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«Presos del silencio» un documental de fortaleza histórica

Octavio Fraga Guerra. Kaos, | 23 abril 2011

Dirección: Mariano Agudo y Eduardo Montero

 

Presos del silencio: un documental de acentuada vestidura histórica, construido con aciertos cinematográficos por un equipo de realización joven comprometido con la verdad y la memoria.

Transitando por las bondades del ciberespacio, desde a la selección crítica de textos que pudieran ser útiles para complementar visiones teóricas con acotaciones audiovisuales, encuentro uno que me resulta revelador para el análisis del documental Presos del silencio, de los realizadores españoles Mariano Agudo y Eduardo Montero.

Me refiero al ensayo titulado El recuerdo como olvido y el pasado extranjero. Padres e hijos ante la memoria histórica mediatizada, de los académicos Víctor Sampedro y Alejandro Baer. Quiero tomar prestado y compartir algunas ideas de este texto que constituye un preámbulo oportuno para adentrarlos en la carretera del texto fílmico que pretendo desmenuzar.

“Quienes invocan en la actualidad la memoria histórica y emprenden este amplio abanico de estrategias para su recuperación y difusión, lo suelen hacer con un doble objetivo. Por un lado, arrojar luz sobre las historias silenciadas, y así brindar el debido reconocimiento a los olvidados. Por otro, toda revisión del pasado sirve para ensalzar o denigrar a los protagonistas, con la vista puesta en el presente y sobre todo, en el futuro, es decir, interpelando a la juventud que ‘no conoció ese pasado’ y ‘a la que le pertenece el futuro”.

La primera idea me parece acertada de cara al conocimiento que todo joven debe tener de su propia historia, no solo por esa obvia fraseología de la necesidad del conocimiento, de la instrucción más allá del aprendizaje escolar; también por esa experiencia lúdica que aporta la literatura, el arte, la narración oral, el anecdotario familiar y por supuesto el cine. Sin embargo, sobre la segunda idea, “ensalzar o denigrar a los protagonistas” no me parecen sustantivos constructivos, prefiero –entendiendo la idea de los autores-: “la precisión histórica de los hechos acaecidos en el pasado”.

En otra parte de este trabajo, los apuntes van hacia el papel de los medios de comunicación en la canalización de la memoria histórica: “Los medios de comunicación, en tanto que escaparates para la difusión de información sobre el pasado y vehículos de socialización por excelencia en las sociedades actuales, juegan un papel cada vez más importante en la consolidación o deconstrucción de memorias colectivas, especialmente cuando las memorias generacionales se difuminan con el paso del tiempo”.

Resulta oportuna la idea que esbozan en torno a este mismo tema –de los medios de comunicación y la memoria histórica- cuando subrayan: “Los medios y la industria cultural también pueden ser acusados de vaciar de significado la memoria, trivializando el significado de los acontecimientos del pasado. La normalización periodística de las efemérides históricas se relaciona con la disneyficación de los museos de la memoria. Los telediarios y las portadas que evocan tragedias nacionales suelen recurrir a clichés y versiones homogeneizadoras que conjuran los traumas sociales”.

Con tan solo un repaso a buena parte de la programación de los canales de televisión nacional de España, se aprecia que las ofertas que ocupan horarios estelares son verdaderas vitaminas para reforzar la banalidad y la estupidez, siendo los jóvenes la presa más apetecida. En el caso del cine documental, la programación es pobre y racionada a pesar de esa máxima de Nichols que sentó cátedra: “El estatus del cine documental como prueba del mundo legitima su utilización como fuente de conocimiento”.

El texto al que hago referencia, en la medida en que va tomando cuerpo se enriquece con nuevos argumentos que articulan en una dialéctica de racionalidad y sentido común. Sobre la relación memoria y medios de comunicación avisa en una idea que es vital para entender este fenómeno y nuevamente los cito: “La mediatización de la memoria –su creciente dependencia del eco mediático- conlleva unos efectos ambivalentes, que comienzan con la descontextualización y pérdida de referentes históricos precisos”. Cierro este necesario bloque de citas con una puntualización del mismo texto que resulta enlace con la reflexión que pretendo hacer sobre este documental. “En el audiovisual, la falta de imágenes llevaría a un déficit de representación de las memorias carentes de imágenes. En el discurso periodístico, la ausencia de testigos y de testimonios marcan los límites de representación del pasado. La memoria mediática está, como toda forma de memoria, plagada de vacíos y silencios”.

Estas son las claves estructurales y los objetivos de los autores de Presos del silencio, un documental con todos los ingredientes de un documento histórico. En los últimos años afloran documentales con el sello de “documentos históricos” que presumen –en todo caso- de escaso rigor, de incoherencias, de omisiones divorciándose de la objetividad, primando lo colorido, lo desdibujado del análisis, apelando a recursos tecnológicos que “garantizan” la verdad de los hechos.

El dueto de directores desempolva pasajes ocultos o fragmentados de una epopeya que requerirá nuevos análisis, nuevas lecturas y apuestas fílmicas en la que se incorpora de manera oportuna este documento fílmico. Tres canales o ejes temáticos confluyen en esta pieza hilvanados por el análisis historiográfico, el uso acertado de los protagonistas en tono de testimonios, y la necesaria contraparte de imágenes de archivo. Los hechos ocultos o fragmentados van tomando cuerpo por esa virtud que tiene la memoria de acumular su propio caudal, donde afloran temas que fueron simbiosis de narraciones orales en tertulias de familiares y amigos confidentes.

Palabras como campos de concentración, garrote, miseria, humillación, esclavos, barracones, fusilamientos, represalias y otros vocablos, son fragmentos que se van entrelazando en una idea en torno a una palabra que forma parte de la historia universal: El Franquismo.

Pero las palabras por sí solas no bastan para “acercarnos” a ese pasado a esas vivencias truncadas por el silencio, por el miedo o la dilatación en el tiempo ante la falta de una ventana que sirva de vehículo para el conocimiento.

Presos del silencio invita a los represaliados del franquismo a develarnos sus historias, que van desde: el ser testigos de asesinatos extrajudiciales por expresar abiertamente su deseo de libertad, hasta ser amenazados por el color de su pensamiento. Son personajes entrañables, hombres y mujeres que conjugan el dolor acopiado en sus entrañas con la lucidez –y por qué no- la sonrisa a pesar de la crudeza de ese pasado, que “se dibuja” desde la connotación de recuerdo.

La necesidad del conocimiento de estas historias es la justificación de su presencia en esta pieza fílmica para que no retornen a nuestro futuro. Son confesiones que apelan al diálogo, a la verdad. Ellos mismos nos dan las pautas de hombres y mujeres del silencio: “Se perdona, pero no se olvida”, “A la vez que lo estoy diciendo, lo estoy viendo” o “Las heridas de la guerra son difíciles de curar, solo hay una medicina: el amor y la igualdad”.

La singularidad de testimoniantes que develan sus pasajes en los mismos lugares donde se desarrollaron los hechos, acentúa su valor de documento. Escenarios como campos de concentración, cárceles, celdas o pasillos penitenciarios testigos de aquellas atrocidades, contribuyen a transportarnos a escenarios, entre los que se incluye un monumental obra ingeniera como el Canal del Bajo Guadalquivir.

Las atrocidades cometidas en este escenario eran justificadas y edulcoradas por la propaganda. El noticiero No-Do del régimen franquista tiene voz en este documental, que lo insertan en contrapicado con las revelaciones de los presos silenciados. La narración del locutor se explica por sí solo: “La hermandad de la mano abierta y el brazo extendido los recibió con la generosidad del imperio español de otro tiempo tuvo siempre con el vencido, esta es nuestra justicia”.

Una acertada conjugación de imágenes y sonidos. El uso austero de estos archivos fílmicos contribuye a desmoronar las claves de esta barbarie. Se apela a fotografías que son fuentes vivas de ese periodo histórico, legitimando su autenticidad documental.

Resulta interesante la manera con que se nos presenta a la mayoría de estos testigos: hombres y mujeres que conservan sus mismas tradiciones y costumbres al margen de los aires de modernidad y nuevos estilos. Exhiben el bastón anillado de su padre, la chaqueta con el nudo de la corbata ajustada, la gorra curtida por el sol y la brisa del polvo de ese fresco campo de olivos y ganados. Son detenidos en el tiempo, dispuestos a “descubrirnos su verdad guardada”.

Una fotografía cercana de articulación realista, que se desentiende de los artificios de la modernidad tecnológica para favorecer los personajes, los testimonios truncados que ahora tienen color, texturas salidas de las entrañas del silencio. Fotos de grietas caladas en la frente, heridas por el tiempo develadas en sus manos, personas que han sobrevivido el horror, dispuestos a reconstruir para el futuro la estructura del horror. Una búsqueda del plano detalle, del gesto sereno, del brazo que apunta hacia los que fueron auténticos responsables de una barbarie.

La música de Enrique de Justo y Javi Vega, interpretada con abrazos de clarinete y percusión, entrelazan secuencias de motivaciones y descansos que asemejan entre actos de una obra teatral. Es un abrir y cerrar de telones, es una invitación a seguir participando de esta pieza que no tiene máscaras, que no apela a la evasión. Un clarinete que pinta diferentes tonalidades y serena los impactos de la crudeza, de verdades aún guardadas en la tumbas de miles de personas que están por encontrar una muerte digna, un reposo sereno. Revelaciones que emergen abiertos con una percusión, que oculta en sus ventrículos sonoridades con aires de complicidad.

Visionar esta obra documental es dialogar con la historia. Sus claves audiovisuales descansan en la reconstrucción legitimada por una investigación de campo que fortalece su valor de documento. Presos del silencio es el justo reconocimiento a los represaliados por la dictadura franquista.

 

Sinopsis

Somos hijos del silencio de nuestros padres

y responsables del silencio de nuestros hijos

Dulce Chacón

 

El Gobierno de Franco no se detuvo en la victoria militar sobre los que se opusieron al levantamiento. Tras la Guerra Civil, impuso un entramado destinado a borrar de la sociedad, y aun de la propia memoria de los afectados, toda huella de sus ideales de libertad y democracia. La represión impuesta ofrecía pocas alternativas para los que no pudieron huir al exilio: cárcel, muerte o silencio.

El daño causado a nuestra memoria colectiva es irreparable. El paso de los años ha sepultado la posibilidad de recuperar un inmenso caudal de testimonios de aquella época. No obstante, existe una deuda con las familias que sufrieron la represión franquista, que también es una deuda con nuestra propia historia: dar voz a su memoria, recuperar y divulgar su experiencia, dignificar unas vidas entregadas al compromiso y la solidaridad.

Presos del silencio pretende saldar parte de esta deuda.

Entre 1940 y 1962 unos 10.000 presos políticos participaron en la construcción del Canal del Bajo Guadalquivir, hoy conocido de manera oficial como Canal de los Presos. Con sus más de 150 kilómetros de recorrido continúa regando una de las principales arterias agrícolas de Andalucía.

Esta película documental reconstruye un episodio de nuestra memoria colectiva a través de los recuerdos de algunos de los supervivientes y familiares. Acompañándoles por los escenarios naturales en los que aconteció este drama se evocan aquellos años en los que miles de hombres y mujeres sufrieron el estigma de vivir Presos del Silencio

 

Ficha técnica

Título: Presos del silencio

Película documental de 58′ de duración. Betacam digital. 16/9. Color-B/N

Una producción de: Intermedia

Coproductores: La Zanfoña Producciones, Canal Sur T.V.

Dirección: Mariano Agudo Y Eduardo Montero

Guión: Eduardo Montero

Director de fotografía: Mariano Agudo

Sonido: Daniel de Zayas, Juan Manuel López

Microfonista: Javier Sánchez

Ayudante de Cámara: Agustín Toranzo

Productor ejecutivo: Julio Sánchez Veiga

Coproductor: Gervasio Iglesias

Director de producción: Miguel Paredes

Jefa de producción: Natalia De Ancos

Coordinadora de coproducción: Pilar Ortega (Canal Sur Tv)

Ayudante de producción: Chiqui Paniagua

Música: Enrique de Justo y Javi Vega

Montaje: Mercedes Cantero

Postproducción audio: José Antonio Manobel

Diseño e infografía: María Rodríguez y Kiko Romero

www.intermediaproducciones.com

http://www.kaosenlared.net/noticia/presos-silencio-documental-fortaleza-historica