Laura GarcÃa Lorca: «Las exhumaciones ejemplares son un disparate»
«Sigue sin protegerse a los miles de vÃctimas que hay en los alrededores del barranco de VÃznar»
JESÚS RUIZ MANTILLA
Con un año movido debido a la falta de acuerdos para el remate del Centro Federico GarcÃa Lorca en Granada, Laura, la sobrina del poeta y presidenta de la fundación que lleva su nombre, se marcha de vacaciones satisfecha por un arreglo final. El Gobierno central, que en un principio se negó a dar más fondos, ha decidido suscribir un crédito conjunto con el Ayuntamiento de Granada, la Diputación provincial y la Junta de AndalucÃa para rematar todo por un valor final de 6,5 millones de euros. Tras la inauguración, prevista para marzo de 2012, el centro GarcÃa Lorca se dedicará al diálogo constante con las artes en torno a la figura del poeta y tratará de cerrar las heridas que aún despierta su figura en la propia ciudad después de años de polémicas en torno a su exhumación o, según confiesa la propia Laura, algunos signos inquietantes vivos por lo sucedido hace 75 años en la ciudad, el 19 de agosto de 1936. La familia GarcÃa Lorca mantiene su deseo de no recuperar los restos. «Las exhumaciones ejemplares nos parecen un disparate».
PREGUNTA. Por fin las autoridades han llegado a un arreglo para abrir el centro GarcÃa Lorca en Granada. ¿A qué se debió el parón? ¿Alguien lo ha explicado? ¿Qué pasaba?
RESPUESTA. No lo sabemos. Pero lo cierto es que el acuerdo alcanzado se podÃa haber logrado antes. Ahora se ha firmado uno entre el Ministerio de Cultura, la Junta de AndalucÃa, el Ayuntamiento y, ahà está la novedad, la Diputación de Granada. Se han puesto de acuerdo para la financiación total de la construcción del edificio.
P. ¿Y dentro de eso queda dinero para la programación?
R. Se han podido conseguir otras ayudas europeas para programación. Lo que estaba montado y cerrado para este año hubo que cancelarlo casi al completo. Mantenemos la fecha con la Biblioteca Pública de Nueva York para la exposición en 2013. Tenemos que rehacer el programa, llevará un tiempo. Algunas cosas ya se han perdido.
P. ¿Por qué es necesario un centro GarcÃa Lorca hoy?
R. La labor más importante ya está hecha. Lo fundamental: reunir, conservar, estudiar y difundir su obra. Eso es lo que ha estado en nuestras manos y la fundación ha llevado a cabo esa labor desde que la creara mi tÃa Isabel en 1984. Los demás proyectos han ido surgiendo a partir de esa labor. Cuando abrimos la casa museo de la Huerta de San Vicente, en 1995, veÃamos una necesidad clara de hacer muchas más actividades en torno a su figura. La obra de Lorca despierta un diálogo constante con artistas de todas las disciplinas.
P. Él fue poeta, dibujante y músico. Un artista redondo.
R. Todo eso a la hora de poner de relieve su relación viva con el público y los expertos pide un cierto espacio. Cuando invitamos a gente nadie se niega a colaborar. Él necesita excelencia. Ningún escritor o artista se ha negado a aceptar una invitación a su casa: desde Derek Walcott a Bob Dylan, Enzensberger o Lou Reed… Esa disposición es un tesoro que no se debe desaprovechar. Es lógico atender a la figura del Federico GarcÃa Lorca vivo en su tiempo por su inspiración real y constante con relación a otros nacidos después.
P. He ahà la leyenda. La tragedia. Lo que ocurrió
… ¿Qué cree que influye más a la hora de que el nombre de Lorca concite tanto aprecio? ¿Su altura artÃstica o su destino?
R. Es muy difÃcil separar todas esas cuestiones. Como no se deben separar las causas de su asesinato. Cuando se dice que fue un crimen por rencillas familiares, resulta absurdo. Se le mata brutalmente por su postura polÃtica, por su identificación con la República y su claridad a la hora de expresarlo.
P. Además de ser un claro escarmiento, según lo que vino después.
R. No lo sé, eso no lo tengo tan claro.
P. Entre otras muchas razones, se me ocurre. Porque, ¿quién nos manda a nosotros ponernos en la mente de los asesinos?
R. Las dos principales, para mÃ, fueron la polÃtica y su condición de homosexual. Aparte del hecho de venir de una familia acomodada, que tenÃa muchos enemigos y su fama.
P. Envidia, además. La brillantez se paga cara.
R. Eso también. El aprecio que por otra parte despertaba a algunos resultaba difÃcil de asumir por otros. Era una persona de un enorme atractivo.
P. Lo contaba Aleixandre. Cuando Federico se iba de una fiesta, se acababa.
R. Asà es, y sabemos que eso produce muchas reservas. Su encanto no era corriente.
P. Imagino que, en la familia, vislumbrar las causas reales sigue siendo difÃcil. Y que siempre, al final, habrá un por qué sin respuesta.
R. Cierto. Más cuando las conclusiones que algunos sacan no son más que reducciones.
P. ¿Qué han aprendido del episodio del desenterramiento? ¿En qué ha quedado?
R. En nada. Lo triste es que se ha perdido el interés en las exhumaciones en ese lugar. Es bastante preocupante porque resulta un signo de cómo se plantea la memoria histórica. El lugar donde se encuentran todos esos muertos sigue sin protegerse, sigue sin un recuerdo de los nombres de las vÃctimas.
P. ¿Se refiere a los otros tres que supuestamente están enterrados con su tÃo?
R. No. A todos, a los miles de vÃctimas que hay en los alrededores del barranco de VÃznar.
P. Entonces, desde ese punto de vista, ¿podrÃa ser conveniente su exhumación? ¿Aunque solo fuera porque tirando del sÃmbolo se respetara y protegiera el lugar?
R. Las exhumaciones deben responder al deseo de los familiares. Que los familiares tengan esa posibilidad me parece fundamental. Esa ley existe y es muy importante que se aplique y que cada familia haga lo que considere oportuno. Ahora, realizar exhumaciones ejemplares me parece un disparate. ¿De qué estamos hablando? ¿Para conocer la represión franquista y lo que ocurrió en la guerra resulta fundamental sacar los restos de GarcÃa Lorca? Eso es una aberración, de ninguna manera. No estamos hablando de las reliquias de un santo.
P. Bueno, casi. Un santo laico.
R. El laicismo pasa por otras cuestiones, no por las reliquias.
P. No lo sé, en este caso. Se mezclan muchas cosas raras.
R. Bueno, hay quien quiere hacerlo.
P. ¿Lo que ha ocurrido en torno a sus restos no ha respondido un poco a eso? ¿A un extraño paralelismo con cierta santidad?
R. Ahà ha entrado la especulación mediática.
P. Y polÃtica.
R. Bueno, puede ser. Pero volvemos al reduccionismo. Decir que exhumar su cuerpo es una postura de izquierdas y no hacerlo es conservador, no se debe admitir. ¿Acaso no querer exhumarlo significa que queremos olvidar, tapar, no remover? No es eso, y lo hemos dicho muy claramente.
P. ¿Qué se debe hacer en ese lugar entonces?
R. Protegerlo. Aquello es un cementerio, que no se pueda especular ni intervenir en esos terrenos. Deben colocar una placa o una piedra con los nombres de quienes se sabe que están. El hecho de que Federico GarcÃa Lorca cuente entre todas esas vÃctimas, no señalado, singularizado, es la forma de que se recuerde al resto.
P. El problema es que hay que contar con que alguna de las otras familias de las vÃctimas que reposan en la fosa desean la exhumación.
R. Solo una parte de la familia de Galindo la ha pedido.
P. En el caso de que se abriera y se encontrara la fosa, ¿qué harÃan ustedes?
R. Es muy difÃcil saber si eso va a suceder. Esos testimonios eran muy dudosos, habÃa pasado muchÃsimo tiempo. En el momento en que se plantan nuevos árboles es muy complicado recordar el lugar. Orientarse. Pero siempre hemos dicho que lo dejarÃamos donde esté.
P. Lo que queda claro es que la investigación debe replantearse.
R. Bueno, por supuesto. Pero lo que no se puede replantear es dónde están los restos porque ahora sà que no queda nadie vivo que lo pueda recordar.
P. Con los testimonios del pasado. ¿Qué interés tienen ustedes en ubicar el lugar exacto?
R. No tenemos ninguno. Para nosotros es anecdótico. Damos ese cementerio, con cientos de vÃctimas, por bueno. Para nosotros hay una cuestión de falta de respeto.
P. ¿Hacia quién?
R. Hacia el muerto. Especular con los restos de quien no puede opinar sobre el asunto me parece irrespetuoso, más en este caso, con esta atención morbosa. Ningún familiar desearÃa algo asà para los suyos. La exhibición de restos de alguien muerto en circunstancias violentas, el hecho de hurgar en eso, no nos parece bien.
P. ¿Ser un Lorca sigue siendo un estigma en algunos cÃrculos de Granada?
R. No, aunque muy pocas veces sà he sentido cierta hostilidad, sobre todo cuando llegué a España, en los años noventa. No es frecuente, afortunadamente. Pero de vez en cuando me he encontrado con alguna mirada.
P. ¿Cómo sienta eso?
R. Sigue habiendo una parte de la sociedad sumamente conservadora. La España de hoy no es la misma del 36, pero quedan recalcitrantes.
P. Me asombra lo que me cuenta. ¿Cómo es posible?
R. No sé. Insisto en que es lo más raro, pero impresiona cuando lo más común en el mundo entero y en Granada es todo lo contrario. Encuentras simpatÃa, admiración, afecto, eso es lo que evoca mi tÃo.
P. Para aleccionador, la relación que mantuvo usted con Emma Penella, una de las hijas de Ruiz Alonso, el hombre que ha pasado a la historia por ser el alentador del asesinato.
R. Cada vez que nos encontrábamos, llorábamos. El primer contacto fue cuando representé La zapatera prodigiosa, que habÃa dirigido Alfredo Mañas. El dÃa del debut encontré el camerino lleno de rosas rojas y una nota: «Con el cariño de Emma Penella». No nos conocÃamos, pero yo sabÃa quién era. Me impresionó muchÃsimo.
P. Sobran las palabras en ciertos casos, ¿no?
R. Efectivamente.
P. Porque ellas han sentido el estigma contrario.
R. Horroroso, no se lo deseo a nadie. Tiene que haber sido terrible. Pero lo han llevado con muchÃsima dignidad. Quien se haya atrevido a señalarlas no tiene perdón. Y lo han hecho.
P. ¿Cuándo fue la primera vez que tuvo conciencia de quién era su tÃo?
R. HabÃa aprendido a leer hacÃa poco. TendrÃa 6 o 7 años. Mis padres estaban montando Don PerlimplÃn… en la Universidad de Columbia. Ensayaban por las tardes y nos llevaban, recuerdo estar sola en el patio de butacas y oÃr este poema: «Amor, amor, que estoy herido, herido de amor huido, herido, muerto de amor…». Me pareció una maravilla. Cuando salimos le pregunté a mi padre que dónde podÃa leer eso. Llegamos a casa y cogió las obras completas de Aguilar. Me abrió la página por el poema y me dijo: «Es de tu tÃo Federico…». Recuerdo que su cara era alegre, le hizo gracia que una niña pequeña se diera cuenta de la calidad. Es lo que pasa con los grandes. Lo nota hasta un niño.
P. Es que Federico tenÃa algo de mozartiano.
R. Cierto, cuando eres niño lo comprendes en una dimensión y, a medida que creces, cambia a otras. Eso debe ser el genio, ¿no?