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Sorpresa republicana

Gonzalo Olmos. La Voz de Asturias, 06 Dic 2011 | 9 diciembre 2011

Marazuela fue un folclorista segoviano de primer orden y gran defensor de la causa republicana

 

Foto: Foro por la Memoria de Segovia

Marazuela fue un folclorista segoviano de primer orden y gran defensor de la causa republicana La evocación de los valores republicanos nunca está de más en estos tiempos de tecnocracias

Difícilmente uno se espera que, paseando por las ruinas del que fuera cementerio judío de Segovia, en el hermoso pinar al otro lado del arroyo Clamores, le llegue desde intramuros de la ciudad el sonido del Himno de Riego tocado por la dulzaina. No se trataba en este caso de ninguna ofrenda de una delegación australiana de visita cultural que recordase la divertida anécdota de 2003 en la final de aquella Copa Davis, con desmesurado enfado de nuestras susceptibles autoridades de entonces. El origen de la melodía provenía del homenaje del Foro por la Memoria de Segovia a Agapito Marazuela (1891-1983), folclorista de primer orden que representó para la música tradicional castellana lo que en nuestro caso significó Eduardo Martínez Torner y que, además, fue defensor de la causa republicana, activista del PCE y represaliado por tal motivo durante la postguerra. En Asturias, tierra en la que, por desinterés y por un excesivo recelo hacia las derivas regionalistas las fuerzas de izquierda prestaron durante tanto tiempo tan escasa atención a las muestras de cultura tradicional, llamaría la atención ver la escultura de un estudioso y promotor de la música autóctona rodeada de la bandera republicana y con la veintena de entusiastas militantes de la entidad organizadora haciéndose fotos junto al monumento para recordar el instante. En Segovia, que, por cierto, es una de las once capitales de provincia con gobierno local de izquierdas, no parece, en absoluto, una contradicción, a la vista de un acto festivo que salía al encuentro de los visitantes. Para redondear, el tributo a Marazuela tuvo su momento berlanguiano cuando parte de una comitiva militar (vehículos de color caqui incluidos), que se dirigía a un acto de la Academia de Artillería celebrado ese mismo día, pasaba junto a la Plaza del Socorro y algún soldado giraba la cara con gesto de sorpresa hacia las banderas tricolores al viento; que nadie se inquietase lo más mínimo por la coincidencia revela, por otra parte, que a pesar de los pesares seguimos siendo un país vivible y bastante decente. Por cierto, a la pincelada surrealista por Asturias tampoco renunciamos en materia de homenajes republicanos, no hay más que ver el logrado homenaje que anualmente se rinde al oso regicida en Llueves, organizado por el Ateneo y presidido por un enorme peluche tocado con gorro frigio, al que seguro que ni los más suspicaces monárquicos ni los que se reclamen herederos políticos de Favila pueden evitar contemplar con una sonrisa.

Ya que los tiempos son tan poco propicios para las ideas progresistas, al menos consuela que haya gente dispuesta a no abandonar aquello que en un tiempo vino en llamarse alegría revolucionaria, y que, aunque hoy no pase de una cierta ironía un punto ácida ante el rumbo que toman las cosas, acaba siendo una actitud necesaria para poder sobrellevar el desalentador panorama. Si además se recuerda mediante estos gestos a personas cuya trayectoria merece nuestro reconocimiento y a aquellos que sufrieron persecución por defender el sueño de una plena democracia en España, tanto mejor. Asimismo, la evocación de los valores republicanos nunca está de más porque, se quiera admitir o no, nuestro actual sistema constitucional entronca en buena medida con ellos -aunque no en la Jefatura de Estado, claro está- y precisamente en estos tiempos de tecnocracias, avasallamiento de los mercados y devaluación de las instituciones procede volver a principios como el compromiso cívico, la soberanía popular, el respeto a los derechos políticos de los ciudadanos o el deseo de perfeccionamiento democrático. A esto se suma el indudable sentido del debate latente sobre la oportunidad de contar con poderes moderadores dotados de plena legitimidad democrática para intervenir eficazmente y, por qué no decirlo, el escandaloso descubrimiento de que aprovechados parece que también los ha habido al abrigo de los vínculos más cercanos con la realeza, como en los viejos tiempos, provocando la mera sospecha, en un tiempo récord, más erosión en la pretendida solidez de la monarquía que todos los argumentos razonados que se quieran exponer para cuestionarla.

http://www.lavozdeasturias.es/opinion/Sorpresa-republicana_0_604139593.html