En la Casa Galicia de Nueva York se ha exhibido una bandera franquista durante la conmemoración de la Fiesta Nacional del 12 de octubre

 

ERIKA MARTÍNEZ |

MIENTRAS trata de defenderse, hay quien incurre en la más eficaz de las autoinculpaciones. Un resbalón semejante es el que ha dado Víctor Blanco, tesorero de la Casa Galicia de Nueva York, recientemente interpelado sobre la exhibición de una bandera franquista durante la conmemoración de la Fiesta Nacional del 12 de octubre.

Tras la denuncia de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Blanco ha dado unas curiosas explicaciones que pormenorizo a continuación. Uno: que el centro no tenía constancia de que se tratara de un estandarte franquista (es muy difícil distinguir un escudo constitucional de un águila con su yugo y sus flechicas). Dos: la bandera estaba en el hotel (qué local neoyorquino no guarda en su desván un icono fascista, por si surge la ocasión). Y tres: la Casa Galicia es un «club social, para divertirse», ellos no son políticos y se mantienen «neutrales». No es que repudien el alarde franquista, declaren su intención de localizar al responsable y pidan disculpas por no haber descolgado la bandera durante el acto, es que se consideran neutrales. ¿Neutrales respecto a qué? ¿Respecto al totalitarismo? Qué manía con tergiversarlo todo, pensarán. No hay manera de que entendamos que ellos estaban allí nada más que para divertirse, porque eso de la democracia constitucional no es cosa de ciudadanos sino de políticos. «El pasado -añadió Blanco- no hay que removerlo por respeto a los muertos. Hay que pasar página». Y, por lo visto, nosotros debemos aceptar que la ideología de esta declaración es ajena a la exhibición de una insignia que debió aterrizar en el escenario por azar.

En realidad, si una rasca un poco, tiene todo el sentido que esa bandera haya sido exhibida en público justo en esa fecha. Hay países cuyo día nacional festeja su Independencia o (menuda extravagancia) la firma de su Constitución. Nuestro país conmemora el comienzo de la colonización de América. La impregnación católica y falangista de la celebración, originalmente denominada Fiesta de la Raza, fue enmascarada de forma progresiva. Primero, pasó a llamarse Día de la Hispanidad y, desde 1987, Día de la Fiesta Nacional de España. Su última denominación legal no ha conseguido, sin embargo, borrar de la cultura colectiva ni los ecos católicos (sigue siendo el día de la Virgen del Pilar) ni los franquistas (la bandera de la Casa de Galicia es tan sólo un síntoma). Dice Blanco que, por respeto a los muertos, no hay que remover el pasado. Me pregunto a qué muertos se refiere y me pregunto, sobre todo, dónde deja eso el respeto por los vivos.

http://www.granadahoy.com/article/opinion/1091508/ser/neutrales.html