«Vestigios» de la dictadura argentina alimentan la memoria colectiva en web
Fotos de unos 130 objetos atesorados por sobrevivientes y familiares de vÃctimas de la última dictadura argentina
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Natalia Kidd Buenos Aires, 16 dic (EFE).- Las fotos de unos 130 objetos atesorados por sobrevivientes y familiares de vÃctimas de la última dictadura argentina transforman el Ãntimo recuerdo en memoria colectiva gracias a su exhibición en un sitio web.
Se trata de «Vestigios», un proyecto desarrollado por Memoria Abierta, que reúne a organismos humanitarios y que hasta ahora habÃa enfocado su trabajo en la sistematización y archivo de documentos sobre los años de plomo (1976-1983).
«Quisimos entrar en la dimensión subjetiva de los objetos que los militantes o los familiares de vÃctimas han ido guardando de aquellos años y los invitamos a que contaran la historia de ese objeto», dijo a Efe Javier Borelli, responsable del proyecto.
El sitio web (www.memoriaabierta.org.ar/vestigios) recoge fotos de objetos de todo tipo, recuerdos personales, como ropa, y otros asociados a la militancia colectiva, como documentos internos de las organizaciones polÃticas de esa época.
Son «vestigios», explicó Borelli, porque «son objetos que hablan del pasado y que a la vez implican una valoración personal».
«Son fragmentos de historias y de memorias personales que representan de manera muy explÃcita la construcción de una memoria colectiva», añadió.
Entre los objetos que pueden verse incluso hay algunos que son prueba testimonial en los juicios a los represores, como la bufanda que la aún desaparecida Martha MarÃa Brea López, detenida en el centro clandestino El Vesubio, tejió para su compañera de cautiverio Ana MarÃa Di Salvo, quien logró sobrevivir.
También hay una foto de un cuadro de Alejandra Lapacó que quedó inconcluso porque la joven, militante de la Juventud Universitaria Peronista, fue secuestrada en marzo de 1977 y permanece desaparecida.
«Cuando se la llevaron a Alejandra, se llevaron también todo lo que era de ella: escritos, apuntes, etcétera. No me dejaron nada. El cuadro se salvó porque estaba en la casa del profesor. Ella pintaba allá porque en la casa donde vivÃamos no habÃa mucho lugar», recordó Carmen Aguiar de Lapacó, miembro de Madres de Plaza de Mayo LÃnea Fundadora.
MarÃa Isabel «Chicha» Chorobik de Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, aportó al proyecto el cuaderno de segundo grado de su hijo Daniel, militante de Montoneros, asesinado durante un operativo en agosto de 1977 y cuya pareja también fue asesinada mientras que la hija de ambos continua desaparecida.
Adriana Kalaidjian quiso que en la web estuviera la foto de los anillos de su hermana Elena, que fueron recuperados por el Equipo Argentino de AntropologÃa Forense (EAAF), famoso por su tarea de identificación de restos de desaparecidos durante la dictadura.
Elena desapareció en enero de 1977 y pasó por dos centros clandestinos de detención. Su cuerpo fue enterrado cono «NN» en un cementerio de Buenos Aires y fue identificado en 2005 por el EAAF, que recuperó los anillos que tenÃa puestos el dÃa en que fue fusilada y se los dio a Adriana, quien aún recuerda cuando su hermana compró una de las sortijas en una feria artesanal.
«El otro anillo yo no lo recuerdo, pero tampoco parece ser en sà mismo un anillo. Por eso, lo que dedujimos, es que alguien se lo dio en el campo clandestino donde estaba secuestrada o es algo que ella encontró. Al menos estas son mis fantasÃas», especula Adriana.
Entre los recuerdos colectivos está el fichero utilizado por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos para registrar los datos básicos de las denuncias por desapariciones y detenciones por motivos polÃticos durante el régimen de facto.
El fichero fue secuestrado en los meses previos a la visita a Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979 y recuperado tras la restauración de la democracia.
También hay una bandera hecha a finales de los 60 por alumnos del colegio secundario Otto Krause y escondida con el advenimiento de la dictadura, que reprimió las organizaciones estudiantiles.
«La bandera era un sÃmbolo. Me acuerdo que mi abuela habÃa ayudado en la confección y en una oportunidad mi propio hermano, con 15 años, cayó preso por protegerla. Lo llevaban detenido a él o a mi. Me dio la bandera, a él lo agarraron, y yo salà corriendo», recuerda Luis Guzmán, ex alumno del colegio que dejó la bandera en su casa cuando partió al exilio.
La bandera ha regresado a la escuela y hoy es utilizada por los alumnos, lo que convierte a este objeto en un verdadero «vestigio» del pasado pero también una expresión vigente de la militancia estudiantil. EFE nk/mar/mr