La memoria asusta
El domingo asistà a la proyección de la La voz dormida, pelÃcula basada en un libro de Dulce Chacón
Confieso que me gustó mucho. Me indignó y me emocionó. Eso es el arte, la finalidad del arte. Conmover, remover, mover la conciencia.
Nada más llegar a casa me puse a navegar en busca de crÃticas cinematográficas y mis sospechas se hicieron realidad; la mayorÃa la crucifican precisamente por lo que a mà me gusta. Recurren a los tópicos de siempre sobre el subgénero de las pelÃculas sobre la Guerra Civil. Pero el problema es que esta pelÃcula no está ambientada en la guerra, sino en la posguerra. En la victoria. Ahà se traicionan. Que si maniquea, que si no creÃble, que si tal,… las tÃpicas excusas para pasar de largo, para normalizar el sufrimiento, para asumir el genocidio. Esa es la base intelectual de la «extraordinaria placidez» o de la Corona democrática que llegó de la mano del que firmaba decenas de miles de sentencias de muerte. Esa equidistancia que permite la ley de punto final, la impunidad de los asesinos, la barra libre de los apologetas.
Franco dejó pequeño a Mussolini, fue un alumno aventajado de Hitler. Pero su placidez duró cuarenta años por la bendición de los nuevos amos atlánticos. Su absolución estaba anegada en la sangre de una nueva cruzada anticomunista, esta vez con aroma American way of life, que es más chic que el retrógrado nacional-catolicismo. Es lo que tiene Hollywood y su fábrica de realidades.
La voz dormida incomoda porque habla del dolor, de un dolor inmenso, y asusta, asusta mucho porque habla de memoria.
Memoria. A muchos no les gusta esta palabra. Estas letras unidas que recuerdan. Nos quieren desmemoriados porque el olvido entierra las culpas. Es curioso como les molesta a algunos que haya familias que recuerdan públicamente a sus muertos. Ciertamente les enerva que seamos impúdicos, que nos neguemos a encerrar nuestro dolor en la intimidad aséptica del hogar o los cementerios. Nuestros gritos les dan miedo, rompen la neblina del silencio cómplice de los que esconden. De quienes con su muda colaboración en realidad asienten. No quieren voces. Ni siquiera argumentan o están a favor, aunque lo estén. En público, la mayorÃa, no están orgullosos de sus crÃmenes, o de la complacencia con estos, al contrario, sienten vergüenza. Saben que no está bien. Por eso pretenden hasta hurtarnos el dolor colectivo, pues el estruendo llama a investigar, a saber, a comprender y el entender hace buscar, pedir, exigir reparación y justicia.
Somos una gran familia que ensordece el ambiente de los sordos, de los que no quieren oÃr, de los que olvidan, de los desmemoriados. Frente a los que quieren matar a nuestros muertos dos veces olvidándolos, nos alzamos quienes los revivimos recordándolos.
El silencio y el olvido son la Impunidad de los asesinos.
El ruido y la memoria son la Justicia para nuestros familiares.
Esa es la mayor virtud de La voz dormida. Es memoria viva de algo que quieren muerto.
ArtÃculo realizado por Javier Couso.
http://hablandorepublica.blogspot.com/2011/11/la-memoria-asusta_07.html