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Juan Negrín: Un confesor que quiso ser justo

Público, 04/07/2010 | 6 julio 2010

Tras más de medio siglo en un sótano de París, las cartas del último presidente del Gobierno de la República descubren a un hombre cercano al pueblo

 

ANDRÉS PÉREZ París

Durante décadas, sólo contadísimas personas supieron donde estaban los archivos de Juan Negrín, último presidente del Gobierno legítimo durante la Guerra Civil Española. Porque esos 200.000 documentos clave, como guardaban pruebas y nombres del funcionamiento de la República, interesaban a demasiada gente poco recomendable. Ahora, tras haber escapado a la Gestapo y a los secretas enviados por el franquismo en un discreto sótano de París, el archivo se apresta a volver a España, tanto en forma de papeles amarillentos, como en formato digital.

La Fundación Juan Negrín y la propia nieta del ex jefe de Gobierno, Carmen Negrín, han alcanzado un acuerdo por el que lo que hasta ahora era un «archivo privado español bajo derecho francés» pase a ser en breve un archivo nacional español, gestionado por la fundación, con sede en Canarias.

Hasta ahora nadie ha podido estudiar el archivo y nadie sabe todo lo que esconde. Uno de los aspectos más prometedores es la correspondencia privada que alberga, que pone de relieve la humanidad, el sentido de la justicia y la cercanía con los ciudadanos de un político al que los suyos le dieron la espalda y que salió por la puerta de atrás de la historia reciente de España.

Su nieta, Carmen Negrín, que recibió a Público en el piso parisino que fuera residencia en el exilio del ex jefe de Gobierno entre 1947 y su fallecimiento en 1956, insiste: «No soy historiadora, ni pretendo serlo», por lo que no evalúa documentos, pero recuerda varias cartas a las que ha echado un vistazo. «Hay toda una parte que es la correspondencia oficial entre ministerios, pero también sobre la vida cotidiana de la guerra. Cartas de niños, de madres, de soldados», dice. «He visto una de un niño, diciendo a Juan Negrín que sus padres han muerto. Otra de una madre, que busca a su hijo soldado desaparecido».

Y como las hay «con los momentos hermosos», también hay con «los momentos tristes»: «Recuerdo ahora una carta de un hombre que denuncia a su vecino por extraperlo… Probablemente por vender en el mercado negro cuatro tristes papas»,opina Carmen Negrín.

Se ve en las cartas que la gente le escribía como si fuera un confesor, con confianza, como dirigiéndose a Dios. Cuando escribía él, una de las cartas revela su preocupación por cómo iban a volver los brigadistas de 51 países. Es algo que puede contrarrestar la imagen que han intentado dar de un Negrín que era una bestia, intentando que muriera el mayor número de personas. La correspondencia sobre las condenas a muerte también aclara ese punto. «Hay varias cartas formulando con precisión la exigencia de garantías de que la persona condenada había tenido un juicio equitativo», afirma su nieta.

Bastante tajante es la relación postal de Negrín con un rabino francés en 1939, cuando los judíos europeos sabían que estaban amenazados en Francia, y quizá todavía no en España. «El rabino escribió a mi abuelo para pedirle si allí podían cobijarse las familias. Mi abuelo tuvo que responderle que desgraciadamente no podría hacerlo, dada la subida del poderío de los franquistas. Es algo importante, porque arroja luz sobre toda la mitología que dice que Franco protegió a los judíos», remata Carmen Negrín.

Actualmente están siendo digitalizados los 200.000 documentos, que además de la correspondencia personal incluyen notas, decretos, circulares, manuscritos y listados que «nadie por el momento ha examinado la totalidad», explica Carmen Negrín.

Una copia de ese valioso fondo irá a los archivos nacionales españoles, otra a los conservados en Salamanca, y los originales irán a la futura sede de la Fundación Juan Negrín de Las Palmas. Esta ya dispone de locales, en un antiguo cuartel militar, brindados por el Cabildo insular, para un espacio de exposición permanente y salas de exposiciones temporales.

Novela de espionaje

El itinerario histórico del archivo Negrín, que incluye varios períodos de la Segunda República e importante documentación de la Guerra Civil, es en sí una auténtica novela de espionaje. Carmen Negrín vivió desde pequeña al lado de su abuelo exiliado: «Lo curioso cuando yo los descubrí fue ver que todos los papeles y los legajos estaban envueltos y empaquetados en papel de periódico. Y las fechas de esos periódicos son de los últimos días de la guerra, por lo que parece que mi abuelo los empaquetó in extremis», explica.

«Nadie sabe exactamente cómo cruzaron la frontera, aunque probablemente lo hicieran en camión junto a otras pertenencias gubernamentales, por la frontera catalana», añade. «Cuando uno ve todos esos documentos, que relatan la actividad de presidente del Consejo de ministros, se observa que todo estaba perfectamente organizado y ordenado. La República organizaba una retirada para regresar. Esto es muy importante, porque mi abuelo era un hombre muy organizado, y para él volver era una obligación evidente. Así que dejó perfectamente trazada la continuidad del Estado hasta en los últimos instantes», subraya.

Pero la República no pudo volver. Peor aún: aquello contra lo que la Guerra Civil estaba luchando, el totalitarismo fascista, se implantó en pleno corazón de París, en su versión hitleriana, sólo unos meses después de haberlo hecho en Madrid, en su versión franquista.»Mi abuelo salió de Francia a lo último, en el último barco que zarpó de Burdeos», añade pensativa Carmen Negrín. Pero en aquel sobrecargado buque no había sitio para casi nadie. Tan poco sitio había que no pudieron embarcar al mismo tiempo Manuel Azaña y el propio Juan Negrín. «O sea que si no había sitio para Azaña y mi abuelo al mismo tiempo, tampoco lo había para 200.000 documentos»,  señala.

«¡En algún sitio debió de pasar los años de ocupación ese archivo! Pero nunca me lo contó». Es más que probable que los paquetes tuvieran que salir del sótano del piso parisino, porque todo el inmueble fue registrado por el ejército de ocupación nazi. También es seguro que con la Liberación los bultos allí volvieron, al discreto sótano, en 1947, donde han estado hasta 2009. Pero del período de la Ocupación, misterio total.

Una inesperada visita

El piso de la familia Negrín se convirtió en centro de interés para los secretas del régimen franquista. A primeros de los años cincuenta, aprovechando unas vacaciones de los Negrín en México, policías o militares españoles estudiaron a sus anchas todos los documentos disponibles en el piso. «Nunca supimos cómo entraron, pero sí que se quedaron bastante tiempo, porque encontramos muchísimas colillas en los ceniceros, además de los documentos hurgados», detalla la nieta.

Menos mal que los servicios de las sombras del franquismo nunca tuvieron buena formación. Y que, en sus cursillos de cultura general, mucho aprender de La Raza, pero a nadie se le ocurrió enseñarles las célebres caves: un sótano cerrado con llave y colocado lejos del piso, en medio de un dédalo de pasillos y que solo el propietario lo conoce.

Así, plácidamente atravesaron las décadas esos 200.000 documentos, hasta que el hispanista Gabriel Jackson empezó a subir, a sus 80 años, paquete tras paquete, buena parte de la documentación para estudiarla en el despacho de Negrín. Esperando también al historiador Angel Viñas. Y esperando a la digitalización que está en curso ahora a unos 150 kilómetros de la capital francesa.

¿Por qué ocultó la nieta la ubicación real del archivo hasta fechas tan recientes? Porque «no tenía demasiado claro a qué fundación y adónde los iba a destinar», explica a Público. Una segunda razón de ese secretismo: lo que olfateaban los secretas del franquismo también interesaba al hampa parisino de las colecciones, los documentos históricos y las obras de arte en el siglo XXI. Gente que sabe mucho de caves.

http://www.publico.es/culturas/326046/juan/negrin/confesor/quiso/justo