«PreferÃamos dar al niño siempre recién nacido. Ninguno se nos hacÃa mayor»
Una monja relata la conexión de su centro con las tramas de adopción y niega cualquier pago
JESÚS DUVA Y NATALIA JUNQUERA 06/03/2011
SOR JUANA ALONSO Exsuperiora de la casa cuna de Santa Cruz de Tenerife
Entre 1951 y 1970 fue la monja superiora de la casa cuna de Tenerife, un lugar que algunos niños que vivieron allà describen como «la casa de los horrores». Hoy, a sus 96 años, sor Juana Alonso recuerda aquella etapa «con mucha ilusión y mucho cariño». «Mientras estuve en Tenerife di a muchos niños en adopción, con todas las de la ley y todo el cariño que Dios nos ha puesto en el alma. ¿Está claro?». Antes de que se le pregunte por el supuesto robo de niños que algunos de los acogidos en aquella casa cuna han denunciado, sor Juana responde: «¿Que vendÃamos niños? Allà no cobrábamos nada. Yo pagaba hasta las partidas de nacimiento que habÃa que sacarles luego. Pero de vender o traficar con niños nada de nada. No cobrábamos nada, si acaso nos daban unos pastelitos de regalo. ¡Lo demás son cuentos!».
Sor Juana, hermana de la Caridad, admite que tenÃa un acuerdo con la vasca Mercedes Herrán de Gras, fallecida en 2002, a la que varias mujeres acusan del robo de sus hijos. «Lo tenÃamos muy bien organizado. Yo he ido más de una vez a Bilbao -donde Herrán de Gras tenÃa lo que las afectadas llaman pisos patera para madres solteras- a recoger a algún niño. Ella tenÃa madres que iban a dar a luz y de vez en cuando nos llamaba y nos decÃa ‘id preparando a los padres para que vayan a verlo’. Yo iba a Bilbao, los metÃa en el capazo y los traÃa a Tenerife, de avión en avión. ¡Qué trajÃn! Doña Mercedes también me llamaba cuando tenÃa algún compromiso y nos pedÃa un niño, y a veces también le decÃamos: ‘Mujer, déjanos alguno’, porque nosotras tenÃamos también otra petición. Era una gran señora, muy buena cristiana, que trabajaba en la casa cuna de Bilbao. Ella misma habÃa adoptado a su hijo. Lo habÃa cogido de una mujer que le abandonó. Bueno, abandonar no se puede decir, pero mejor que abortarlo… Pero vamos, una gran señora. Los Herrán de Gras son muy famosos en Bilbao, en España y en todas partes».
En un momento de la conversación, sor Juana asegura que no daban en adopción a niños menores de tres años. «Por ley no podÃamos, porque la madre podÃa reclamarlo. TenÃan derecho a tenerlos tres años abandonados, que ya es decir, ¿eh?, pero lo respetábamos. Desde que yo estuve allà fue asà la ley». Sin embargo, luego habla de recién nacidos. «PreferÃamos dar al niño siempre recién nacido. Si las madres no venÃan, como mucho a los pocos meses se daba el niño. Y como tenÃamos fama de darlos bien, ningún niño se hacÃa mayor en nuestro centro. Se lo llevaban antes».
Sor Juana explica entusiasmada el proceso. «Llamábamos a los padres adoptivos y les decÃamos: ‘Miren, tenemos un recién nacido, si os interesa podéis venir a verlo’. Y ellos venÃan con los brazos abiertos y el capazo… PodÃan escoger niño o niña. Generalmente eran personas muy educadas y muy buenas, y decÃan: ‘Nos da igual que sea niño o niña, porque si a mà me lo diera Dios, yo aceptarÃa lo que fuera’. Solo recuerdo a un matrimonio que cuando le saqué a una niña de mesecitos, que era bastante morenita, el marido me dijo: ‘Yo la querÃa rubia’. Y le respondÃ: ‘¡Pues váyase a un bazar y cómprese una muñeca!».
Sor Juana asegura que las religiosas examinaban a conciencia a los padres adoptivos. «Les exigÃamos muchos requisitos. Mirábamos que lo pudieran educar bien, que fueran buenos cristianos… Nos lo pedÃa nuestra conciencia. Y cuando un niño no estaba en condiciones, tampoco lo dábamos. Recuerdo una mongólica que no la querÃamos dar a nadie. HabÃa una señora de Las Palmas, solterona, que la querÃa y nosotras le decÃamos: ‘No se la lleve, no se la lleve, que no es normal’. Pero al final se empeñó tanto que se la dimos. La crÃa la llevó por la calle de la amargura, pero ella querÃa a su niña que daba gloria».
Preguntada por si avisaban a las madres biológicas antes de entregar a los niños, sor Juana responde: «¡Pero si no las conocÃamos! No se daban a conocer. Recuerdo una noche que yo estaba velando y sonó el timbre del torno de la puerta. Cuando salÃ, vi que me habÃan puesto un niño con un papelito que decÃa que su madre no podÃa tenerlo. Yo lo recogà con el papelito, que está guardado en su expediente. Lo recogimos y ya era nuestro».
La exsuperiora de la casa cuna de Tenerife durante 19 años niega la mayor cuando le mencionan el nombre de Liberia Hernández, que asegura que fue robada en esa institución cuando tenÃa ocho años y ha relatado terribles malos tratos a las niñas por parte de las monjas. «No me suena de nada. ¡Eso es un cuento!»
Eso sÃ, sor Juana no pone la mano en el fuego por lo que pasó tras su marcha. «Yo respondo por el tiempo que estuve allÃ. Pero recuerdo perfectamente que doña Mercedes comentó una vez: ‘El jardÃn [de infancia, la casa cuna de Tenerife] no es el mismo desde que sor Juana y Don Bernardo [Acuña, el administrador del centro] se han marchado’. Y sé que ella se despidió de allà porque aquello no le convencÃa. Eso hay que hacerlo con mucho cariño ¿sabe? Y asà lo hicimos, sino yo hoy no estarÃa tranquila».