El Valle de la infamia
Las propuestas de la Comisión no dejan de ser un alambicado ejercicio para remediar lo que tiene difÃcil arreglo
02/12/2011
El Valle de los CaÃdos se construyó, gracias a un decreto de 1940, con la voluntad de celebrar la victoria de Franco, significar la vinculación de su gesta con la ideologÃa nacionalcatólica y convertir en héroes y mártires de la llamada Cruzada a los vencedores de la Guerra Civil. Cuanto hay allà obedece a ese designio y consagra simbólicamente a un régimen dictatorial. Una sociedad democrática difÃcilmente puede convivir con un monumento que glorifica la ignominia. En su construcción participaron, además, muchos presos polÃticos capturados tras la victoria de Franco.
En 1958, un año antes de su inauguración, una orden ministerial obligaba a que se sepultara allà a cuantos habÃan muerto en la guerra, ya fueran rebeldes o leales. Asà que en el Valle de los CaÃdos están enterrados más de 33.847 españoles, combatientes y vÃctimas de los dos bandos.
El informe encargado a un grupo de expertos para resolver el difÃcil encaje entre la exigencia democrática de terminar con los sÃmbolos de la dictadura y el deseo de rendir homenaje a las vÃctimas inhumadas en el Valle de los CaÃdos se ha entregado esta semana al Ejecutivo en funciones. Sus propuestas, que pretenden convertir el complejo monumental en «un lugar de memorias compartidas», no dejan de ser un alambicado ejercicio para remediar lo que tiene difÃcil arreglo. Las recomendaciones más polémicas, la de sacar de allà los restos de Franco y la de quitar cualquier protagonismo a José Antonio Primo de Rivera, son muy sensatas. Lo que resulta en verdad una tarea titánica es darle un nuevo significado a ese adefesio colosal, pues exigirÃa no solo la aprobación de la Iglesia, sino un amplio consenso social y una considerable inversión: solo 13 millones de euros en arreglar el deterioro del complejo. A eso habrÃa que sumar lo que costarán las intervenciones destinadas a cambiar el significado del lugar, que en el fondo es el verdadero desafÃo. Corregir las infamias de la historia no siempre es una tarea viable.
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