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España: Una sociedad post genocida

Agnese Marra. Nueva Tribuna, | 11 abril 2010

El abogado argentino Carlos Slepoy llevará ante la justicia de su país el caso de las víctimas del franquismo

 

AGNESE MARRA

El abogado argentino Carlos Slepoy llevará ante la justicia de su país el caso de las víctimas del franquismo. La querella se presentará en los juzgados argentinos el próximo 14 de abril para continuar el trabajo que no pudo hacer Garzón. Nuevatribuna.es habla con uno de los juristas que está redactando dicha querella, que por primera vez en la historia, califica al franquismo de genocidio.

 

Lo que no ha podido hacer España, lo hará Argentina. Las víctimas del franquismo no se han quedado quietas. Además de presentar una querella contra el Juez Varela , las víctimas han decidido acudir a la Justicia argentina para que investigue los crímenes del franquismo, amparados en los principios de jurisdicción universal que están contemplados en la constitución del país rioplatense.

Si el juez Garzón hablaba de crímenes de lesa humanidad del franquismo, la querella que presentará el abogado argentino Carlos Slepoy va más allá y habla de genocidio franquista. La palabra tabú sale a la luz por primera vez “para empezar a llamar a las cosas por su nombre”, le cuenta a este diario, Miguel Ángel Rodríguez Arias, uno de los juristas que en estos momentos se encuentra elaborando la argumentación jurídica de la querella que se presentará el próximo 14 de abril.

Miguel Ángel aclara: “La acusación es tanto por crímenes de lesa humanidad como por genocidio franquista”. Los crímenes de lesa humanidad son un delito sistemáticamente perpetrado por el Estado, que utiliza los medios estatales de poder para ejercer sus crímenes. Al ser el estado el culpable de los asesinatos este tipo de crímenes no pueden ser amnistiados, ni prescribir ya que el estado presumiblemente no se va a inculpar, por eso están dentro del Derecho Penal Internacional y son amparados bajo los principios de Núremberg de 1946.

LA VOLUNTAD ANIQUILADORA DE FRANCO

El genocidio es el delito más grave de todos los delitos porque supone la conducta más inhumana de todas las conductas. ¿En qué se diferencia del crimen de lesa humanidad? “El genocidio no sólo incluye asesinatos sistemáticos por parte del estado, sino que tiene una característica específica, su voluntad aniquiladora”, explica Miguel Ángel Rodríguez.

En la querella que él junto con otros juristas está redactando, ofrece cada uno de los argumentos que explican por qué podemos hablar abiertamente de genocidio franquista. La voluntad aniquiladora de Franco se desmenuza en el documento que presentarán, mostrando cada uno de los hechos que dan pie para expresar una palabra (genocidio) a la que la sociedad española se niega a enfrentarse.

Miguel Ángel Rodríguez, reconoce que hasta 2008 él siempre había pensado en crímenes de lesa humanidad, sin embargo tras escribir su libro El caso de los niños perdidos del franquismo: crimen contra la humanidad fue consciente de que la acepción de ‘lesa humanidad’ se quedaba corta, lo que había sucedido era un genocidio.

La voluntad aniquiladora de Franco y sus secuaces emerge tanto en sus palabras como en los hechos ampliamente demostrados. “La instigación al genocidio se puede oír en las indicaciones que daba el general Queipo de Llano en las radios de la época”, dice Miguel Ángel Rodríguez, refiriéndose a frases del tipo: “…faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré…”o aquello de “…Cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular, debe ser fusilado…Hay que sembrar el terror; dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros” que decía el general Mola.

Los hechos toman forma con sólo mirar a la Historia. Cuando pueblo a pueblo que tomaban los nacionales, exterminaban a todo aquel que tuviera una mínima simpatía con el Frente Popular. Las cifras son elocuentes: 350.000 asesinados, 200.000 exiliados, alrededor de 30.000 niños perdidos.

Según el jurista, los niños perdidos del franquismo son una de las pruebas fundamentales que demuestra la voluntad aniquiladora del caudillo: “En un genocidio lo que se pretende es exterminar a un determinado grupo social, por eso siempre están en el punto de mira las mujeres y los niños, porque ellos son el futuro, y el genocida quiere que ese grupo desaparezca por eso tienen que acabar rápidamente con las madres y sus hijos. Los niños perdidos del franquismo son los desaparecidos en vida”, nos explica Rodríguez.

En este sentido el jurista argumenta la pieza fundamental de la acusación: “La voluntad de Franco no era sólo ganar una guerra, lo que él buscaba era eliminar la base biológica del republicanismo y como todo genocida la eliminó, ocultó las pruebas y después impuso sus propias instituciones, haciendo desaparecer cualquier huella republicana”.

El genocidio de Franco va más allá del robo de niños o de los asesinatos sistemáticos a hombres y mujeres. También se puede ver en las apropiaciones de tierras, de viviendas, de solares de todos aquellos que fueron asesinados o de los que huyeron del país para no acabar en una fosa. El genocidio también se ve en los campos de trabajo forzado, en los crímenes de lesa humanidad de género, violaciones, abusos sexuales, reclutamiento forzado de menores de edad, los ataques y bombardeos contra la población civil… .

PRECEDENTES

Hasta ahora ningún jurista, ningún gobierno democrático español se ha atrevido a tildar al franquismo de ‘genocidio’. Algo que ha sido reconocido en otros países como la propia Argentina o incluso por Naciones Unidas quien comparó la lógica genocida franquista con la de Hitler en Alemania o la de Mussolini en Italia. La justificación que se impone España suele ser la de: ‘No fue un genocidio, fue una guerra’. Miguel Ángel Rodríguez hace un paralelismo muy oportuno: “lo mismo decían los turcos sobre el genocidio armenio, que era una guerra”.

Es precisamente el genocidio armenio de 1915 uno de los precedentes: “Si el de los armenio fue el genocidio olvidado del siglo XX, el genocidio español todavía hoy en el siglo XXI sigue siendo negado”. Los armenios tuvieron que esperar cincuenta años para que por primera vez un Parlamento, reconociera la atrocidad que padecieron (el Parlamento de Uruguay en 1965). El reconocimiento se extendió después a parlamentos de otros países. En el año 2000 lo reconoció el Parlamento Europeo, y hace apenas quince días, lo ha reconocido parte de la Cámara del Congreso de Estados Unidos.

LAS HUELLAS DE UNA SOCIEDAD POST GENOCIDA

Más allá de las consecuencias evidentes del genocidio franquista como los miles y miles de muertos, desaparecidos y unas fosas que como dice el jurista “esperan silenciosas a que la sociedad despierte”, España es según Miguel Ángel Rodríguez “una sociedad post genocida que sufre una serie de características muy específicas”.

Las consecuencias abarcan varios ámbitos. Desde el social, el cultural, el político y por supuesto el económico. En el ámbito de lo social, la consecuencia más evidente es la que sufren los familiares de las víctimas: “Su dolor, su angustia por no saber dónde están enterrados sus muertos, por no hablar de los insultos que han tenido que aguantar cada vez que algún representante de Estado y hasta la propia Ley de Memoria Histórica hablaba de las ‘sentencias’ de Franco, cuando se tienen que llamar crímenes de guerra”, dice Rodríguez.

Pero el profesor de Derecho Penal Internacional recuerda otra de las consecuencias más evidentes, las económicas: “No hay que perder de vista que tras un genocidio hay mucha gente que gana fortunas, ya se vio en Alemania y en otros países. El genocidio ofrece grandes beneficios económicos”. El docente no sólo se refiere a todos los bienes que le expropiaron al ‘enemigo’: “También está lo que llamaban ‘dinero rojo’ o los tipos de cambio abusivos que se producían en la frontera”.

En el plano político la sociedad española mantiene las heridas del pasado más abiertas de lo que pueda parecer. “Todavía existen estos grupúsculos fascistas como los que han sentado en el banquillo a Garzón. Hemos mantenido en nuestras administraciones no sólo a políticos de la época franquista sino también a otro tipo de trabajadores. El ejemplo más claro es como se mantuvo la misma judicatura del franquismo, algo que debería ser inconcebible”.

Hasta 2003 la Ley de Asociaciones, fundamental en cualquier Estado de Derecho, era del año 1964 con los rasgos típicos del asociacionismo vertical, con la jerarquía y el mando en sus bases: “Asociaciones, sindicatos y partidos políticos españoles se han formado en torno a una Ley franquista, impregnando a la sociedad de hábitos más cercanos al sometimiento que al de las políticas asamblearias y democráticas”, dice Rodríguez.

El genocidio franquista también fue genocidio cultural, con las secuelas que ello conlleva: “El maltrato que sufrió la mujer durante 40 años, la cual no podía hacer nada sin permiso paterno o de su marido, que era equiparada a una menor de edad, ha dejado hábitos todavía visibles en la sociedad. Aunque han mejorado muchas cosas no se puede olvidar que los cambios sociales no se hacen por haber modificado la Constitución, son mucho más lentos”. La persecución cultural tiene su ejemplo más visible en la prohibición de las lenguas que no fueran el castellano: “Esto es un claro genocidio”.

Todos estos lastres del franquismo muestran como “la transición no se ha concluido”. Sobre todo porque España cumple –según el jurista- uno de los requisitos fundamentales de una sociedad post genocida: “Todavía no reconoce que sufrió el genocidio más atroz de nuestra historia”. Hasta que este país no sea capaz de reconocerlo “la transición no habrá terminado”. Pero Rodríguez apunta otra necesidad: “Además de reconocerlo, tenemos que tener el derecho de solicitar un referéndum en el que se pregunte a los españoles, sin el ruidos de los sables, si desean una monarquía o una república. La decisión que tomen será buena, porque se habrá hecho en un periodo de paz, con el pasado resuelto”.

Miguel Ángel Rodríguez que elabora junto a otros juristas la querella que podría ser fundamental para que las víctimas del franquismo de una vez por todas consiguieran justicia, insiste a lo largo de la conversación en la “necesidad de llamar a las cosas por su nombre”. Lleva años trabajando para demostrar con argumentos jurídicos cuál fue la historia de nuestro país. Por ello la palabra que más repite durante la entrevista es ‘genocidio’: “No me cansaré de decirla todas las veces que haga falta. No me importa lo que piensen los demás, lo importante es mostrar con datos esta verdad, y después reparar y dar justicia a sus víctimas. Tengo mucho trabajo por delante, pero es apasionante”.

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