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Los últimos gudaris

Deia, | 23 mayo 2011

El libro “Maizales bajo la lluvia” recopila la vida de once milicianos del 36

 

LO PROTAGONIZAN VIZCAINOS COMO PADÍN, ‘TXISKO’ LAFUENTE O JOSÉ MORENO

IBAN GORRITI – Lunes, 23 de Mayo de 2011

BILBAO

SI los maizales hablaran… La milpa de la guerra civil y del franquismo asoma su voz estos días en los escaparates de las librerías gracias al libro Maizales bajo la lluvia (Alberdania, 2011), de Aitor Azurki. Por desgracia, en ocasiones, nuestra zancada es tan rápida ante estos comercios que la premura vuelve a lanzar los acallados testimonios de aquellos gudaris y milicianos al olvido: el peor de sus infinitos destinos potenciales.

El autor donostiarra, licenciado en Periodismo y en Publicidad y Relaciones Públicas por la UPV, acota en su libro las tribulaciones de diez hombres y una mujer que militaron en diferentes batallones. Todos ellos olvidaron sus axiomas ideológicos para tomar parte en una siembra de libertad. Plantaron maíz contra el fascismo en general y, de forma aliterante, contra su totalitarismo. «La guerra no la ganó Franco, la ganaron los italianos y los alemanes», mantiene en la página 255 el fallecido usurbildarra Manuel Goenaga, miembro del Cuerpo expedicionario de Euzkadi en Asturias y oficial del Batallón MAOC-2 Guipúzcoa, del Partido Comunista.

Fueron las banderas de nuestros padres y madres que en otros escenarios de contienda cercanos no podían encajar. Sin embargo, en la abrupta y complicada orografía vasca lo hicieron zurciendo todas ellas en una. Así, hubo comunistas que tomaron parte en las misas del pasionista Aita Patxi, y el corresponsal de guerra Ksawery Pruszynski, conservador y polaco, se sorprendía en sus noticias difundidas al mundo de que convivieran ácratas, nacionalistas vascos, marxistas… en trincheras labradas por inexpertos zapadores. «¡Había iglesias y no las quemaban!», amplificó con los ojos abiertos como ruedas de bueyes de la época.

Maizales bajo la lluvia es un regalo para Euskal Herria al dejar escrito para la historia once imprescindibles batallitas de algunos de los últimos gudaris y milicianos. Batallitas con un diminutivo, por desgracia, sonrojante, porque conocieron muertes de familiares, amigos, cárcel, penas de muerte, batallones de trabajadores… y lo peor: décadas y décadas de olvido tras no haber podido levantar la voz o tras quemar las fotos de cuando eran felices en tiempos de República.

En casi 500, páginas, Azurki empatiza con aquellas personas. Sus dos voces son como una. De manera amena y cercana, transmite emociones desde un prisma que le honra: lejos de los intereses de cualquier ideología o discurso contaminante. «Me sorprendieron con su humanidad, su optimismo, irradian felicidad cuando llevan dentro familiares muertos, amigos… Yo intenté acercarme a los hechos que vivieron lo máximo posible», valora Azurki, nacido en 1983.

De los once milicianos y gudaris que han encontrado acomodo en el libro, cuatro han fallecido: Julia Hermosilla, Luis María Azpiri, Manuel Goenaga y Paco Barreña. Ellos perdieron la guerra, pero no se vieron vencidos, el mismo sentimiento que aún llevan dentro Marcelo Usabiaga, Mateo Balbuena, Félix Padín, Ignacio Gaspar Álvarez, Miguel Francisco Lafuente Txisko, Ángel Mentxaka y José Moreno. «Que me contaran su vida para mí ha sido un regalo», les agradece Azurki, empleado en el Gabinete de Comunicación del Departamento de Deportes y Acción Exterior de la Diputación Foral de Gipuzkoa.

José Moreno, gudari de denuncia incansable en los tabloides vizcainos, le devuelve el cumplido al autor. «La sociedad debiera darle las gracias a este chaval porque algunos gudaris hechos presos supimos qué fue el franquismo: un terrorismo de Estado al que no se le han rendido cuentas. Este gudari del 36 anima a que se compre el libro. En él se hace realidad nuestro derecho de expresión, para el futuro», valora este solidario que fuera zapador y fusilero del Batallón San Andrés de STV.

LA BALA, LA PALABRA El título del libro puede remitir de forma inconsciente, neblinosamente, a la lucha de la revolución zapatista en México. La única bala de quienes surgen del maíz sigue siendo la palabra. «Es madrugada -anota el Subcomandante Marcos, portavoz un tiempo de este movimiento- y como almohada tengo un fusil: bueno, en realidad no es un fusil, es una carabina que fue de un policía hasta enero de 1994. Antes servía para matar indígenas, ahora sirve para que no los maten», fabulaba. Para que no vuelva a darse un golpe totalitario sirven libros como este, que cuenta con un prólogo de Paco Etxeberria, presidente de la sociedad de ciencias Aranzadi.

«Las manos de muchos gudaris temblaban al mostrarles la hebilla del cinturón con el escudo del Gobierno vasco de 1937 que encontramos en uno de los cuerpos exhumados en las fosas de Intxorta. Todavía tenían lágrimas para llorar como niños por sus compañeros que dejaron la vida en muchos maizales bajo la lluvia», teclea Etxeberria en su ordenador y va más allá: «No hay escritor que pueda expresar ese momento tan especial en donde una historia personal en el ámbito de lo privado pasa a la esfera pública, después de tantos años de silencio obligado. Lo obligatorio ahora es dar a conocer esa historia». Azurki, por su parte, zanja la cuestión: «Si los maizales hablaran, cuántos secretos, tantas décadas retenidos, ocultos, volarían al son del viento de libertad que los mece en los prados de nuestras sufridas tierras vascas».

http://www.deia.com/2011/05/23/politica/euskadi/los-ultimos-gudaris