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Vindoria, la cuesta de los fusilaos

Lne.es, | 18 abril 2010

Un libro arroja luz sobre las cinco mujeres -una embarazada- y tres hombres ejecutados en noviembre de 1937 entre El Entrego y Ciaño, donde ahora se les recuerda con un monolito

 

E. PELÁEZ. Pola de Laviana,

Un monolito recuerda desde el pasado viernes en Vindoria (Langreo) a las ocho personas ejecutadas el 26 de noviembre de 1937. Cinco mujeres -una de ellas embarazada- y tres hombres (todos de Laviana menos uno, que era natural de Sobrescobio) perdieron la vida a manos de las tropas nacionales. Setenta y tres años después, sus nombres escritos en una placa dan testimonio de la tragedia y rinden tributo a las víctimas.

José Suárez Rodríguez, Luis Alonso Alonso, Avelino Hevia, Ángeles Norniella Rebollada, Jesusa Alonso Cantora, Julia Morán Sánchez, Joaquina Antuña Morán y Rosario Montes Estrada salieron aquel 26 de noviembre sobre las cinco de la madrugada de la cárcel de La Pontona, en Laviana, en una camioneta. Les acompañaba José Suárez Corte, que no llegó a Vindoria, ya que poco después de partir de la capital lavianesa saltó del vehículo y fue asesinado por las tropas franquistas, según las investigaciones de la historiadora lavianesa Rosa Álvarez Campal que han sido plasmadas en su libro «El crimen de Vindoria», presentado esta semana en las jornadas de la memoria histórica organizadas por la agrupación socialista de Laviana.

No fue ese el único camión que no llegó al destino que comunicaban a los detenidos, la cárcel de Oviedo. El vehículo que salió de La Pontona el 26 de noviembre de 1937 se detuvo en Vindoria. Otros lo hacían en ese mismo punto y en San Esteban de las Cruces, según asegura Rosa Álvarez Campal. «Se sabe que hubo más ejecuciones en Vindoria, los vecinos escuchaban disparos por la noche, y éste es un homenaje para todos ellos», señala la autora del libro.

Esta ejecución, destaca, «tuvo un gran impacto, pasando a la memoria colectiva porque había un grupo de cinco mujeres». Los ocho detenidos estaban en la misma cárcel, aunque varios llevaban allí desde «pocos días después de entrar los Nacionales». En otros casos, fueron apresados pocas horas antes.

En esos momentos, «se producen fusilamientos entre aquellos que habían quedado al cuidado de la retaguardia para mantener al frente». El Ejército se empieza a instalar en «casas requisadas a particulares o en edificios públicos y se producían las primeras detenciones».

Ambos grupos tenían «distinta condición social». Las cinco mujeres eran «la vanguardia de la retaguardia», señala la autora de la investigación. Eran jóvenes, la mayor tenía 43 años, y «casi todas estaban integradas en las juventudes socialistas o comunistas». Sus familias se habían instalado en Laviana, pero no eran naturales de la zona, sino que habían emigrado desde otras regiones para trabajar en las minas y residían en la capital del concejo y en Barredos. Se hicieron cargo del hospital de sangre y de los talleres de ropa para elaborar los uniformes. Álvarez Campal hace hincapié en que, cuando estalla la Guerra Civil, «las mujeres están movilizadas». De hecho, son numerosas las que toman la decisión de ir al frente aunque «a los tres o cuatro meses algunas históricas militantes de izquierda les piden que vuelvan a la retaguardia, que se les necesita».

Los hombres, en cambio, superaban los 40 años. Procedían de familias acomodadas del mundo rural, se hicieron cargo del abastecimiento y se habían mantenido fieles a la República.

De los ocho vecinos, cuyos cadávares las tropas dejaron abandonados durante varios días en la escombrera, «se conoce que se recuperó un cuerpo, el de Paca la Francesa, pero no se sabe de ninguno más, porque los datos que hay son escasísimos». Tenía 33 años y trabajaba en la fábrica de chocolates Mayín, según recuerda su sobrino Víctor Rivera, ex diputado del PP y URAS. Fue enterrada en el cementerio ubicado tras la iglesia de Ciaño, que posteriormente desapareció. Antes, su madre, «una mujer coraje» según afirma la historiadora, consiguió que la trasladasen al cementerio de El Entrego y después al de Pola de Laviana.

Rivera asegura que «los crímenes de la Cuesta Vindoria fueron debidos a la represión indiscriminada que Franco ordenó en España, en general para vengar otros crímenes de la otra parte, pagando, claro, siempre los inocentes». Apunta, asímismo, que «la memoria histórica o es para todos o no es memoria, y para nadie es un secreto la manipulación que se hace». «Es peligroso resucitar odios que estaban dormidos y Asturias y España necesitan paz y trabajo y no ahondar en divisiones», señala. Álvarez Campal asegura que «la represión no viene de cuatro locos, sino de instrucciones muy precisas». Sostiene que a varios de los ejecutados, tras su muerte, «se les achacaron varios delitos».

http://www.lne.es/nalon/2010/04/18/vindoria-cuesta-fusilaos/902376.html