Son los llamados revisionistas de la historia del franquismo los que acaban de alcanzar un éxito con la subvención del Ministerio de Educación

Cuántas veces, querida Laila, has oído a ciertas personas que lo mejor es olvidar, que no conviene escarbar en el pasado, que eso puede reavivar el odio y la violencia? Este es el argumento destinado a tapar la boca de los que reclaman dignidad, reparación o justicia, por ejemplo, con la aplicación de la tan tímida ley de la memoria histórica. Sin embargo, los argumentantes sí trabajan a destajo en la memoria y en la historia para desfigurarla, falsificarla y asegurar impunidades. Este es el sentido que tiene este Diccionario Biográfico de la Academia de la Historia. Son los llamados revisionistas de la historia del franquismo los que acaban de alcanzar un éxito y con la subvención del Ministerio de Educación que, justo entonces, dirigía Mariano Rajoy. Aunque es necesario señalar que la subvención fue después prorrogada por la ministra socialista Mercedes Cabrera, si no me equivoco y seguramente sin saber mucho de qué iba la cosa. Total, que este intento de dar color oficial y lustre académico al revisionismo histórico del franquismo y prestigio a los protagonistas de la dictadura nos ha costado cinco millones ochocientos mil euros. Aznar, según cuentan los mismos académicos, impulsó la iniciativa. Como ves, la derecha de este país no solo no olvida la historia, que la atormenta y nos atormentó a todos, sino que busca revisarla para que a ellos los deje de atormentar y, sobre todo, no les pase factura. Este es, querida, uno de los graves problemas de nuestra transición a la democracia, tantas veces puesta de ejemplo, y un grave problema de déficit democrático de nuestra derecha que, lejos de condenar el franquismo con la contundencia y claridad con que exige legítimamente condenar otras violencias políticas, trata de maquillarlo y rehabilitarlo, porque siga siendo «el miedo que mete miedo».

No anduvieron listos tampoco este Gobierno y el Rey en frenar o, al menos, en desmarcarse de la maniobra. Dieron, con su presencia oficial en la presentación del diccionario un aval institucional y político, que los implica y los subordina a la intencionalidad ideológica de la obra. Es de suponer que sabían lo que estaban haciendo, porque aunque la ministra de Cultura y el Rey ignoraran los contenidos del diccionario, tanto el Ministerio como la Casa Real tenían que conocerlos, aunque solo fuese para poder confeccionar el laudatorio discurso del monarca. Otro síntoma, de que se sabía de qué iba el asunto, es la ausencia significativa del ministro de Educación, Ángel Gabilondo, principalmente concernido por el evento. Sería bueno conocer cuál fue el otro acto concreto al que el señor Gabilondo tuvo que asistir y que sirvió de excusa para su oficial ausencia. Porque pudiera valer la coartada del respeto a la autonomía de la Academia para tolerar el oscuro resultado del trabajo hecho, pero no vale ni para subvencionarlo ni para avalarlo con la presencia institucional.

Creo que si la derecha es deudora de su turbio pasado y trata de maquillarlo, la izquierda, que hoy nos gobierna, lo es del miedo con que durante cuarenta años se amordazó al pueblo español y es incapaz de enfrentarse a él para superarlo definitivamente. También la izquierda de este país padece de un déficit democrático que el miedo le está impidiendo saldar.

La salida, ahora, no está en imponer algunas correcciones porque quod scripsi, scripsi y porque aquí cada uno puede escribir lo que quiera. La solución está, querida, en reclamar de inmediato el importe de la subvención otorgada, porque ni el Gobierno ni el Estado democráticos pueden subvencionar nada que trate de legitimar, de alguna forma, a la dictadura franquista y a sus protagonistas.

A ver qué hacen.

Un beso.

Andrés

http://www.laopinioncoruna.es/contraportada/2011/06/04/deudores-miedo/502045.html