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La eterna condena de un poeta

Luis Arias Argüelles-Meres. laopinion.es, | 2 marzo 2011

Se confirma el cruel ensañamiento del que fue objeto uno de los poetas más grandes de nuestra literatura contemporánea

LUIS ARIAS ARGÃœELLES-MERES

Cuanto más me contemplo más me aflijo: / cortar este dolor ¿con qué tijeras?/ Ayer, mañana, hoy/ padeciendo por todo/ mi corazón, pecera melancólica, / penal de ruiseñores moribundos». (Miguel Hernández)

El Tribunal Supremo deniega la revisión de la condena a muerte a Miguel Hernández, tal como había solicitado la familia del poeta, así como Comisión Cívica para la Memoria Histórica de Alicante. Sin entrar en consideraciones de orden jurídico, se confirma el cruel ensañamiento del que fue objeto uno de los poetas más grandes de nuestra literatura contemporánea.

Se diría que en este país poesía y tragedia están tremendamente unidas no sólo por razones de índole estética, sino por asuntos que tienen mucho que ver con nuestra propia historia.

La España que abomina del talento, que persigue a los elegidos, que siempre quiso ahogar las voces y los ecos de mayor hondura, trató con ensañamiento a dos grandes poetas, a Lorca y a Miguel Hernández. Al primero, ni siquiera lo juzgaron; al segundo, tras serle conmutada la pena de muerte, por 30 años entre rejas, murió en 1942, tras haber recorrido, enfermo, varias prisiones, tras haber carecido del cuidado médico y humano más elemental.

En 2010 se celebró el centenario de su nacimiento; un año después, sabemos que no se anulará la tremebunda e injusta condena que dictaron los tribunales de aquella España franquista que se reclamaba defensora de los valores de la civilización cristiana.

Es obvio que la anulación de la condena sólo supondría una reparación testimonial al horrendo oprobio del que fue objeto, pero ni siquiera eso se le concede.

Evocar a Miguel Hernández nos lleva indefectiblemente al dolor, a la tragedia, al sufrimiento y a la injusticia, pero nos emplaza también en la belleza, en la vida y en el amor.

Poeta de combate no sólo frente a las injusticias y opresiones, sino también a favor de la vida y el amor. Ciertamente, el amor es uno de los grandes protagonistas de sus poemas, un amor que nada tiene que ver con ñoñeces, un amor trágico como su vida y obra.

Nos duele, al recordarlo, hasta el aliento. Nos mueve, al releerlo, lo mejor y lo más heroico de nuestra historia. Su lirismo es épico. Su amor es un desgarrarse hasta lo infinito.

Miguel Hernández, poeta y español. Miguel Hernández, víctima de su empuje, de su vitalidad, de su amor, de sus ímpetus líricos que incurrieron en el heroísmo.

Trágica España, trágica poesía la de nuestra lengua. Trágica historia con su martirologio de grandes poetas.

Le toca a Miguel Hernández una eterna condena, la inmortalidad de la gloria y de la injusticia. Tal parece que la justicia poética y la justicia histórica se niegan a discurrir entre nosotros por los mismos derroteros. Tal parece que esa reparación simbólica no es posible en la medida en que cambiaría el rumbo marcado por la historia de un tiempo y un país que se juramentó para perseguir, cuando no para dar muerte directa o lenta, a sus elegidos.

Tal parece que la mejor poesía de un tiempo y un país se emplaza de modo inseparable y fatídico en el marco de la Tragedia con mayúsculas.

http://www.laopinion.es/opinion/2011/03/01/eterna-condena-poeta/332419.html