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«El debate sobre la memoria no se puede eludir en España porque no se ha dado ningún escenario que sirva de reparación»

farodevigo.es, | 4 enero 2011

Entrevista a Amelia Varcárcel, Filósofa

ANDRÉS MONTES

«El perdón es un triunfo moral del cristianismo»

Un libro que lleva por título “La memoria y el perdón” parece tan adecuado a los tiempos que invita a alabar el sentido de la oportunidad de quien lo haya escrito. Sin embargo, en este caso, es el resultado de una década de trabajo de su autora, la filósofa Amelia Valcárcel (Madrid 1950), sintetizado en apenas 150 páginas cuya publicación coincide ahora con el debate nacional en torno a la memoria histórica. Catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Nacional a Distancia (UNED), considera que “el asunto de la memoria es algo que en España no podemos eludir” y atribuye el triunfo del cristianismo a que “es la gran religión del perdón”.

Su incorporación al patronato del Museo del Prado y al Consejo de Estado le brindan un gran momento profesional en el que solo cabe lamentar la falta de tiempo para relajarse con lo que tanto le gusta, la jardinería, en la terraza de su casa en Oviedo.

–Lleva con este libro casi diez años y su aparición viene a coincidir con un momento en el que el debate sobre la memoria en España está en pleno vigor, ahora quizá atenuado por la coyuntura económica.

–Hay un motivo muy fuerte que es una guerra civil, la contienda más terrible. Después de la nuestra, en Europa, sólo hubo otra guerra civil en Yugoslavia. El continente ha padecido dos guerras mundiales, lo que no está mal para un mismo siglo pero en una guerra de agresión entre países el enemigo está bien localizado. Las guerras civiles en Europa siempre fueron conflictos religiosos y las sufrieron todos los países, excepto nosotros. Felipe II la eludió con los autos de fe, pero al final nuestra confrontación civil no se pudo evitar, venía gestándose desde las guerras carlistas prácticamente. Por eso, el asunto de la memoria es algo que en España no podemos eludir, porque no se ha abierto ningún escenario de perdón y se instala una violencia larvada. La gente sólo quiere vindicar la memoria pero nadie le ha pedido perdón y además eso es algo que no va a suceder, porque una guerra es muy difícil, la otra parte siempre puede decir que ella también sufrió atrocidades y no tiene por qué disculparse.

–¿No existe el perdón mutuo o un perdón consensuado escenificado en la transición?

–No. En la transición se consiguió salvar la convivencia futura, superando los escollos de las amenazas golpistas. Pero eso nada le dice a quien quiere que su abuela deje de estar enterrada en una cuneta. La gente quiere a sus muertos en los cementerios, como los de los demás. Y esa es un herida muy abierta sobre todo en aquellos casos de asesinatos después de concluida la contienda y tras procesos cuanto menos dudosos o apresurados. Esa gente quiere una reparación.

–La guerra civil junto a las supuestas amenazas a la unidad nacional son los asuntos que se plantean en términos más dramáticos.

–Ese es un asunto recurrente y muy pesado, que, como bien dicen los papeles de la embajada de Estados Unidos ocupa demasiado la atención de la clase política y la distrae de cosas más fundamentales. Pero imaginemos el escenario del País Vasco. En el momento en que cese la violencia o abres un escenario de perdón o es muy difícil seguir adelante. Cuando la memoria de la violencia se calla, porque hay que seguir viviendo, algunos perdones se pueden transformar en perdones fundantes, sobre ellos se construye algo nuevo.

–¿Perdón y olvido han de ir siempre juntos o es posible perdonar sin olvidar?

–Hasta ahora cuando perdonábamos nos comprometíamos a olvidar. A partir de la Shoah, del Holocausto, cuando perdonas te comprometes a no olvidar.

–Pero el perdón no restituye el mal hecho.

–El mal hecho nunca se puede restituir, la única manera sería dar marcha atrás y que el mal no se hubiera producido. A partir de ahí, la justicia consiste en decir “vamos a producir un mal igual”. El origen de toda justicia es el talión. La violencia abre una cadena interminable de venganzas. Para romper esa cadena se ha inventado la ley, que cierra las venganzas porque, por así decirlo, se venga por el ofendido. Pero la ley se desentiende de la víctima, lo que le importa es el delito, y eso implica que hay algo que siempre va a quedar sin pagar.

–Usted califica el perdón como “una soberbia innovación moral”.

–El cristianismo triunfa porque es la gran religión del perdón, es la respuesta a un mundo que quiere un cierto tipo de unidad que la filosofía no ha sido capaz de darle porque la filosofía es para élites. Aunque, y en esto hay que reconocerle la razón al Papa Ratzinger, el cristianismo es una religión altamente filosófica. La gran novedad que incorpora es el perdón y gracias a ello se asienta en sociedades muy distintas. Perdonar es la instrucción más constante, que está en la oración fundacional, el “Padre Nuestro”, que nos dice que todos los días hay que comer y perdonar.

–En estos tiempos, la parte del “Padre Nuestro” que convendría rezar con más intensidad es la de “perdónanos nuestras deudas”.

–Eso es ir por la vía del sarcasmo. Para los judíos, las deudas prescribían cada siete años. En la moral del mundo antiguo cada cosa que se hace mal es una deuda que se contrae y si no la paga el deudor, la pagará alguien. Es decir, por lo que has hecho mal te pasará otra cosa, y si no te pasa a ti le pasará a tus hijos o a los hijos de tus hijos, hasta la cuarta generación. La gente cree y no lo confesará nunca porque puede parecer raro o supersticioso, que nada de lo que hace mal va a quedar sin ser pagado. No es nada raro que cuando hay una gran tragedia, que ya sabemos que son gratuitas, haya quien tienda a atribuirlo a causa personales, a subjetivizar un mal general. Tras el terremoto de Argelia, se registró una oleada de mujeres poniéndose el pañuelo por propia iniciativa y de manera espontánea, convencidas quizá de que su poca adhesión religiosa tenía algo que ver con la desgracia.

–Usted constata que apenas hay reflexión filosófica sobre el perdón, ¿puede ser por sus connotaciones religiosas?

–Compartir ese contexto religioso hacía que investigarlo pareciera innecesario. Pero en una sociedad multicultural es importante asentar esa idea de cancelación que es ajena a muchas religiones. Para el hinduismo, por ejemplo, vivir es pagar una deuda previa en sucesivas reencarnaciones. Las religiones expresan de forma sobrenatural anhelos humanos muy profundos. La religión es una parte importantísima en el proceso de hominización. Como afirmaba Herder, la religión es el depósito de saber más antiguo que tiene el mundo, sobre todo antes de que la humanidad empiece a disponer de saberes positivos. La filosofía se creó al margen pero luego interfirió tanto en la religión que, especialmente en los grandes monoteísmos, no resulta fácil separarlas. De nuevo hay que darle la razón a Ratzinger en que el monoteísmo es una construcción racionalista.

–¿Este Papa hace buena la idea de que los intelectuales que destacan en lo suyo suelen fracasar en las decisiones del día a día?

–Para mí no es uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo pero lo que dice sobre el racionalismo del monoteísmo me parece convincente. Sobre su capacidad para gobernar una corporación tan amplia, con tantas delegaciones, tan longeva y tan masculina no puedo decir mucho. El gran desafío de la Iglesia romana es que no tiene relevo y los que llegan nuevos son gente con tendencia al fundamentalismo.

–¿La Iglesia estaría entonces deslizándose hacia el fundamentalismo?

–Ante los casos de pederastia hemos visto que la verdad no se profiere nunca, la hipocresía es constante y el silencio no es respeto, es secreto. Eso es un hormiguero del mal, un pozo de suciedad moral. Lo cual es más grave en una corporación que dice encarnar el bien. El problema del fundamentalismo se produce cuando la institución puede más que cualquier opinión y se plantea un objetivo. La religión que está en un momento fundamentalista terrible es el Islam, con el agravante de que además se extiende. Y cuando una religión entra en ese proceso fundamentalistas, el resto también se radicaliza como reacción. La fuerza de la religión nunca puede ser minusvalorada.

–¿Quizá la minusvaloraron quienes pensaban que avanzar en el laicismo resultaría un proceso más llevadero y ahora ven que España vuelve a ser para el Vaticano poco menos que tierra de misión?

–Los gobiernos tienen la tentación siempre de jugar en el corto plazo y en períodos breves pueden pesar más los votos de una minoría que el situar a esa minoría en el lugar que realmente ocupa. El problema de la democracia es que elegimos gobernantes para plazos muy cortos y pretendemos que resuelvan problemas que tienen plazos muy largos.

http://www.farodevigo.es/sociedad-cultura/2011/01/03/perdon-triunfo-moral-cristianismo/505441.html