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«Mi libro quiere reivindicar la memoria de la lucha por la libertad»

Diario del Alto Aragón, 25/05/2011 | 27 mayo 2011

Esperanza Martínez presenta en Huesca un libro sobre la guerrilla antifranquista

 

Esperanza Martínez. | PABLO SEGURA

SARA CIRIA

HUESCA.- «Guerrilleras. La ilusión de una esperanza» es la historia de una mujer que luchó contra el Franquismo, pasó quince años en la cárcel y a día de hoy todavía sigue peleando para devolver la dignidad a los que en muchos casos dieron su vida para defender sus ideales. «El libro se lee rápido, porque he querido ante todo resaltar lo que fue la represión del Franquismo y reivindicar la memoria de la lucha por la libertad», explica Esperanza Martínez, que presentó ayer su libro en Huesca junto a Irene Abad, historiadora y directora de publicaciones del Instituto de Estudios Altoaragoneses, y Régine Illion, doctora en Estudios Hispánicos por la Universidad de Paris 8, e integrante del Seminario Interdisciplinar de Estudios de la Mujer de la Universidad de Zaragoza.

Esperanza lamenta que se ha hablado poco del papel de las mujeres en la lucha antifranquista, «y fueron las más perjudicadas en la dictadura y en la guerra. Tuvieron que seguir adelante con la familia, con sus presos y en la cárcel, y hacerse cargo de la crianza de los hijos. Se habla poco del tema de la mujer, y me parece que la resistencia de la guerrilla no hubiera sido posible sin la colaboración de los puntos de apoyo, en los que estaban las mujeres y hasta los niños». Los libros de Historia olvidan que «las mujeres lucharon mucho, y en ocasiones sufrieron vejaciones y violaciones», denuncia. Aunque nació en Cuenca en 1927, reside actualmente en Zaragoza, donde en 1969 contrajo con Manuel Gil el primer matrimonio civil del Franquismo en una cárcel. «Me siento contenta y satisfecha de haber podido colaborar, aunque haya sido poco, en la lucha de ayuda a la guerrilla, contra el Franquismo y por la libertad», manifiesta con pasión a sus más de ochenta años, satisfecha tras un largo y complicado camino que incluye el paso por varias comisarías y quince años en cárceles. Aunque lo suyo no fue fácil, asegura que «las que fueron a la cárcel en el primer Franquismo lo pasaron peor».

Esperanza entró en prisión en 1952, cuando llevaba tres años colaborando con la guerrilla. Tras la Segunda Guerra Mundial, sin la ayuda de las potencias mundiales, era momento de disolverse y luchar en el ámbito ciudadano. Recuerda que fue objeto de dos consejos de guerra: «uno con ciertos motivos, porque fui punto de apoyo de la guerrilla, pero después me hicieron uno en Burgos, todavía no sé por qué».

La privación de libertad fue en sí una condena, pero sobre todo le afectó no poder trabajar en ese tiempo para la causa. «Es una doble represión, estar presa y la incapacidad de luchar por lo que yo quería hacer», se lamenta. En todo momento, asegura haber sido muy consciente de por qué luchaba y de la necesidad de combatir un sistema que le parecía injusto.

Pero la lucha por lo que cree es para ella un modo de vida. Los concentrados en la Plaza de Navarra le pidieron ayer que se acercara a dirigirles unas palabras, y ella valoró un movimiento que considera legítimo. «Me parece que es fruto de la disconformidad, y tienen libertad para hacerlo, aunque a algunos no les han faltado ganas de disolverlos», observó. Ella considera acertado que la policía no haya intervenido: «Los chicos están descontentos con una serie de circunstancias que todos sabemos, y hacen bien en protestar y reivindicar sus derechos. Tienen toda la vida por delante, pero creo que lo van a tener aún más difícil que nosotros en el futuro», se lamentó.

Mirando al presente, considera que queda mucho por pelear, tras una transición a la democracia «que ponen como brillante, y no lo fue tanto, porque queda mucho por hacer». En concreto, apunta a la necesidad de dignificar históricamente el papel del colectivo guerrillero: «estamos sin dignidad política, somos todavía bandoleros, atracadores a mano armada, y ninguno de los gobiernos ha hecho nada. La ley de memoria histórica que se aprobó fue un insulto a la dignidad. Seguimos reivindicando, y mientras pueda voy a seguir luchando, por todos los que quedaron en el camino, y los pocos que quedamos es de justicia que sigamos recordándoles, porque así seguirán vivos».

COMPROMISO CON SUS IDEAS MÁS ALLÁ DEL FIN DEL FRANQUISMO

El compromiso de Esperanza Martínez no termina con el fin del Franquismo y se hace extensivo a su familia. Dos de sus hermanas estuvieron también en la cárcel, al igual que su marido, encarcelado cuatro veces por motivos políticos. Su hijo también pasó por el penal, pero por insumisión al servicio militar. «Estuvo en la cárcel porque no quería firmar. No se presentó ni firmó, y estuvo preso durante nueve meses, al final en tercer grado», recordó. Ella le apoyó en todo momento, y considera que tomó una decisión acertada. «Le pregunté si estaba convencido del camino que cogía; me hubiera sabido mal que hubiera fallado, pero respondió estupendamente», señaló.

Ella misma participó activamente en el movimiento de madres de insumisos. «Éramos un grupo bastante numeroso, porque hubo muchos presos en Zaragoza. Estábamos conectadas con España entera, y aquello cobró bastante auge. Creo que los chicos tuvieron un apoyo interesante con las madres, porque los trataban de locos, y eso dio bastante estabilidad y seriedad al movimiento». Esperanza recuerda «con cariño» un tiempo en el que se unieron tanto que «nuestros hijos eran todos».

http://www.diariodelaltoaragon.es/NoticiasDetalle.aspx?Id=690010