«Lo que hace falta es que los que vienen, el gobierno que ha ganado las elecciones, no lo metan en un cajón»

 

Fausto Canales tiene 77 años y lleva muchos luchando para honrar la memoria de su padre, víctima del franquismo enterrado sin consentimiento familiar a pocos metros del dictador en el Valle de los Caídos, de donde una comisión de expertos propuso el martes exhumar a Franco.

Con voz jovial pese a su edad, Fausto recibió con esperanza las conclusiones de la comisión de expertos que recomenzó a trasladar a otro lugar los restos del dictador español Francisco Franco, fallecido en 1975 y enterrado en el célebre mausoleo junto al menos 33.847 muertos de los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil (1936-1939).

«Es una base muy válida para lograr la democratización de ese símbolo fascista y franquista», afirma Canales, cuyo padre y tío, como muchos otros miles de republicanos, perdedores de la guerra, fueron enterrados sin consentimiento de sus familias en el imponente mausoleo del Valle de los Caídos, a unos 60 km al noroeste de Madrid.

«Lo que hace falta es que los que vienen, el gobierno que ha ganado las elecciones, no lo metan en un cajón», alerta Fausto.

La recomendación de trasladar los restos de Franco a otro lugar la hizo el martes una comisión creada por el gobierno socialista saliente en el marco de un proceso iniciado en 2007 de recuperación de la memoria histórica de la Guerra Civil y la dictadura franquista (1939-1975).

Sin embargo, una eventual exhumación del dictador no figura en el programa del conservador Partido Popular (PP), que tras ganar las legislativas del 20 de noviembre gobernará el país a partir de finales de diciembre.

La animosidad de Fausto hacia la imponente Basílica del Valle de los Caídos, coronada por una cruz de 100 metros de alto visible desde varios kilómetros, se explica por la historia de su familia, trágicamente marcada por la Guerra Civil.

Fausto tenía dos años y medio cuando los falangistas entraron el 20 de agosto de 1936 al pueblo Pajares de Adaja, cerca de Avila, en el centro de España.

Llegaron en plena noche para llevarse a su padre, jornalero agrícola cercano a los republicanos, para fusilarlo y tirar su cuerpo a una fosa común.

«Esa misma madrugada del 20 de agosto de 1936, mi padre fue fusilado junto con otras seis personas, también de Pajares, entre ellas una mujer, en una cuneta, en las proximidades de Aldeaseca (Ávila), localidad distante unos 25 kilómetros de su pueblo natal», relata.

Más de 20 años más tarde, en 1959, y sin consultar a su familia, los restos de Valerico Canales fueron desenterrados y trasladados al Valle de los Caídos, que entonces era aún un gigantesco proyecto de Franco para dar sepultura a los muertos de los dos bandos de aquella guerra.

También los restos del tío de Fausto, muerto en el frente, fueron trasladados al lugar sin pedir la autorización de sus allegados.

Junto a decenas de otras familias, Canales lucha desde hace años en el seno de la Agrupación Pro Exhumación de Republicanos del Valle de los Caídos para recuperar los restos de las víctimas del franquismo enterradas a la fuerza en el mausoleo creado por el dictador.

«Las esperanzas se van diluyendo», admite sin embargo al anciano, haciendo referencia a las conclusiones anunciadas el martes por la comisión de expertos, según los cuales la «identificación individual» de las víctimas, cuyos restos fueron mezclados y se vieron dañados por la humedad es «prácticamente imposible».

«Pero lo importante es lograr que aquello se explique», afirma Fausto, lamentando que «hasta ahora se ha escamoteado y se ha ocultado la verdad de lo ocurrido» durante la Guerra Civil española.

Esto podría lograrse con la creación de un memorial libre de «cualquier connotación ideológica y política», como propusieron los expertos.

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