusta que salgan en masa a la calle los defensores de la religión católica, de derechos que son privilegios, y no salimos los defensores de la democracia laica.

-¿La Transición se cerró en falso?

-La Transición fue un engaño para gran parte de la población, pero estamos a tiempo de replantear muchas cosas. En Argentina, la Ley de Punto Final se ha revisado y ha permitido llevar a la cárcel a militares golpistas y torturadores. Si esto es una democracia madura, tendría que revisarse la Ley de Amnistía. Porque la dictadura no sólo fue la represión del primer momento: Franco murió matando y en España hubo una única historia durante 40 años en los que no se pudo levantar ni un solo muerto de las cunetas. Muchas vidas quedaron en el camino. La derecha que se opone de forma obsesiva manipula la historia diciendo que se abrirán heridas. Y todas seguirán abiertas mientras no se haga un reconocimiento pleno de lo que fue la represión.

http://www.elcomerciodigital.com/v/20100414/gijon/franco-fusilo-presos-carcel-20100414.html