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El dolor verdadero

Alejandro V.García. Granada Hoy, 05.02.2011 | 6 febrero 2011

Lo que ocurrió ayer en el cementerio de Granada tras la inauguración de la escultura La Piedad merece formar parte de la historia local de la abyección

LO que ocurrió ayer en el cementerio de Granada tras la inauguración de la escultura La Piedad de Eduardo Carretero merece formar parte de la historia local de la abyección. El Ayuntamiento pretendía promover la reconciliación con el nuevo encargo escultórico pero lo que hizo fue remover aún más la controversia sobre uno de los sucesos más inhumanos ocurrido en Granada en el siglo pasado. El concejal de Patrimonio José María Guadalupe, en su afán de justificar la negativa de su partido a colgar la placa en recuerdo los 3.000 fusilados, puso en juego un argumento perverso: no se puede poner la placa porque las tapias del cementerio no son las originales. Es decir, faltan las pruebas para adherir los epitafios. Y por si faltara poco, el gerente de la empresa municipal del cementerio, José Antonio Muñoz, apuntilló: los impactos visibles en los muros del siglo XIX no son de balas. Sólo le falto añadir el corolario: si las tapias son posteriores y las marcas de los proyectiles falsas, no hay indicios originales de los fusilamientos. No lo dijo así, por supuesto. Digamos que la comitiva municipal se contentó de momento con deslegitimar las pruebas. Y si no hay pruebas ¿qué museo se puede construir, qué justicia reclamar? Lo dejaron en el aire.

Lo que las asociaciones de Memoria Histórica y los familiares de los fusilados pretenden salvar del olvido al colocar una placa no son las tapias ni los impactos. No los mueve un ansia de coleccionismo barato ni el anhelo de probar la autenticidad de los ladrillos horadados. Es algo mucho más profundo y doloroso. Es la muerte, la matanza continuada y masiva de personas que ocurrió allí o cien metros más abajo. En este paño concreto de la pared o en otro desaparecido. Da igual. Lo que la placa quiere evocar es un tramo dolorosísimo de la historia que no puede ser cuestionado en función de la edad de las briquetas o del adobe.

El exterminio físico es, además de un crimen de lesa humanidad, una condena a la relegación absoluta. Los que matan y exterminan por odio a quienes consideran sus enemigos lo que pretenden, más allá de la aniquilación física, es suprimir del todo su memoria. Unas veces lo consiguen y otras no. En 1936 las escuadras negras franquistas trataron de borrar de la historia a varias generaciones de granadinos mediante ejecuciones sumarias, pero no lo lograron del todo. Arrumbaron los cadáveres y enterraron de mala manera sus huesos pero no pudieron cancelar su herencia cívica ni acabar, como escribió Garcilaso, con el «dolorido sentir». Una de las tareas más nobles de las generaciones consiste en preservar del olvido a sus mayores, sobre todo cuando fueron víctimas de una masacre que pretendía, además de acabar con sus vidas, arrancarlos de la historia.

http://www.granadahoy.com/article/opinion/897521/dolor/verdadero.html