¿Qué hacer con los sÃmbolos franquistas?
Vuelve el debate sobre los monumentos de carácter apologético: mantener, retirar o reinterpretar
Cultura | 27/06/2011 – NÚRIA ESCUR
En 2004 el Parlament de Catalunya decidió por unanimidad retirar los sÃmbolos franquistas | Jordi Guixé: «La simbologÃa franquista se erigió para honrar valores fascistas y autoritarios» | Entre placas de viviendas, sÃmbolos o monumentos quedan todavÃa más de 3.000 | Ricard Vinyes: «Derribar un monumento no es acabar con el patrimonio»
El ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, anunciaba recientemente que las familias que lo soliciten podrán exhumar los restos de parientes fallecidos en las fosas comunes del Valle de los CaÃdos. Pero seguirá en pie su Gran Cruz. En las dictaduras que ocuparon el siglo XX, especialmente en las de carácter totalitario, la simbologÃa tuvo un papel importante, definitivo, en las polÃticas de memoria, propaganda y construcción. En las sociedades europeas que sufrieron el fascismo, la simbologÃa de carácter apologético fue luego eliminada de los espacios públicos aunque algunas construcciones emblemáticas han sido preservadas o convertidas en centros de interpretación.
¿Qué hacer con esos monumentos? ¿Retirarlos, mantenerlos, derribarlos o reinterpretarlos? Un debate que vuelve a la palestra con reflexiones como Asalto a la memoria. Impunidades y reconciliaciones, sÃmbolos y éticas (Los Libros del Lince): una crÃtica razonada, recién publicada, sobre leyes y actitudes que construyen lo que su autor ha querido llamar el «modelo español de impunidad». Su autor, el historiador Ricard Vinyes, profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona, se pregunta, por ejemplo, entre otras cosas ¿por qué el Estado mantiene en pie el Valle de los CaÃdos sin intervención que limite su existencia como parque temático centrado en el triunfo del crimen polÃtico? ¿Existe algún modo de mantener la memoria histórica más allá de la simple ocultación de ciertos monumentos?
Los monumentos forman parte del universo simbólico de una sociedad. Es decir, un sistema de comunicación de principios morales. Y –como explica Vinyes– está hecho con expresiones destinadas a articular un relato que actúe de tótem ético para la sociedad: ensalzar valores sintetizados bajo esculturas, lápidas, monumentos, edificios, conmemoraciones, condecoraciones…
«Por este motivo, cuando la sociedad sustituye una dictadura por el Estado de derecho (o al revés) los sÃmbolos que constituyen ese universo del régimen dictatorial pierden su semántica, su contenido, su sentido; quedan como restos muertos que sólo pueden interpretar los iniciados si bien pueden generar, aún, numerosos conflictos».
En octubre del 2004 el Parlament de Catalunya decidió por unanimidad retirar todas las placas, monumentos y sÃmbolos franquistas. Para la mayor parte de los expertos consultados, retirarlos no es un gesto arbitrario. «Se retira la expresión de unos valores que la sociedad –o una parte– ya no quiere y rechaza». Estas sustituciones se producen en todo el mundo cuando la sociedad se dota de valores distintos a los que imperan. «Que eso cuase conflicto depende de cuál haya sido el proceso social en el que se ha producido el cambio de régimen», añade Vinyes.
«El patrimonio es tan mortal como lo somos nosotros porque es humano». Por tanto, cada sociedad decide de qué patrimonio se dota y qué elementos dejan de ser patrimonio porque el gusto artÃstico o los principios polÃticos han cambiado. «El derribo no acaba necesariamente con el patrimonio. ¿Quién es el loco que puede decir una cosa asÃ? No se puede confundir monumento con patrimonio. En cualquier caso, el patrimonio no es acumulativo sino selectivo y subjetivo». Es decir, depende de los debates y decisiones de la sociedad. «Derribar puede ser positivo o no, depende. Sustituir –nunca hacerlas coexistir– las expresiones simbólicas de la dictadura por las del Estado de derecho manifiesta el nivel de salud de la sociedad», concluye.
En Catalunya, entre placas de viviendas y sÃmbolos o monumentos quedan más de 3.000. «Hay que establecer criterios de actuación para evitar la arbitrariedad», explica Vinyes. Para los expertos el primer criterio es «pensar públicamente» qué hacer con el monumento: «Lo peor es dejar la pieza por miedo, sin más, o retirarla en plena oscuridad de la noche, también por miedo».
El historiador se entristece, dice, con falta de decisiones respecto al nomenclátor de las ciudades de España. «Pero aún me resulta más lacerante la equiparación de sÃmbolos y restos, ideas y valores, entre república y franquismo, es decir, entre democracia y dictadura, que expresan algunas actuaciones arqueológicas y museográficas de nuestro paÃs. ¿Ejemplo? Los espacios de la batalla del Ebro regidos por el Consorcio Memorial de los Espacios de la Batalla del Ebro (Comebe): son ahistóricos y si no fuera tan vergonzoso serÃa para morirse de risa, de tan cómico como resulta».
Pere Ysà s, catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat Autónoma de Barcelona, no se muestra, en general, a favor de derribar monumentos por razones polÃticas. «Ni de destruir nada». Pero ve razonable que en sociedades democráticas no haya monumentos que supongan un homenaje a personas, situaciones o acontecimientos representativos de regÃmenes dictatoriales. Especialmente si son regÃmenes que han ejercido una violencia polÃtica extrema de la cual aún queda una memoria muy viva».
«Comparto la retirada del espacio público de estos monumentos. Pero no para destruirlos sino para ubicarlos en lugares adecuados para explicar su significación», defiende Ysà s. «Retirar del espacio público monumentos a Franco, Hitler o Mussolini no supone ninguna amenaza de destrucción del patrimonio artÃstico, cultural o histórico», añade.
Jordi Guixé i Coromines, jefe del Àrea de Patrimoni de Memorial Democrà tic de la Generalitat, sugiere una cuestión previa: ¿Qué entendemos por patrimonio? «Hasta hace poco, los refugios antiaéreos de la Guerra Civil no estaban considerados patrimonio y hoy casi todos los municipios quieren recuperar el suyo». Lo que consideramos patrimonio es fruto de una elección que obedece a prioridades marcadas por una sociedad concreta en un momento determinado y que obliga a los poderes públicos a actuar de un modo u otro.
Derribar monumentos y erigir otros en su lugar es una práctica que se ha hecho siempre y en todos lados, explica Guixé, aunque considera que no le corresponde al historiador decir si es lÃcita para reivindicar una ideologÃa. ¿Se considera la simbologÃa franquista patrimonio? «Si asà fuera, debemos reclamar a nuestros poderes públicos que elaboren unas pautas que nos ilustrarán sobre cómo una sociedad democrática se enfrenta a su pasado antidemocrático», explica el comisario de la última exposición del Memorial Democrà tic sobre simbologÃa franquista y jefe de Proyectos y Espacios de Memoria.
Catalunya cuenta con dos censos de este tipo de sÃmbolos y monumentos: el del Ayuntamiento de Barcelona y la web pública del Cens de Simbologia Franquista del Memorial Democrà tic de la Generalitat. El abanico de actuaciones es amplio: desde la retirada del espacio público y su exposición en un museo hasta su contextualización histórica y transformación en un espacio de memoria o la propuesta de una intervención artÃstico-memorial a su alrededor… «Es importante destacar que estos sÃmbolos fueron erigidos para honrar y transmitir los valores del poder que los construyó; en el caso de la simbologÃa franquista hablarÃamos de valores fascistas y autoritarios», puntualiza Guixé.
Desde el Institut del Paisatge Urbà apuntan las dos últimas intervenciones, realizadas en Barcelona: se retiró la escultura de la Victoria en Diagonal (enero del 2011) y se derrocó la de José Antonio Primo de Rivera en la avenida Tarradellas. Revisado el último inventario (actualizado en el 2008), apuntan que se han cubierto todas las intervenciones previstas.
«Actualmente, no nos consta que exista en Barcelona ninguna escultura como sÃmbolo franquista en el espacio público. Otra cosa son los espacios de orden privado o similar, como cementerios o iglesias», declaran desde el Institut del Paisatge Urbà .
El Ayuntamiento retiró la inscripción franquista que habÃa en el monumento del Grup Carlos Trias y dejó el monolito sin inscripción, ya que es de propiedad privada de uso público. Y el propio Ministerio de Defensa retiró los sÃmbolos franquistas de los escudos que habÃa en los edificios del cuartel del Bruc, CapitanÃa General y Gobierno Militar.
¿Una sociedad democrática debe permitir que estos sÃmbolos continúen decorando su entorno sin ningún tipo de actuación al respecto? «No todos deben retirarse pero sà que todos deben explicarse, contextualizar y evitar que se conviertan en sÃmbolos asépticos en el espacio público».
Para Jordi Guixé es evidente que hay un sÃmbolo franquista que en Catalunya llama la atención por encima de cualquier otro: el monumento de Tortosa. ¿Qué deberÃa hacerse? No lo tiene claro. En primer lugar, explicarlo, dice. «Pero creo que las actuaciones deberÃan ir más allá y conseguir una interpelación de la ciudadanÃa, crear una dialéctica entre el monumento y el observador y evitar que pasen a ser sencillos decorados de piedra».
A finales del pasado año CiU y PP forjaron una excéntrica alianza en Tortosa para salvar el grandilocuente monumento franquista instalado a los pies del rÃo Ebro a su paso por la ciudad. Ambos partidos rechazaron en el pleno municipal la moción popular que exigÃa la retirada de la obra, inaugurada por Francisco Franco en 1966 con motivo de la victoria del bando nacional en la batalla del Ebro. Es la construcción franquista de mayores dimensiones erigida en Catalunya.
¿Qué hacer con el Valle de los CaÃdos?
A lo largo de cinco meses, una comisión de doce expertos estudiará alternativas sobre el futuro de ese complejo monumental. El Valle de los CaÃdos acoge los restos de 30.000 soldados de ambos bandos, asà como la tumba del dictador. Además de la exhumación de restos, la comisión sopesará la posibilidad de retirar sÃmbolos franquistas del recinto, lo que tal vez afectarÃa a la tumba de Franco. «Hay que determinar qué sobra y qué no», comentó el ministro Jáuregui.
1. RICARD VINYES
«Es un monumento a la Victoria del crimen polÃtico, hecho con tal gran contundencia que no hay nada similar en el mundo. Su permanencia no es un problema de gastos sino de qué piensa la sociedad de sà misma al no actuar sobre aquel espacio monumental que hoy, destruido el universo simbólico del franquismo, ya no es patrimonio de nada. Sólo un contenedor de los restos de la dictadura, con la expresión lacerante de los republicanos enterrados allà a contracorriente. El Gobierno debe promover un programa de actuación y ejecutarlo».
2. PERE YSÀS
«Es el monumento franquista más importante. Creo que deberÃa conservarse (pero sin la tumba de Franco y José Antonio) para convertirlo en un centro de interpretación del franquismo, especialmente de violencia represiva, incluida la que acompañó a su construcción». Edificios emblemáticos son los campos de concentración nazis como Mauthausen o Auschwitz, conservados para esta función explicativa.
3. JORDI GUIXÉ
«El artista Horst Hoheisel propuso la voladura de la puerta de Brandemburgo rodeada por los nombres de campos de exterminio nazi como Memorial del Holocausto de BerlÃn. No son pocos los que desearÃan una actuación asà en el Valle de los CaÃdos. También hay quienes prefieren sacar los restos de Franco y José Antonio y hacer un centro de interpretación sobre la dictadura franquista. En todo caso, no creo que se deba dejar tal como deseó el dictador. Ante el déficit de equipamientos memoriales, un proyecto de espacio de memoria y educación democrática podrÃa ser la vÃa adecuada».
http://www.lavanguardia.com/cultura/20110627/54177482796/que-hacer-con-los-simbolos-franquistas.html