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Cultura y política: el legado de Tierno Galván

Raúl Morodo. El País, | 19 enero 2011

Se cumplen 25 años de la muerte del «viejo profesor», el alcalde socialista de Madrid

RAÚL MORODO 19/01/2011

Se cumplen 25 años de la muerte del «viejo profesor», el alcalde socialista de Madrid cuya figura paternal y festiva ha ocultado, en cierta manera, su larga y fecunda trayectoria intelectual y política.

Hace 25 años, el 19 de enero de 1986, fallecía en Madrid, con 67 años, Enrique Tierno Galván, el «viejo profesor». El pueblo madrileño, sin distinción de ideas, ocupando plazas y calles, en multitud impresionante cercana al millón de personas, despedía con lágrimas y rosas a su alcalde paternal y festivo: «Tierno, amigo, el pueblo está contigo». Tierno, en efecto, supo unir a jóvenes y mayores en el respeto y en el afecto. Su entierro, con esta manifestación de duelo, no despedía solo a un buen alcalde, a un intelectual riguroso o a un político conocido. Tal vez, en el imaginario ciudadano, era algo más: la despedida, con un extendido «hasta siempre», a un hombre honesto y a un presidente de República non nata.

Todos los medios de comunicación, en titulares de primera página y editoriales, destacarán su biografía y personalidad irrepetible. Condolencias, mensajes, declaraciones de amigos y adversarios, reiterarán esta excepcionalidad. Aunque agnóstico, tendrá funeral religioso y laico. En San Francisco el Grande, el arzobispo de Madrid, Ángel Suquía, pronunciará una homilía de reconocimiento: «Fue -dirá- imagen de los buenos mortales, de la elegancia en el trato, de la buena crianza: supo hacer de la política una confrontación de ideas y proyectos, no de personas». Probablemente en el cardenal estaba presente una frase críptica de Tierno: «Dios no olvida nunca a un buen marxista». Esta última aventura política del «viejo profesor», la más conocida sin duda, con sus Bandos traviesos y barrocos, con regañinas de abad liberal, con su movida cultural, en cierta manera ha ocultado su larga y fecunda trayectoria intelectual y política durante décadas anteriores.

¿Quién fue realmente Enrique Tierno? Enigma y misterio, carisma y mito, han rodeado siempre esta fuerte personalidad. Ante todo, Tierno fue un gran intelectual comprometido en busca de una convivencia pacífica. Como muchos españoles vivió tiempos difíciles: tiempos de convulsiones y enfrentamientos fratricidas, de posguerras de vencedores y humillados, de hambres, cárceles y silencios y, sobre todo, del Gran Miedo. También tiempos de despegues, de luchas para superar heridas en ambos bandos, de batallas para salir del oscurantismo cultural y reencontrar las libertades perdidas. Y, dentro de estos contextos, en Tierno habrá siempre un norte reconciliador: «la Guerra Civil -reiterará- debe ser asumida como un hecho histórico».

Tierno nace en Madrid en 1918: castellano viejo, por su procedencia soriana, como Dionisio Ridruejo y Marcelino Camacho. Comienza sus estudios universitarios, ingresa en la Federación Universitaria EScolar (FUE), elige el bando republicano en la Guerra Civil, como soldado. A los 21 años, comienza su nueva vida de exiliado interior: un vencido «rojo» en una España «azul». En los años cuarenta finaliza las carreras de Derecho y Filosofía, da clases particulares para sobrevivir, se casa, tiene dos hijos. Ser un oscuro estudiante vencido en la España triunfal de los vencedores moldeará su carácter intimista: la distancia, aunque cortés, en el trato; la discreción y austeridad en todo y, en el vestir, siempre de gris; la conversación, pausada y amable, que no excluía firmeza de convicciones. Y siempre con una ironía sutil, a veces incisiva y medio burlona.

En 1948 se producirá su primer despegue. Con el apoyo de su valedor y amigo, Carlos Ollero, logra la cátedra de Derecho Político en Murcia y, posteriormente, se traslada a Salamanca. En esta Universidad comienza propiamente su nuevo punto de partida: unir trabajo intelectual y acción política. Tierno tiene solo 35 años, pero representa muchos más: en realidad, Tierno fue siempre mayor. Su modernidad transgresora no se correspondía a su aspecto externo formal. Es en esta etapa cuando lo conozco. Sin molestarle -en el fondo, le gustaba- yo le comenzaré a llamar «viejo profesor», VP. Desde entonces, como alumno y ayudante, amigo y compañero, compartiré con Tierno todas las aventuras políticas, con la excepción de la última, en permanente y casi diaria relación, durante más de 25 años. Será en Salamanca en donde Tierno funda un embrión de grupo político: una asociación europeísta. Europa, en estos años cincuenta, era, a la vez, mito y meta, y también instrumento de lucha política encubierta. Aventura que, obviamente, durará poco: el Gobierno disuelve la asociación y jueces entusiastas nos procesan y envían brevemente a la cárcel de Carabanchel, donde conocí a Dionisio.

Los sesenta serán ya años de acentuación de protestas -estudiantes, obreros, profesionales-, conspiraciones múltiples, reuniones dentro y fuera de España, huelgas y represión. Tierno y Aranguren se convertirán en grandes referentes intelectuales y, Tierno, además político. En 1965, con Agustín García Calvo, serán expulsados de la Universidad española. En esta década clave, Tierno sigue escribiendo, conspirando y viajando. No tiene todavía 50 años y su producción intelectual es cuantiosa. Antonio Rovira ha realizado una gran labor: recopilar sus Obras completas. Han salido ya seis volúmenes, de más de 1.000 páginas cada uno, y muy pronto, un volumen más, junto a otro de «acompañamiento»: de testimonios y semblanzas. En total, serán ocho tomos, más de 8.000 páginas: muy pocos pensadores españoles han publicado tanto.

Además de viajar (Europa, Estados Unidos), Tierno conspira. En la calle de Marqués de Cubas madrileña, Emilio Cassinello, Manuel Medina y yo establecemos un despacho jurídico al que pronto se suma Tierno, convirtiéndose en centro político conspiratorio, con cobertura legal: allí acudirán conspiradores múltiples, estudiantes y obreros sancionados, profesionales y periodistas, diplomáticos, políticos y visitantes extranjeros. Desde un fondo libertario, Tierno intentará construir un nuevo socialismo, heterodoxo y radical, humanista y abierto, desde el interior. Y, así, con evoluciones sucesivas de nombres, aparecerá un Frente Socialista, un Partido Socialista en el Interior (PSI) y, en fin, el Partido Socialista Popular (PSP). Con estas últimas siglas participamos en las diferentes formaciones unitarias de la Oposición (Junta Democrática, Platajunta), que viabilizará la Transición a la democracia, y nos presentamos a las primeras elecciones de 1977, pero sin éxito. Antes de estas elecciones, tuve una discrepancia con Tierno: en una cena con Felipe González, Javier Solana, Tierno y yo, se planteó ir juntos a las elecciones, PSOE y PSP, pero el «viejo profesor» no fue flexible, y erramos. Con todo, el PSP obtuvo cinco diputados: tres en Madrid (Tierno, Fuejo y yo). En 1978, se producirá la integración del PSP en el PSOE y, fugazmente, Tierno será presidente de honor y, más tarde, alcalde socialista de esta Villa y Corte. Fin de aventura, fin de utopía: «Pues nadie puede vencer el mañana» (Omar Jayyan).

¿Tuvo Tierno frustración política? Aunque con ciertas dudas, creo que no: su cultura no era cultura de poder, sí de transgresión y de avanzar. Como admirador de Spinoza, quería abrir caminos y combinar ética de convivencia tolerante con un singular horizonte utópico. Y buen conocedor de los clásicos, sus mejores amigos, sabía muy bien que «los precursores y anticipadores nunca administran el poder».

En su último ensayo, ya enfermo, publicará una críptica Carta a una profesora italiana sobre don Diego Hurtado de Mendoza, ficción barroca y libertaria, en donde, quizás, puede encontrarse la respuesta a este enigma. Termina, así, don Enrique / don Diego, esta carta / confesión a la profesora (utopía): «No hubo en el postrer Renacimiento español persona más independiente en sí mismo que don Diego. Nunca se concedió a sí mismo mucho, pero nunca regateó nada de lo que suyo pudiera dar. Distante en lo esencial, próximo a lo accesorio, estuvo tan cerca de Dios como un filósofo averroísta puede estarlo, tan próximo a los demás como un caballero puede permitirse. Si hubiera vivido don Diego en nuestros días se habría prendido de la belleza, gracia y sabiduría de usted para el consuelo de quienes, sin mérito, la admiramos. La Fortuna, que es envidiosa, no ha permitido que coincidan tantas virtudes. Mándeme, señora, como guste. He intentado cumplir un encargo. Sé que no lo he hecho bien, pero la buena intención y el esfuerzo no han faltado. Besa su mano su humilde servidor y amigo, Enrique Tierno Galván».

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