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Resolución de FAMYR ante la próxima convocatoria de Huelga General

FAMYR, | 8 septiembre 2010

¿Qué se juega la izquierda y la clase trabajadora en la Huelga General del 29 de septiembre de 2010?

 

En Gijón, a 6 de Septiembre de 2010.

¿QUÉ SE JUEGA LA IZQUIERDA Y LA CLASE TRABAJADORA EN LA HUELGA GENERAL DEL 29 DE SEPTIEMBRE DE 2010?.

            Sin duda la “Huelga General del 29-S” es una respuesta justa y necesaria a la ofensiva antipopular y neoliberal del gobierno Zapatero y del gran capital que pretende que la salida de la crisis la paguen los y las trabajadores. Es más, es una respuesta ponderada a un intento de definir un modelo social y político “postcrisis”, que diseñan los que de verdad mandan en esta sociedad, menos democrático y más injusto socialmente. Podríamos decir, sin temor a exagerar, que la huelga es una expresión defensiva frente al intento certero de cargarse de una vez lo poco queda del mal llamado “Estado del Bienestar”. Por ello, para una persona con mínima sensibilidad de izquierda y de conciencia social no le debería caber duda de la obligación de apoyar esta huelga.

            Pero esta huelga no es una huelga más, dado que, por un lado, a diferencia de otras anteriores, se convoca en el marco de la mayor crisis global del Capitalismo, a nivel mundial, de toda su historia, y por otro lado, en una coyuntura histórica de profunda derrota político-ideológica de la izquierda, político y sindical, en su más amplio sentido de la palabra. La crisis actual esta llevando a miles de trabajadores / as al paro, a la perdida de sus viviendas y a los que mantienen el empleo a una rebaja de salarios y empeoramiento de condiciones de trabajo y vida. La crisis no ha sembrado la semilla de la rebeldía, como algunos quizás pretendíamos ver en el reiterado error de “cuanto peor, mejor”, sino que ha generalizado el miedo, la desconfianza y la resignación, del “nada se puede hacer”, que ha atenazado a miles de personas que dudan de sí ir a trabajar el 29-S, y que no saben que hacer ante un futuro incierto. La supuesta izquierda que nos gobierna esta en total desbandada, con una improvisación constante, se ve pronto fuera del gobierno, arrollada por una avalancha de voto obrero y de sectores desfavorecidos que erróneamente llevará al gobierno al PP del caso “Gurtel” y del españolismo rancio, cada vez más clara y abiertamente orgullos de su pasado y presente nacional-católico. Pero curiosamente esta supuesta izquierda gobernante, en un intento claro de mantenerse como fiel gestor del capital, encabeza una ofensiva decidida contra la base social que la aupó al gobierno y un ataque frontal contra el movimiento sindical, el cual se pretende reducir a su mínima expresión, para que en el modelo “postcrisis” ya no tengan que contar con él para nada, ni siquiera para apagar los fuegos de la rebeldía en los tajos, pues ya sólo quedarían rescoldos fáciles de apagar con fútbol y prensa rosa (pan y circo). Es una ofensiva de la cual las cúpulas sindicales, que viene durante años siendo una pieza clave en el adormecimiento de la clase trabajadora, se han dado cuenta, (si se la han dado) tarde, cuando ya su propio “rol social” esta en juego y cuando es difícil movilizar a una clase trabajadora que ha perdido la confianza en su dirigentes y en si misma. Si a ello unimos que se conocen bien las propuestas del gobierno y de la derecha pero que, a diferencia del 14 de Diciembre de 1988, casi nadie sabe la “Propuesta Sindical” alternativa, el riesgo de derrota de la huelga es evidente. El PSOE se intenta “cepillar” a los sindicatos, a todos, mayoritarios y minoritarios, y no se da cuenta, o si, de que con ello allanará el camino a una derecha, de misa y comunión diaria, que también los arrollará a ellos, haciendo bueno el dicho de “Roma no paga a traidores”. Es evidente que ni el gobierno del PSOE ni las cúpulas sindicales son instrumentos válidos para defender a los y las trabajadores, pero tampoco desde otros lares se ven alternativas claras. La izquierda más alternativa y más auténtica, si se permite la expresión, tanto en el ámbito sindical como político, sigue inmersa en una profunda crisis, presa de divisiones intestinas, que la hacen poco operativa y creíble ante los sectores populares, y con una enorme confusión ideológica, que la hace pasar del más puro posibilismo defensivo, en algunos casos que la hace igual o cuando no sumisa a la “izquierda” gobernante, o cuando no a un mero altavoz de frases huecas, consignas manidas y grandes abstracciones, que la alejan de conectar con los intereses y deseos del día de la gente de a pie. Una izquierda real, por su comportamiento ético y moral, pero que se retroalimenta en su endogamia, y que es incapaz, en muchos casos, de comprender cual debe ser su función histórica en el momento que nos ha tocado vivir. En algunos casos, esta izquierda, tanto la política como la sindical, es tan grave su confusionismo ideológico, que no duda en pensar que una derrota de la huelga general del 29 de Septiembre sería una derrota simplemente de los sindicatos convocantes y que ni a ella ni a los trabajadores y trabajadoras les afecta, siendo incluso espeluznantes las afirmaciones de algunas personas que desde discursos hiperevolucionarios no dudan en afirmar que prefieren ser “esquiroles” a colaborar con una huelga convocada por CC.OO. y UGT.

            Con un escenario como el descrito las dificultades objetivas con las que se encuentra la huelga general del 29-S son más que evidentes. Pese a ello, lo que cabe preguntarse, para tomar una decisión adecuada, es que pasará si la huelga general del 29 de Septiembre fracasa, si los sindicados convocantes son derrotados. Para nosotros / as la respuesta es clara, el gobierno concretará más medidas neoliberales, recortará más pensiones, privatizará más servicios, recortará el desempleo, los convenios se negociarán en peores condiciones y el nivel de vida de la clase trabajadora empeorará sustancialmente y de forma más rápida. Asimismo, la derecha más reaccionaría verá allanado su camino para avanzar en la recuperación del gobierno y desde el mismo volver a desarrollar una política como la que ampliamente fue rechazada por el pueblo cuando el “aznarismo” fue derrotado en la urnas. Todo ello sin la compensación, aunque sea parcial, de un movimiento sindical que tardaría en recuperarse de la derrota, como le ocurrió a los sindicatos en Gran Bretaña, en la etapa del gobierno de Thachter. Y, por otro lado, con una izquierda real que continuará desmembrada, sin capacidad de incidencia real, y sin posibilidades de convertirse en alternativa, pues sin conciencia social y sin movilización ciudadana es imposible avanzar en propuestas de cambio social real.

            Ese escenario es el que le viene bien al gran capital y a la derecha política, y el que de lo malo,  salva los muebles a la izquierda gobernante que pasará a ser “leal oposición”, a la espera de mejores momentos en los cuales el sistema los vuelva a necesitar para aplicar políticas que al mismo le resulta más difícil llevar a cabo, por el miedo a la contestación social.  Es por tanto, el escenario que le viene mal a la izquierda real, que verá muy alejado en el tiempo los anhelos de lograr la recuperación de la memoria histórica, de avanzar en el laicismo, de avanzar en el carácter plurinacional del estado, de lograr el advenimiento de la III República, de mejorar las condiciones de vida de las y los trabajadores, y no digamos nada de alcanzar metas mayores como el Socialismo. Un fracaso o una derrota, o ambas, de la Huelga General del 29-S debilitará las posibilidades de cambio social en toda España, limitará las posibilidades de contestación social a cualquier agresión nueva y relegará a las posiciones ideológicas más a la izquierda a la pura anécdota.

            Por ello, sea cual sea la duda que nos ofrezcan los convocantes de la huelga, sean cual sean los intereses espurios de estos, desde la izquierda real no podemos tener duda en que hace falta un éxito de la huelga general del 29-S para  en un futuro no muy lejano, rearmar ideológica y políticamente a la izquierda para que se vuelvan a abrir posibilidades de cambio social. Por eso hace falta que esa izquierda se implique a fondo, desde la autonomía de propuesta sindical y política, en la preparación de esta huelga, para lograr que con las asambleas de base y con el tajo en los curros la clase trabajadora recupere su confianza en si misma, su conciencia de clase y su necesaria autoorganización. Por eso hace falta también, que la clase trabajadora asuma que la perdida de un día de salario, aunque dificulte el pago de la hipoteca del piso o la letra del coche el mes que viene, bien vale, si sirve para poner un pequeño dique de contención al ansia egoísta de enriquecimiento del gran capital y, mucho más, si sirve para poner un peldaño para que el movimiento obrero recupere su capacidad de presión. Si la huelga es derrotada o fracasa, será la clase trabajadora la que quedará una vez más a merced de la  rapiña del capital, y la izquierda, sindical y política, seguirá siendo una mera comparsa, sin capacidad de influencia real. Pero si la huelga triunfa, o por lo menos sale dignamente, aunque ello no signifique un cambio inmediato de las condiciones de vida de la gente, permitirá seguir pensando que más tarde se podrán abrir de nuevo las verdes alamedas por donde transite el hombre libre, que diría Allende. Ante esta tesitura, solo queda currar a fondo por el éxito de la huelga del 29-S, porque en ella nos jugamos muchísimo más que un día de salario.

JUNTA DIRECTIVA DE LA “FEDERACIÓN ASTURIANA MEMORIA Y REPUBLICA”-FAMYR).

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