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¡Hay esperanza!

Angel Prieto Prieto, 15-04-2011 | 21 abril 2011

Ayer, de nuevo, en el ochenta  aniversario  de aquel sueño de cinco años, se ha vuelto a escuchar el ¡salud y república!

 

¡Salud y República! Con este saludo de bienvenida celebraron la inmensa mayoría de los españoles el advenimiento de la II República en España (14/4/1931); el más importante y significativo intento de transformación de las estructuras socioeconómicas y culturales de nuestro país hasta ese momento.

La propuesta de democratización  y transformación de unas fórmulas de convivencia que habían quedado ancladas en el siglo XIX y trasnochadas en relación con el resto de Europa, resultaba tan esperanzadora para la ciudadanía, como amenazante para los sectores e instituciones que tradicionalmente venían detentando el control político, económico e ideológico de la sociedad española.

Sin embargo, ese espíritu de renovación y modernización se vio radical y cruelmente truncado por la alianza de las fuerzas más intransigentes y reaccionarias del momento que propiciaron el golpe de Estado de julio de 1936 y el desencadenamiento del más terrible de los enfrentamientos mantenidos entre españoles a lo largo de nuestra ya dilatada historia.

Ayer, de nuevo, en el ochenta  aniversario  de aquel sueño de cinco años  que los enemigos de la libertad convirtieron en una pesadilla abyecta de más de cuarenta,  se ha vuelto a escuchar el ¡salud y república!  en los cientos de homenajes y reconocimientos a aquellos republicanos y republicanas  que quisieron construir el  futuro  en torno a valores  genuinamente  humanos : libertad, igualdad, solidaridad.

Con emoción y alguna pizca de nostalgia se sentía el saludo republicano   en la plaza de Cibeles al comenzar la manifestación convocada por la Coordinadora Republicana de Madrid para conmemorar dicho aniversario. Con la misma fuerza de siempre, o con más, si cabe, volvieron a sonar las voces de la memoria silenciada pidiendo verdad, justicia y reparación. Con idéntica nitidez se oyeron eslóganes reivindicando un Estado laico, más justo, más equitativo, más igual… Y, potente, rotundo, emocionante, surgía de las gargantas, de los corazones asistentes, el grito simbólico, el  símbolo  esperanzador,  que condensa todos los demás: ¡por la tercera república!

Símbolo condensador porque a estas alturas de los tiempos vividos  bajo la Constitución de 1978, se sabe, con absoluta certeza  que sólo con un Estado republicano de izquierdas se podrá poner fin a la impunidad franquista, al clericalismo rampante, a la insaciable voracidad de los mercados… Y  símbolo esperanzador porque los republicanos de toda la vida, los viejos luchadores, los conocidos de siempre eran minoría en la manifestación.  Ha costado mucho, pero, por fin, la tendencia se ha invertido. Ayer, —se puede decir alto y claro, cientos—, miles de jóvenes, algunos en formación, reivindicaban la tercera república  porque no quieren ser súbditos de una monarquía hereditaria, sino ciudadanos  republicanos con pleno derechos.

Anochecía en la puerta de Sol. El viejo ¡salud y república!, como un ritual, se repetía por doquier. Pero, esta vez, el verso  llevaba coda: ¡hay esperanza!