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Carta de José Gómez Gayoso a su mujer residente en Cuba (6.09.1948)

Ensenada de Riazor, | 4 enero 2011

Última carta a su compañera, del dirigente comunista y líder de la guerrilla gallega

Querida Concha:

Hoy, después de cinco años, te escribo. Por cierto que en situación poco envidiable. Lo hago con un esfuerzo sobrehumano, pues tengo las manos deshechas. Llevo en España cuatro años y medio, los mejores de mi vida. Desde que la dirección del Partido me concedió el honor de venir a luchar al interior, mi mayor anhelo era ver llegado el momento en que pisara tierra española. En estos cuatro años y medio hice todo lo que a mi alcance estaba por cumplir con mis deberes de comunista. Los dos últimos años he dirigido la organización de Galicia. En este puesto he caído el 11 de julio en La Coruña.

Ello fue consecuencia de la traición de un canalla que era ayudante del camarada Antonio Seoane, Jefe del Ejército Guerrillero de Galicia.Tenía que verme con él en su casa el 11 y al llegar me abrió la puerta la policía, que me encañonaba. Pude lanzarme escaleras abajo y largarles dos disparos, pero después se me encasquilló la pistola y en ese momento, por el hueco de la escalera, me dispararon, entrándome la bala por la sien y saliéndome por un ojo. Aún así logré escapar, pero a las 12 del día y con la ropa empapada de sangre, lograron darme caza casi una hora después. Mi desgracia fue que al recibir el tiro rodé por las escaleras y, al recobrarme, no encontré la pistola, si no, no me cogen vivo. Me llevaron al cuartel de la Guardia Civil, pero, al cogerme les dí el escándalo en la calle y miles de personas presenciaron el hecho, y visto mi estado, temieron que me muriera en el cuartel. Poco después me trasladaron al Hospital de Caridad.

En el hospital nada mas llegar, aun sin hacer la primera cura, sobre la mesa de operaciones, empezaron a interrogarme los de la Brigadilla de la Guardia Civil. Pocas horas después me operaban, vaciándome el ojo izquierdo.

Me encerraron en una salo solo, con dos guardias a mi lado y cuatro en los pasillos día y noche, y me sujetaron los pies con cadenas a los barrotes de la cama y las manos esposadas, no sacándome las esposas ni para comer. Así estuve once días. Allí desde el director hasta el practicante hicieron lo que el jefe de la Guardia Civil mandaba. Todavía a medio curar teniendo que llevarme entre dos, pues las piernas no me sostenían, me trasladaron al cuartel de la Guardia Civil, y esa misma noche empezaron los «interrogatorios». Quisiera callar por tratarse de mi, pero no debo. Lo que conmigo y Seoane han hecho es algo difícil de relatar. Sólo te diré que mil muertes son preferibles a lo que con nosotros han hecho. Cuando el 1º de septiembre salí del calabozo era un esqueleto. El día de mi detención pesaba 73 kilos y peso 48. Tengo el intestino y el estómago destrozados y los pulmones no cesan de vomitar sangre. Las manos, solo ahora con enorme dificultad, puedo coger la pluma. En fin, los cuatro años y medio que tardaron en cogerme los tenía rabiosos, y mucho mas el que cayendo el secretario general del Partido en Galicia y el jefe de Guerrillas, al cabo de mes y medio todo lo que cogieron fue 11 comunistas. Los enfureció mas el que a los seis días de nuestra detención se inició una ofensiva guerrillera y empezaron a caer fascistas y quemar centros de Falange y los ayuntamientos de Abegondo y Violeche (Coruña) y uno en Orense. Como ves, Conchita, los palos y torturas cuando conocía estos hechos se soportaban hasta con alegría al saber que nuestros bravos guerrilleros respondían como se debía y que aun caídos nosotros, con sus acciones nos querían decir que ya podían marchar solos, que nada ni nadie podrá acabar con ellos ni con el Partido.

Actualmente, desde el 1º de septiembre, salí del calabozo y pasé a semiaislamiento, pero que permite salir dos horas al patio (los de nuestro grupo completamente solos) empiezo a reponerme algo. Los camaradas que conmigo están son los que se esfuerzan por cuidarme, pues, como nadie tengo de familia, yo no recibo de la calle ni un pitillo.

Nuestro caso lo están acelerando. Tienen una prisa enorme por liquidarnos. Calculo que no nos libraremos, por lo menos Antonio Seoane y yo, de dos a tres penas de muerte. Y para principios de noviembre quieren tenernos ya bajo tierra. Por eso te doy los nombres:

José Gómez Gayoso, maestro nacional; Antonio Seoane, obrero; Juan Romero Ramos, obrero; José Bartrina, médico; José Ramos Díaz, sastre; José Rodriguez Campos, obrero; Juan Martínez, campesino. Hay también cuatro mujeres que se han portado magníficamente y a las que no han podido arrancarles ni una sola palabra.

Son:

María Blázquez, obrera que le perforaron el estómago de un tiro y que aún hoy en la cárcel tiene la bala sin extraer; Clementina Gallego, que está casi paralítica de una pierna; Carmen Orozco, maestra nacional, en grave estado con una lesión cardíaca, y Josefina González Cudeiro. (Vive en A Coruña)

Nuestra situación actualmente sólo ha variado en que, por lo menos, estamos juntos tres en cada celda, y que los que tienen familia pueden recibir comida de la calle. Por lo demás, estamos los ocho encartados de nuestro proceso completamente aislados del resto de los 250 presos políticos. Temen la influencia que podemos ejercer sobre ellos. Por otra parte, han iniciado una labor criminal de provocación, metiendo en medio de nuestro grupo un policía que trataba de sorprender a los camaradas más inexpertos, y ante todo fomentar la discordia entre nosotros, para que en el consejo de guerra nos presentáramos divididos. Además se va a incluir en nuestro proceso, para desprestigiar al Partido y al movimiento de resistencia, a dos o tres provocadores, elementos degenerados que se dedicaban a robar y atracar. Saben muy bien la expectación que produjo nuestra caída; saben que los comunistas no irán al consejo de guerra en plan de lloronas y están trabajando en muchas direcciones para minar la moral y entereza de los menos forjados.

Ahora hay un lio gordo. Nos obligan a todos a ir a misa, Seoane y yo nos negamos. Entonces nos obligaron a subir y estar de pie en formación donde se celebraba. Nosotros nos negamos a arrodillarnos. El director nos amenaza y en esta situación de maniobras y presiones  estamos.

Las órdenes que en la prisión se han recibido son draconianas. Los mismos funcionarios que llevan 20 años dicen que no recuerdan nada semejante. La Guardia Civil quería que nuestra vigilancia en el interior fuera hecha por la Brigadilla, pues no se fiaban del personal de prisiones.

Bueno, Conchi, ahora quiero entrar en el fondo político de las causas y derivaciones de este golpe. Los comunistas no podemos conformarnos con lamentar los percances ni tampoco con el hecho de que hayamos sabido portarnos ante el enemigo como era nuestra obligación.

Por lo demás, el resto de la dirección sigue en libertad, y el Partido que había no fue afectado. Lo mismo las Agrupaciones Guerrilleras. El golpe fue duro, pero confío en que en poco tiempo, con un esfuerzo de los camaradas de dirección que quedaron y sacando las debidas experiencias, Galicia seguirá ocupando el puesto que le corresponde en la lucha contra el franquismo. Desde luego, puedes decir a la dirección del Partido que a excepción del canalla que entregó a Seoane, no se ha dado un solo caso de traición. Todos han resistido palizas y torturas sin soltar nada, a pesar de que se emplearon todos los recursos, incluso el soborno. De mí solo puedo decirte una cosa: cuando salí hacia acá te dije que sabría ser digno de mi título de comunista y de la misión que se me encomendaba. Puse voluntad en dar todo lo posible. He procurado que se aplicara fielmente la línea política de nuestro Buró y clavar en la mente de cada militante y en su corazón el cariño hacia nuestros dirigentes, y principalmente hacia nuestra querida camarada Dolores. De mi fidelidad al Buró y a Dolores estoy seguro que jamás se ha dudado. De mi firmeza cuendo cai en manos del enemigo podéis estar seguros. Y esa será mi actitud hasta la muerte. Yo no me doy por satisfecho y te juro que en algunos momentos me decía a mi mismo, me lo digo día y noche, que cien vidas que tuviera las daría antes de que mis camaradas, mis dirigentes, tu y mis hijos pudieran decir, no ya que fuí un cobarde, sino que tuve una vacilación o claudicación.

Mi fidelidad a la dirección del partido y a su línea política, mi inquebrantable voluntad de que por encima de todo se mantenga en alto y limpia la bandera del partido.

Quiero, si mis fuerzas  lo permiten, dejar una carta para la camarada Dolores. Ella ha sido, no sólo el jefe querido, la que educó en la entereza y fidelidad a los principios del marxismo-leninismo. Ella, Conchi, fue la que dió ánimo y fuerza para aguantar las torturas. Muchas veces, cuando ya creía volverme loco me decía para mis adentros: «Dolores dijo que a los comunistas se les puede romper pero no se les puede doblar». Y no me doblaron. Como tampoco, por lo menos hasta ahora, han doblado a los demás camaradas que cayeron.

Tengo pocas fuerzas y éstas tengo que emplearlas al máximo, pues es ahora cuando se intenta que hombres que han aguantado violentamente las torturas se conviertan en claudicantes cuando llegue el consejo de guerra, con la promesa de salvarles la vida. Y la formación política debilisima de la mayoría, por un lado, y las presiones de nuestros enemigos, por otro, les hacen vacilar. Comprenderás que la bandera del Partido tiene que salir con gloria. Trabajo y trabajaré sin descanso para que así sea. De mi respondo yo, pero hay que conseguir que así se comporte la mayoría.

Y ahora mi Conchi, algo de nosotros. Tal vez ésta sea la última. Tu eres una comunista y como tal debes acoger mi caída, como la de un combatiente que cayó en el campo de batalla. Antes que yo han caído otros que valían infinitamente más.

Sabes con que alegría y orgullo acogí la noticia de que iba a salir para España. Esta alegría se centuplicó en cuanto llegué. ¡Que grande y hermoso es nuestro pueblo! Cuando se trabaja con tesón y honradez se consiguen maravillas. Sólo tengo un pesar: que por mi poca capacidad y por mis propios defectos no haber podido hacer mas. Porque en cada corazón de español arde el odio hacia esta canalla. Comprenderás claramente la razón de por qué nunca te escribí. Sin embargo, os he tenido siempre presentes en mi corazón; han transcurrido ya bastantes años desde que nos separamos. Cualquiera que haya sido el rumbo de tu vida, lo considero acertado, siempre que hayas seguido siendo la comunista que yo conocí. Yo procuré cumplir con la promesa que te hice de que jamás ninguna actitud o acción denigrante empañara mi condición de militante comunista. Este es el único legado que le dejo a nuestro hijo. Te pido que cuando tenga edad para comprenderlo mantengas viva en su memoria su recuerdo. Te pido, te lo suplico, que lo eduques como yo quisiera, para que él sea un comunista fiel y honrado como lo fue su padre. Enséñale el amor al pueblo, a los trabajadores, a España, la patria querida por la que su padre dio la vida. Edúcalo en el respeto y el cariño a los dirigentes del Glorioso Partido Comunista de España, a nuestra camarada Pasionaria. Este es mi último ruego a ti, la compañera y camarada. Estoy seguro, porque te conozco, porque se lo que hay de honradez política en ti, que lo cumplirás.

Respecto a ti sólo dos palabras: si no lo has hecho ya, rehaz tu vida. Eres joven todavía. Pero nada, ni aun los mas fuertes sentimientos personales, te aparten jamás del recto camino que emprendiste al ingresar en el Partido. Esto por encima de todo. Con toda mi alma te deseo que goces de la felicidad que yo no supe o no pude ofrecerte. Aleja lo antes posible de tu mente mi recuerdo como compañero, y si piensas en mi, hazlo como en un camarada. No quiero que por mi sufras. Alcanzar un bien tan preciado como es la liberación de nuestra patria exige muchos sacrificios. ¿Qué ahora me tocó a mi? ¿Paciencia y entereza!. En la brecha quedan miles de comunistas, queda el pueblo, este pueblo por el que debes de trabajar y luchar incansablemente.

Solo quiero pedirte una cosa. Si diera tiempo me mandarás una foto de Pepito y tuya. Tenía una, pero hace dos años me la cogió la policía. Quiero ver aunque solo sea en fotografía a mi hijo por última vez y también a ti. También si es posible envíame algún dinero para hacer frente a las necesidades mas elementales de este mes y medio que puede quedarme. Tendría que ser por giro telegráfico. No he querido apelar a tu familia ni a nadie de la mía, por temor a que se metan con ellos.

Y termino. Llevo cuatro días con ésta y no puedo mas. Muchas cosas podría contarte y, si puedo, te escribiré otra. Tengo que aprovechar bien cada momento y son muchas las que tengo que escribir, mías y de otros.

Y ahora quiero dejar una para nuestra Dolores y otra para los militantes del partido y guerrilleros.

¿Para qué despedidas? Que seas muy feliz, tanto como yo hubiera querido, y sabes que quería que lo fueras. Da a nuestro hijo el último beso de su padre y para ti. Conchi, el cariño eterno de tu Pepe.-

Gómez Gayoso. Prisión Provincial. Primera galería, celda 4. La Coruña.

Un fuerte abrazo para Blas, Marinello, Fabio, Monguito y demás camaradas cubanos y españoles.

Fuente: Héroes de Galicia y España

(Editado en Buenos Aires, 1949)

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