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Una España franquista, de chivatos y soplones

Público, | 6 abril 2011

Martínez de Pisón retrata el fin de la dictadura y la Transición en su nueva obra

TONI POLO BARCELONA 06/04/2011

El día de mañana es la historia de la degradación de alguien que espera triunfar en la vida pero que se convierte en un confidente de la Brigada Social de la Policía: «Es un ser repugnante que sobrevivirá de la traición a los suyos», reconoció ayer Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) a la hora de hablar de su nueva novela, publicada por Seix Barral, en cuyas páginas descuartiza a su protagonista sin piedad.

A través de las vivencias de Justo Gil, el odioso personaje, recrea los últimos coletazos de la represión franquista, hasta los episodios violentos de la ultraderecha en plena democracia. El autor no duda en señalar que el régimen convirtió a este país en «una España de chivatos y soplones».

Pisón cree que la represión franquista de la Brigada Político-Social en Barcelona en esos años no se ha tratado. «Muchos de los chivatos colaboraban con la Policía a cambio de droga, pero otros se convirtieron en auténticos confidentes profesionales, a sueldo», explica. Dar con un delator que estuviese dispuesto a revelar sus fechorías le ha sido imposible. «Los que venían del mundo de la droga murieron en los ochenta, y los que de verdad fueron soplones nunca lo reconocerían».

Entre los policías, Pisón sí ha contado con sus propios confidentes, que le contaban anécdotas sobre su posición ante el inminente cambio político: «Sabían que iban a reprimir delitos que en poco tiempo, cuando llegara la democracia, dejarían de serlo. Realmente eran unos mandados», dice el escritor zaragozano.

«Muchos de los antifranquistas que pasaron por la comisaría de Via Laietana no han tenido problemas para explicar sus vivencias, pero no he querido hacer una novela sobre los excesos de la represión», razona Martínez de Pisón. «Prefiero a figuras anónimas que van tejiendo sus vidas y, a la vez, plasmar a esta clase media de los años sesenta y setenta».

Por eso quiere reflejar un episodio clave de la época como fue la inmigración. «Me interesa retratar esa sociedad que se está formando y en la que los que venían de fuera, como Justo, tendrían un papel relevante», comenta Pisón.

La humildad del policía

Entre la maraña de personajes destaca al inspector Mateo Moreno, que representa a los policías más modernos, con otras ideas sobre la represión. «No han vivido la guerra y han crecido en el franquismo», comenta Pisón. Moreno persigue los delitos contra el régimen porque le toca. Vive en los Hogares Mundet de Barcelona, una zona de la ciudad surgida en la dictadura y «lo poco que ha tenido en su vida se lo ha dado el régimen, por eso es franquista», explica el escritor. Y va más allá: «Ojo, porque en el fondo, la mayoría de los españoles eran franquistas».

El personaje de Mateo permite a Pisón trazar esa otra realidad, tal vez olvidada y un tanto incongruente: el inspector espía a antifranquistas como Gil de Biedma o Barral, gente de buena familia. Él, en cambio, «es más proletario que ellos, es un buen tipo que viene del pueblo», de los bloques de pisos del extrarradio, mientras que los enemigos del régimen se dan cita en comidas en el selecto restaurante Via Veneto, de moda entre la Gauche Divine.

Escenas como la manifestación de curas de 1966, los actos violentos de la ultraderecha o el asesinato del exalcalde Viola son repescados por Pisón y convertidos en escenas casi costumbristas para relatar un tiempo en el que, en palabras del autor, «sentíamos que estábamos viviendo la historia».

http://www.publico.es/culturas/369809/una-espana-franquista-de-chivatos-y-soplones