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Un «poeta liberal» y «sin importancia»

Peio H.Riaño. Público, 12/08/2011 | 13 agosto 2011

Un censor: «Como buen poeta liberal interpreta a su modo la iconografía religiosa»

 

PEIO H. RIAÑO

Los mismos que «dieron café» a Federico García Lorca, luego le sentaron a su mesa y le invitaron a formar parte de su festín. Una vez lo mataron, sacaron de su poesía todo lo que se parecía a la España que perseguían y se quedaron con el lado costumbrista y de tablao andaluz, la cara más anecdótica y alejada de Lorca. Ignoraron Poeta en Nueva York y se quedaron con Romancero gitano. Escondieron los Sonetos del amor oscuro (que Lorca escribió en 1935) y no quisieron enseñarlos hasta 1983, para no desenmascarar los amores homosexuales que el poeta había vivido en libertad. Lo mismo ocurrió con la obra de teatro El público, escrita en 1920, y publicada en 1978, en la que reclama respeto para todas las opciones estéticas y sexuales .

En el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, donde se guardan los informes de lectura de los censores, que revisaron las obras de los cientos de miles de autores que quisieron pasar por las estanterías de este país entre 1939 y 1975, las de Lorca se han quedado en los huesos. Apenas están en sus carpetas los registros de autorización.

Un censor: «Como buen poeta liberal interpreta a su modo la iconografía religiosa»

Estas desapariciones, nada misteriosas, han dejado al mínimo las pruebas del paso de Lorca por la lectura moral a la que le sometieron los censores. Y lo que han dejado, muestran cómo aquellas huestes de la represión vieron con buenos ojos sus obras teatrales y su poesía. Incluso Amor de Don Perlimplín, censurada en 1929, 20 años después logra la libertad: «Sólo son cuadros escénicos eróticos. Por su calidad literaria y su sentido de juego estético podrían tolerarse», escribe el censor en su informe.

También permitieron la libre circulación de obras teatrales como Yerma, en la que una mujer mata a su marido porque no es capaz de darle un hijo. La censura paró en aquellos años las obras de Max Aub, en el exilio; Luciérnagas de Ana María Matute; Señas de identidad de Juan Goytisolo; Si te dicen que caí de Juan Marsé; o Diario de un ladrón, del autor francés Jean Genet, entre tantos.

Sin gusto religioso

«Bernarda es una hembra de tronío», escribe otro censor sobre el personaje de Lorca

De las pocas referencias que han sobrevivido al expurgo, destaca la de un censor, un tal Fajardo, que firma en febrero de 1966, la autorización a las obras completas a la edición pedida por Aguilar: «Ensayos, breves descripciones, evocaciones líricas del mundo vivido y presentido por el poeta, etc. constituyen las adicciones que han de incluirse en las obras completas de Lorca. Como buen poeta, y buen poeta liberal, interpreta a su modo la iconografía religiosa, en la que no cabe dentro de sus esquemas mentales la retirada y heroica vida de los monjes cartujos, negándole valor a la penitencia que indudablemente hacen frente a la sublimidad cristiana de la caridad, que podrían practicar en grado mayor. Sin embargo, creemos que cuanto dice, en aras de su lírica fantasía, carece de importancia fundamental».

La censura trató de menoscabar la capacidad poética de Lorca, rebajó su talento todo lo que pudo, restó importancia a sus capacidades y mensajes, para borrar su compromiso con unos ideales que no tenían que ver con los del franquismo. Permitieron su libre navegación, a pesar de que sus «esquemas mentales» no apreciasen las virtudes heroicas de la obra de la Iglesia en todas sus órdenes, a pesar de ser un «buen poeta liberal». Sabían con quién trataban, entendían los propósitos de Lorca, que machacó la hipócrita moral a la que ellos pertenecían. Había que neutralizarlo y lo dejaron libre.

Para entonces el escritor se había convertido en la máxima figura antifascista. Firmó manifiestos en apoyo al Frente Popular y a la República, viajó por toda España con La barraca en las Misiones pedagógicas, leyó el Romance de la Guardia Civil Española y su Oda al rey de Harlem, en un teatro a los trabajadores de Catalunya. Había declarado en el periódico Sol, en 1934, que él sería «partidario de los pobres»: «Siempre seré partidario de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega». A Ángel Lázaro le confió Federico en 1935, que «el impulso de uno sería gritar todos los días al despertar en un mundo lleno de injusticia y miserias de todo orden», y gritar: «¡Protesto!, ¡Protesto!, ¡Protesto!».

El ambiente granadino

De aquellas piezas monstruosas, escritas con la tinta más sangrienta, las dedicadas al poeta granadino demuestran su fijación por el hecho costumbrista de Lorca. Sobre Doña Rosita la soltera, en diciembre de 1944: «Poema dramático en tres actos, de ambiente granadino, la acción transcurre a comienzos de siglo y el desarrollo es puramente lírico. No ofrece en ningún momento materia censurable», en el informe con membrete de la Delegación Nacional de Propaganda.

La autorización de La casa de Bernarda Alba, el 26 de marzo de 1958, se fundamenta en los siguientes argumentos: «Bernarda es una hembra de tronío. Se queda viuda con cuatro hijas y en ocho años que dure el luto no ha de entrar en esa casa el viento de la calle’. Pero el amor no entra por las puertas. Y entró y planteó el problema de su tiranía y del encierro de sus hijas. La tragedia se concreta en el suicidio de una de sus hijas». «Procede a su autorización», escrito en rojo.

Sus asesinos leían su teatro dos décadas después de haberle matado con la venda en los ojos. Al ver a Bernarda como una «hembra de tronío», como una figura de referencia, confirmaban todo lo que Lorca había escrito contra ellos y su moral.

http://www.publico.es/391134/un-poeta-liberal-y-sin-importancia