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Una muestra de memoria histórica: el cementerio de las botellas

José Luis Salgado Airas, 06-06-2010 | 8 junio 2010

El «cementerio de las botellas» esconde un episodio terrible de la historia de España hasta ahora olvidada y que por fin sale a la luz

 

Desde la ciudad de Pamplona, ciudad del norte de España mundialmente famosa por sus fiestas de San Fermín, se divisa el monte Ezkaba, donde aún hoy se pueden apreciar los restos del fuerte de San Cristóbal. Esta fortaleza militar fue construida a finales del siglo XIX para evitar los bombardeos artilleros sobre Pamplona, pero jamás llegó a usarse, ya que su función quedó obsoleta con la aparición de la aviación.

La fortaleza fue reconvertida en penal militar y allí fueron a parar muchos de los sublevados en la Revolución de Octubre de 1934 hasta que, tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936, fue decretada una amnistía para los presos políticos. En esta primera etapa como penal, ya se produjeron varias muertes debido a las insalubres condiciones de vida que tuvieron que soportar los presos encerrados en el fuerte.

Miedo y represión

Tras el alzamiento militar de julio de 1936 que dio inicio a la Guerra Civil española, el fuerte se volvió a llenar con militantes de izquierda y opositores a Franco en general. Durante los primeros meses del conflicto, se produjeron varios episodios de fusilamiento entre los presos del penal. Así, en Noviembre de 1936, unos 25 presos fueron fusilados en el fuerte de San Cristóbal.

En Mayo de 1938 se produjo una rocambolesca fuga masiva que tuvo como resultado la muerte de 207 presos, que fueron cazados a tiros por los montes de los alrededores del fuerte. La magnitud de la evasión se aprecia por sus números. De los aproximadamente 2.500 presos que había en el penal, 796 se fugaron. De ellos, 207 murieron en la fuga, 585 fueron detenidos -de los que 14 fueron condenados a muerte y fusilados- y solamente tres lograron llegar a Francia.

Entre el comienzo de la guerra y el cierre del fuerte como penal en 1945, murieron en San Cristóbal unas 305 personas. La mayoría fallecieron a causa de las pésimas condiciones de higiene y salubridad que tuvieron que soportar: hambre, frío y humedad. Las historias que cuentan los presos que lograron sobrevivir a su paso por este penal navarro nos hablan de sufrimiento y dolor, de hacinamiento, de hambre y miseria.

El cementerio de las botellas: el castigo del olvido

Los presos que morían en el fuerte de San Cristóbal iban siendo enterrados en un cementerio improvisado en la ladera del monte Ezkaba, a la sombra del propio fuerte. En él yacen los cuerpos de unos 130 presos. Es este un cementerio sin cruces ni lápidas, sin nada que lo identifique como tal. Los presos eran enterrados con una botella entre las piernas. En dicha botella, se guardaba un papel que indicaba el nombre del preso, su edad, lugar de nacimiento y causa de la muerte, normalmente, anorexia o paro cardiaco, causados por la tuberculosis y el hambre.

A las víctimas de lo sucedido en este fuerte de San Cristóbal y a sus familiares les esperaba aún un castigo peor: el olvido. Un olvido que duró todos los años del Franquismo y buena parte de la etapa democrática. Este era un tema sobre el que no se podía hablar. La política oficial era la de no remover el pasado y el recuerdo solamente lo fueron avivando asociaciones que luchaban para que lo que sucedió durante la Guerra Civil y la dictadura militar no quedase en el más absoluto de los olvidos.

Recuperación de la memoria histórica

La Ley de Memoria Histórica aprobada en las Cortes Generales en 2007 supuso un cambio en las expectativas que tenían muchas familias por saber que había sucedido con esos antepasados que un día fueron sacados de sus casas y de los que jamás volvieron a saber. Esta Ley significaba el reconocimiento a todas las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura y establece la retirada de símbolos franquistas de las calles y ayudas para la localización y exhumación de los cadáveres de los represaliados.

Sin embargo, sigue siendo complicado recuperar esa memoria histórica, tan adormecida por el paso del tiempo. A esto hay que sumar la resistencia que desde ciertos sectores afines a un franquismo sociológico que aún pervive en la sociedad española. El juez Baltasar Garzón ha intentado procesar a los responsables de las desapariciones acaecidas durante la Guerra Civil y el franquismo. Este intento le ha costado ser cesado de su puesto tras un proceso judicial que ha vuelto a dividir en dos a la sociedad española.

Pero en el monte Ezkaba se han seguido exhumando cadáveres del “cementerio de las botellas”. Gracias a la labor de organizaciones como la Sociedad de Ciencias Aranzadi y asociaciones como Txinparta, se han exhumado otros 36 cadáveres durante estas últimas semanas. Muchos aún no se han podido identificar debido a que el paso del tiempo y la humedad han acabado con la integridad del corcho que protegía la información contenida en las botellas, que han acabado llenándose de agua. Pero serán identificados por su ADN, con lo que muchas familiar podrán enterrar por fin a sus familiares desaparecidos hace ya 70 años.

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