«En el cementerio no está mi hijo; ya no sé si está vivo o muerto»
Las familias de los bebés ‘perdidos’ en Cádiz se organizan para aclarar el caso
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FERNANDO J. PÉREZ – La LÃnea de la Concepción – 25/06/2010
Sentada en el salón de su casa de Ronda (Málaga), MarÃa Mariscal, de 69 años bastante baqueteados, rememora el 26 de diciembre de 1967, dÃa en que nació y murió su primer hijo, al que no pudo ni poner nombre: «Fue en el que llaman hospital de La Banqueta, oficialmente creo que se llamaba Fernández Cuesta. Me anestesiaron en la sala de parto. Una hora después de ingresar, una comadrona le dijo a mi marido que habÃamos tenido un niño hermoso, de 5 kilos y 750 gramos. Mi marido esperó tres horas más, cuando volvió a salir la comadrona con cara de pena. Él pensó que me habÃa pasado a mà algo por la anestesia; pero no, era mi hijo: le dijeron que se habÃa muerto».
Cuando despertó de la anestesia y su esposo, agricultor de profesión, le contó la mala noticia, MarÃa afirma que se volvió loca: «Les pedà que me enseñaran el cuerpo, pero el médico me dijo que para qué, que no estaba en condiciones y que era mejor que no guardara una imagen asà de mi hijo». MarÃa y su familia no recibieron ningún certificado de defunción y nunca supieron que se hizo con el supuesto cadáver. Solo saben que el enterramiento no está registrado en el cementerio de San José de La LÃnea de la Concepción (Cádiz). Tampoco tiene ningún documento del ingreso en el centro sanitario para el parto.
«Nadie nos dijo qué se iba a hacer con el cuerpo. Para mÃ, mi hijo cumple 43 años esta Navidad», asegura MarÃa. Esta mujer cree posible tanto que el niño no hubiera muerto y hubiera sido vendido o dado en adopción ilegal, como que efectivamente falleciera y sus restos no se encuentren por un macabro error del registro.
El fiscal jefe de Algeciras ha abierto una investigación para esclarecer una docena de hechos similares relatados por otras tantas familias que tuvieron hijos en los años sesenta en los hospitales de La LÃnea. Es el caso de Carmen R. L, que actualmente vive en Tenerife. El 14 de noviembre de 1968 dio a luz a un niño en la ClÃnica de la Inmaculada. «No lo oà llorar y me dijeron que estaba muerto. Unas personas que habÃa allà nos dijeron a mi marido y a mà que no nos preocupáramos, que ellos se encargarÃan de todo».
En mayo pasado, tras ver un reportaje en televisión con casos de bebés perdidos, y aprovechando un viaje a la penÃnsula, Carmen acudió al cementerio de La LÃnea, en el que no se habÃa atrevido a poner los pies en 42 años. «Yo estaba segura de que mi hijo, al que pusimos Jesús, estaba allà enterrado. Cuando el señor que me atendió buscó en los libros de enterramientos, me dijo que en esos meses no habÃa ningún niño con ese nombre ni con el nombre ni los apellidos de los padres. Fue una sensación horrorosa, se me quedó el cuerpo cortado. Ya no sé si está ahà o si está vivo o muerto».
Otra mujer de La LÃnea que vive con la misma duda y que no quiere dar su nombre, tuvo a su hija el 2 de septiembre de 1970 en el Hospital Municipal. Aunque está «convencida al 90%» de que la criatura falleció al nacer, alberga dudas razonables.
«Durante años le pregunté a mi marido dónde habÃa enterrado a la niña; él, creo que para protegerme, me decÃa siempre que no se acordaba». Esta mujer, de una familia linense de toda la vida, decidió acudir al cementerio por su cuenta. «Descubrà que ni los datos de la niña ni los mÃos ni los de su padre constan en los registros de San José». También solicitó en el archivo municipal los expedientes médicos del centro sanitario. Recibió una carta de un archivero en el que decÃa que «entre el 20 de septiembre de 1970 y el 20 de julio de 1971 hay un salto» en los ficheros del Hospital Municipal, y que las pesquisas en el centro sanitario habÃan sido «inructuosas».
«Llevo 39 años preguntándome dónde está mi hija, porque en el cementerio me dicen que cualquier resto que entra se documenta perfectamente», afirma esta mujer. La única pista clara que ha conseguido es una declaración ante el Registro Civil de «alumbramiento de criaturas abortivas». En este documento, de cumplimentación obligatoria cuando un niño nace muerto, se especifica que su parto fue atendido por el ginecólogo Abelardo GarcÃa Balaguer, uno de los más conocidos de la ciudad
Un enterrador del cementerio de San José, que tiene libros de registro desde 1913, afirma que durante los años sesenta los fallos a la hora de inscribir las defunciones o los cambios de ubicación de los restos eran relativamente frecuentes. «En los archivos a veces se ponÃa la palabra feto y no se inscribÃan más datos», asegura el sepulturero, al tiempo que afirma que en casi todos los casos, los restos de los recién nacidos se descomponen absolutamente en el plazo mÃnimo de cinco años que deben estar enterrados. «Los huesos apenas están calcificados y en el 99% de casos, cuando abrimos los ataúdes no queda ni polvo».