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El caso Sirval: Muerte ´accidental´ de un periodista

Levante-EMV.com, | 23 diciembre 2011

El periodista fue acribillado a balazos por un teniente búlgaro de la Legión el 27 de octubre de 1934

 

RAFEL MONTANER «Voy a saber toda la verdad. Y a escribirla». Así se despidió Luis de Sirval (Valencia, 1898 – Oviedo, 1934) de sus colegas de «El Mercantil Valenciano» (EMV) cuando salía para Asturias con el fin de cubrir la fallida Revolución de Octubre del 34 para el antecesor Levante-EMV. Un compromiso con la verdad que le costaría la vida a este reportero que en realidad se llamaba Luis Higón. Fue acribillado a balazos por un teniente búlgaro de la Legión el 27 de octubre de 1934 cuando estaba detenido en la comisaría de Investigación de Oviedo.

Juan Antonio Ríos Carratalá, catedrático de Literatura de la Universidad de Alicante, relata en el libro «Hojas volanderas», la vida de Sirval y otros cuatro periodistas de la República que «pese a protagonizar un tiempo de vértigo, donde la crítica y la información eran una arriesgada apuesta, hoy han quedado relegados a notas a pie de página».

Sirval, que llegó a Asturias una vez el movimiento revolucionario ya había fracasado, fue detenido cuando iba a remitir su tercer reportaje a «EMV». En él, a través del testimonio de tres legionarios, implicaba a un teniente del Tercio, Dimitri Iván Ivanoff, en el fusilamiento de la joven de 19 años Aida Lafuente, quien ha pasado a la historia como «La Rosa Roja» de Asturias.

El oficial y otros dos compañeros, estando francos de servicio, se presentaron en la comisaria y sacaron al reportero de su calabozo. En un pequeño patio de 36 m2 cerrado por muros de 9 metros de alto le mataron sin piedad. Ríos Carratalá califica este asesinato de «crimen de Estado» seguido por un juicio en el Tribunal de Urgencia de Oviedo en agosto de 1935 que fue «una farsa». El legionario sólo fue condenado a seis meses y un día de prisión menor que no cumplió «por un homicidio por imprudencia temeraria».

El tribunal, que rechazó los 27 testimonios presentados por el abogado defensor, Eduardo Ortega y Gasset, entre ellos el de una vecina de la comisaría que presenció el asesinato, consideró un hecho probado que al teniente se le disparó «accidentalmente» la pistola, impactando sobre el periodista seis de los siete tiros que descerrajó, el último de ellos en la sien.

El escándalo, agrandado por el Tribunal Supremo, que apenas un mes después ratificaba el fallo que dejaba el crimen impune, provocó una ola de protestas que llenaron plazas de toros como la de Valencia. Intelectuales de la talla de Unamuno, Machado, Juan Ramón Jiménez y Azorín firmaron un manifiesto en contra de la sentencia.

La victoria del Frente Popular en febrero de 1936, elevó a Sirval a la categoría de héroe de la República y pocas fueron las ciudades que no le dedicaron una calle. Así, la de Las Barcas lució el nombre de Periodista Sirval hasta la entrada de las tropas de Franco en el «Cap i Casal». Hoy ninguna calle de España, ni tampoco de su Valencia natal, llevan el nombre del reportero que defendía que la misión del periodista era «ver y contar».

El hijo de «Manelín el ferroviario», símbolo de la tragedia

«Quince días de guerra bajo la enseña roja». Así tituló Sirval los dos reportajes que envió a «El Mercantil Valenciano» tras cuatro días recogiendo testimonios en las cuencas mineras del drama humano desencadenado por la Revolución de Asturias y su brutal represión por el ejército. El tercer reportaje le fue incautado a Sirval en el momento de su arresto y devuelto a su familia con varias hojas arrancadas. Nunca se publicó. La primera de estas crónicas abrió la portada de «EMV» el domingo 28 de octubre de 1934, cuando en Valencia se desconocía que el reportero había sido asesinado el día anterior.

El periodista llegó en tren a Asturias. En Campomanes decidió bajar del tren que le llevaba a Oviedo, para seguir a pie. «Lo primero que advierto es un olor nauseabundo a carne en descomposición. Los muertos €centenares: soldados y paisanos juntos€ están enterrados a flor de piso, con sólo una ligerísima capa de tierra encima». Aunque en un sólo día llega a ver 27 fusilados, lo que más le conmueve son los «interminables llantos, gritos y lamentaciones» de las mujeres que recorren los caminos en una búsqueda desesperada de sus maridos e hijos desaparecidos.

En lo alto de un monte, le dicen que «está aún al descubierto el hijo de Manelín el ferroviario». «Sentado en una roca como si estuviera tomando el sol», se encuentra con un chaval de unos 12 años. «Tiene un tiro que le atraviesa las dos sienes. La cara, negra, muestra un cuajaron de sangre desde la oreja al cuello. Debió alcanzarle una bala perdida cuando se acurrucaba allí huyendo de los tiros. He sacado una fotografía completamente impublicable». Ésta y el resto de imágenes que captó con su cámara, «que cuando se publiquen darán a conocer lo horrible de cuanto aquí ha pasado», escribió Sirval en una carta que se ha convertido en testamento, fueron veladas durante su detención.

http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2011/12/18/muerte-accidental-periodista/865941.html