Infamia papal
No es Benedicto XVI el más indicado para hablar de persecuciones, a menos que pida perdón por las que cometió su Iglesia
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El embajador Vázquez, que alardea de socialista y católico, hacÃa lo propio hace poco al referirse a las excelentes relaciones entre el Gobierno de su partido y la Santa Sede. Sin embargo, la opinión del Padre Benedicto es muy otra y parece que hasta tuvo prisa en expresarla nada más aterrizar en Compostela, pues según su santÃsima mala fe lo que soporta su institución en España es una persecución, similar a la que se dio en los años treinta del pasado siglo.
Alguien del Gobierno que nos representa deberÃa protestar ante la infamia que comportan esas palabras del pontÃfice de Roma y jefe del Estado del Vaticano, pues aparte de la delirante patraña que significa comparar los privilegios de que disfruta la Iglesia actualmente en España -los máximos en los últimos 35 años- con el deplorable periodo durante la Guerra Civil en que se cometieron asesinatos incontrolados de sacerdotes y religiosos, es ignominioso hacerlo por parte del máximo representante de la institución que hizo de aliada en la represión franquista, a cuyo dictador honró con el tÃtulo de caudillo por la gracia de Dios, llevó bajo palio en las ceremonias religiosos, dedicó preces y sigue enterrado en una basÃlica católica.
No es por lo tanto Benedicto XVI el más indicado para hablar de persecuciones, a menos que pida perdón por las que cometió su Iglesia al lado del bando promotor y vencedor de la que El Vaticano consideró como cruzada. Si es inadmisible que un jefe de Estado exponga este tipo de declaraciones al visitar un paÃs cuyo Estado, además, sufraga su estancia, más lo es hacerlo en nombre de una institución que históricamente ha pactado no sólo con la dictadura franquista, sino con la mussoliniana y hitleriana, según los respectivos concordatos firmados con sendos dictadores por PÃo XI y PÃo XII. Gracias a esos regÃmenes, que implantaron en Europa la más cruel de las persecuciones y el más cuantioso de los exterminios, Franco y la Iglesia pudieron imponer en España su doble dictadura nacional-católica.
Es de suponer que cualquier otra declaración de cualquier otro jefe de Estado de visita en nuestro paÃs, que vilipendiara de modo tan falaz y fragrante la ejecutoria gubernamental en relación con ese Estado, encontrarÃa la enérgica reacción diplomática que serÃa menester. No la habrá porque, como dice Vázquez, las relaciones con la Santa Sede son excelentes y siempre lo serán. Las propias entre un Gobierno acosador y una Iglesia perseguida.