José Barajas: «Éramos esclavos y nada más»
Sobreviviente. Perdió la guerra y sufrió casi tres años de trabajos forzados en batallones disciplinarios
Miles de presos y «desafectos» al régimen fueron obligados a trabajar en la reconstrucción de infraestructuras que habÃan quedado destrozadas durante la guerra; también levantaron el Valle de los CaÃdos. José Barajas (Huelma, Jaén, 1916) penó en batallones disciplinarios. Emigró a Catalunya en los años 50.
JONATHAN GREVSEN
-Antes de la guerra, militaba en las Juventudes Socialistas y me iba a los mÃtines en burro. Con 15 años me metieron preso una semana porque me pillaron repartiendo pasquines para la huelga. QuerÃamos las ocho horas.
-Estalla la guerra, 1936.
-TenÃa 20 años y me alisté voluntario para defender a la República, que era el Gobierno legal. Los otros fueron los que dieron el golpe de Estado. Me mandaron al frente, a Toledo.
-Y perdieron.
-Regresé al pueblo, pero pronto los de Falange pillaron a los de mi quinta. Me pusieron un gorro con la puñetera D de desafecto y me mandaron al Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores número 6. Éramos esclavos y nada más. Vaya nombre tan falso le pusieron a lo que fueron campos de trabajos forzados destinados a matarnos.
-De agotamiento y hambre.
-Un tazón de sopa aguada con siete garbanzos como mucho. Eso comÃamos hasta el dÃa siguiente. El alférez y el cabo se vendÃan en el pueblo la comida del batallón. Cuando Ãbamos a trabajar, en fila, cogÃamos hierbas y hojas de remolacha… A un compañero lo castigaron.
-¿Por qué?
-Se escapó a comprar una hogaza de pan. Le dieron una paliza y al dÃa siguiente le colgaron una piedra de diez kilos a la espalda, atada con alambres. Se la hundieron en la carne.
-Estaban en el norte, ¿verdad?
-En Navarra. Construimos el tramo de carretera que unÃa Igal con el valle del Roncal; querÃan hacer una carretera que atravesara los Pirineos, desde Girona hasta Irún. Luego nos mandaron a Lesaka.
Durante la charla, los nietos de José, David Lora y su compañera, Mari Carmen López, le ayudan a rebuscar en una memoria que ya tiene 95 años. «Yayo, háblele del frÃo que pasaban».
-CaÃan unas heladas terribles. DormÃamos en barracones que no cerraban bien. El de la litera de arriba daba con el techo, que era de uralita, y se morÃa de frÃo. A mà me tocó dormir abajo, y la ropa que podÃa se la echaba al compañero de arriba.
(Los nietos son miembros de la Associació per a la Memòria Històrica i Democrà tica del Baix Llobregat. «Yayo, cuéntele lo de aquel compañero que se suicidó»).
-Eso pasó en Cádiz, en Punta Paloma, adonde nos mandaron después a hacer fortines para las ametralladoras y cañones… Era un chaval de Bilbao que en un descuido se metió en la chabola de los escoltas, cogió un fusil y se pegó un tiro. No pudo aguantar más.
-Cuando regresó al pueblo, ¿lo miraban mal por rojo?
-No, no se metieron conmigo. Pero fueron tiempos muy difÃciles.
-Me lo figuro.
-Me quedaba un trozo de tierra y lo vendà para pagar el traspaso de una tienda de ultramarinos. Mal negocio en la posguerra.
-Ya.
-Tuve que cerrar porque habÃa mucha hambre y todo el mundo compraba de fiado. «Pepe, si no me das un puñado de arroz, hoy no comen mis hijos». Y yo se lo daba porque no habrÃa podido dormir.
-José, ¿guarda rencor?
-Hombre, cuando pienso en todas las perrerÃas que me hicieron, me entra una cosilla… El hambre y las palizas no se olvidan.
-¿Le parece bien reivindicar la memoria histórica?
-Yo no quiero olvidar. Me parece bien que la juventud sepa lo que hubo. ¡Lo que luchamos nosotros para que hubiera una democracia! Ahora un Gobierno dura cuatro años y, si no gusta, fuera, que venga otro.
-Hay quien dice que son ganas de remover el pasado.
-Mi mujer, Elena, se discutió con un hombre porque le dijo que lo que querÃamos era que se liase otra vez una guerra. ¡Mentira! Solo quiero que se sepa lo que hicieron. Se tuvo que callar durante mucho tiempo.
-¿Y el Valle de los CaÃdos?
-Que dejen a Franco donde está. Debajo de la losa.
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