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Los voluntarios judíos en al guerra de España

Alberto Fernández. Canarias-Semanal, 25-01- 2012 | 26 enero 2012

Una aportación solidaria que los historiadores han olvidado

 

Por Alberto Fernández

Más de veinte mil volúmenes se han escrito, en casi todas las lenguas, sobre la Guerra Civil española. Un centenar de ellos están dedicados a los voluntarios extranjeros que formaron parte de las legendarias Brigadas Internacionales. Sin embargo, entre todos ellos apenas hay alusiones a la presencia, relativamente importante, en calidad y en cantidad, de los combatientes de origen judío.

Más de veinte mil volúmenes se han escrito, en casi todas las lenguas, sobre la contienda ellos seguramente, hay un centenar dedicado únicamente a los voluntarios extranjeros, incorporados a unidades españolas en algunos casos, pero que, en su inmensa mayoría formaron las legandarias Brigadas Internacionales. Se conoce el número de unidades, los nombres de la mayoría de los mandos, las batallas en las que tomaron parte, el número de víctimas aproximado, el sentido de la disclipina según los grupos nacionales representados en los campos de batalla de nuestro país, etc. Hasta parece que el tema está agotado. Y, sin embargo…

Algunos historiadores de aquella época dolorosa, al hablar de las distintas nacionalidades representadas en las filas republicanas, apuntan, pero sin insistir sobre el téma, «que había, entre ellos, dos o tres mil judíos». Es casi la única alusión a la presencia, relativamente importante, en calidad y en cantidad, de hebreos en las citadas Brigadas Internacionales. Estimamos que, puesto que la palabra «judío» a venido a la pluma del historiador, éste tiene el deber de calar más hondo para explicar el fenómeno. O se habla de «judíos», puesto que no se trata de una « nacionalidad » o se informa debidamente al lector interesado por el acontecer histórico de nuestra Patria. A subsanar, en parte, este vacío, va destinado este trabajo que, por lo breve, no podrá abarcar sino algunos aspectos fundamentales de tan vasto tema.

NÚMERO Y PROCEDENCIA DE LOS VOLUNTARIOS JUDÍOS

Un folleto publicado en 1952 por el Ministerio de Asuntos Exteriores, «The International Brigades», habla de 125.000 voluntarios; Hugh Thomas, en «La Guerra de España» afirma que «había alrededor de cuarenta mil» añadiendo este autor que los efectivos de las Brigadas no pasaron nunca de diez y ocho mil a la vez; acaso en otras unidades republicanas, principalmente en Cataluña, haya habido unos cinco mil más. Esta parece ser la cifra que más se aproxima a la realidad si dejamos de lado los aspectos propagandísticos de uno u otro de los dos bandos en presencia hace casi cuarenta años.

Pues bien: como veremos más adelante, de entre estos cuarenta y cinco mil extranjeros voluntarios en la zona del Frente Popular, se puede calcular que había entre ocho mil quinientos y diez mil judíos, venidos desde todos los puntos de Europa y de algunos de Africa y América, en condiciones que relataremos también.

Aquí se impone una observación: la mayoría de los judíos llegados a nuestro país para batirse contra las fuerzas nacionalistas no han venido en tanto que judíos sino más bien por simpatizar con la causa de los republicanos, por estar sensibilizados ante la oleada de antisemitismo que existía en Alemania y que ésta ayudaba a los sublevados; por ser, en muchos casos, militantes socialistas o comunistas, cuando no simpatizantes de estos movimientos. Prueba de lo que decimos es que fueron pocos los sionistas comprometidos en la contienda, salvo los contados socialistas-sionistas marcadamente a la izquierda. Así nada tiene de extraño que los voluntarios venidos a España directamente desde Palestina fueran declarados desertores por el movimiento sionista que allí preparaba las bases del futuro Estado de Israel. Aún hoy, como hemos podido comprobar, la polémica no ha cesado sobre el particular.

Veamos a continuación, gracias a los trabajos meticulosamente dirigidos por un excombatiente judío a lo largo de veinte años de estudio y consulta de montones de listas y documentos, Josef Toch, austríaco emigrado recientemente a Tel Aviv, la «participación de los catorce contingentes nacionales más importantes (de un total de cincuenta y tres contingentes) en las Brigadas Internacionales», «cuya importancia damos en porcentaje sobre la población total del país de origen en 1936. Por lo que se refiere a los judíos: a) con relación a la población judía de Palestina; b) con relación a la población judía mundial»:

Casi todos los historiadores que se han preocupado seriamente por conocer la veracidad de la participación extranjera en la zona republicana están de acuerdo en que hubo, aproximadamente unos cuarenta a cuarenta y cinco mil voluntarios. Quedan, pues, unos diez mil más pertenecientes al resto de los países citados anteriormente, más 553 soviéticos. Veamos, a partir de estas cifras comunmente admitidas la participación de los judíos, procedentes de los 53 países representados en la guerra civil:

 

De Polonia ……………………………………2.250

De Estados Unidos ……………………….1.236

De Francia ……………………………………1.043

De Gran Bretaña …………………………214

De Palestina ………………………………….267

Total ………………                             5.010

 

A esta cifra, hay que añadir a aquellos venidos de los otro ocho países citados: 1.093.

De los 40 países no citados: 1.602

Del contingente ruso: 53.

Lo que hace un total de judíos en las Brigadas Internacionales —según Toch— de siete mil setecientos cincuenta y ocho.

El propio autor de esta estadística reconoce que esta participación ha debido ser aún más importante en número; por lo que a él se refiere, únicamente ha tenido en cuenta, revisando las listas de nombres, aquellos que son indiscutiblemente judios, dejando de lado los que pudieran serlo pero que ofrecían alguna duda. Además, muchos judíos, sobre todo aquellos que procedían de Francia o de Estados Unidos, habían cambiado de nombre (no ellos, sus antepasados), por lo que resultaba más fácil localizar a los procedentes del Este.

En todo caso, el porcentaje de judíos representados en cada contingente nacional fue

La participación hebrea en la guerra de España fue importante no sólo por su número, sino también por la calidad profesional de sus integrantes. En la foto, el general Walter conversa con su ayudante judío Alek Szvrek

considerablemente más importante que el porcentaje de judíos en la población del país de origen considerado. Deducidos los 1.043 que han sido contabilizados en el contingente francés, los judíos se colocan en primer lugar (sin cambiar el número total sino solamente el de los franceses). Por otra parte, los dos tercios de los judíos del contingente francés eran, muy a menudo, refugiados políticos de Polonia en particular.

Como acabamos de ver, estamos ya lejos de los «dos o tres mil» de Thomas y los «treinta y cinco mil» de la revista neoyorquina «The American Hebrew» del 7 de junio de 1938. Quien se acerca más a las estimaciones de Toch es el escritor revolucionario de descendencia judía León Azerrat Cohén, muy popular durante la guerra con el seudonimo «Ben Krimo», quien declara al periódico «Catalans», de Barcelona, el 30 de junio de 1937:

—«No sé si será oportuno hablar de los judíos que luchan en España en las Brigadas Internacionales… Yo calculo que debe haber unos seis mil…».

Por nuestra parte, iremos bastante más allá que Josef Toch. Por ejemplo: según testimonio directo que nos llega de Rumania, había, al menos, cuatrocientos cincuenta judíos rumanos, muchos más de los que ha enumerado aquél. Por nuestra parte, también hemos conocido a ex-brigadistas, que viven en París o en Tel Aviv, que estaban en España cuando estalló la sublevación nacionalista y que se incorporaron inmediatamente a las Milicias Populares. Algunos, eran refugiados políticos; otros como es el caso de Emmanuel Mink, que llegó a mandar la única unidad judía, la «Naftali Botwin», que, en compañía de otros atletas, se encontraba en la Ciudad Condal para participar en las Olimpiadas Obreras; tal es el caso de los palestinos de la asociación deportiva «Hapoel», la casi totalidad de los cuales entraron en la lucha inmediatamente. Y tal fue el caso de Jacques Penczyna, «le petit Jacques», refugiado político, que fundó, con otros trece compañeros judíos, el primer grupo «Thaelmann» en la misma ciudad de Barcelona.

Queda, no obstante, el interrogante al que nunca se podrá dar una respuesta definitiva: ¿cuántos eran en total? A nuestro entender, no lejos de los diez mil.

En lo que se refiere a la procedencia, quisiéramos destacar casos reveladores del estado de espíritu con que abandonaron sus respectivos países y hogares la mayoría de los voluntarios. Desde Varsovia, atado con correas en los bajos de vagones de ferrocarril, sin comer ni beber durante treinta y seis horas al menos, ha llegado a París más de uno. Desde Lwow (Polonia) ha salido otro, atravesando, sin documentación alguna, la Alemania hitleriana y alguna otra frontera antes de llegar a París y, desde allí a España. Así, podríamos citar docenas de nombres, que han arriesgado hasta su vida por acudir a la cita que estimaban histórica.

Pero el caso más emocionante fue el de los que, pioneros, estaban instalados en tierras de Palestina. Según Toch, eran 267; según gentes que hemos consultado en Israel, se puede calcular que fueron cuatrocientos. Téngase en cuenta que los que lograron el salvoconducto de las autoridades británicas no anunciaban nunca que era para irse a España. Una anécdota sitúa bien el problema. Dos amigos —conocemos a ambos, que aún viven— se encuentran en un barco que había salido de Haifa en dirección de Marsella. Ambos afirmaron ir a Francia para visitar a la familia, a los amigos, la exposición; pero se calaron que tenían la intención de irse a España. Se volvieron a encontrar… en Albacete.

BALBOA: ¿PRIMER VOLUNTARIO?

El primer judío que pudiéramos llamar voluntario, no venía del extranjero: era de origen español, descendiente de sefarditas. Se llama Benjamín Balboa, nativo de Marruecos, suboficial en la Marina española, que se ocupaba del servicio de comunicaciones en Ciudad Real. El 17 de julio de 1936, a las diez de la noche, oyó por radio el llamamiento a la sublevación. En lugar de transmitir, como era su obligación, el texto a sus superiores, obedeciendo a la orden recibida, Balboa transmitió el mismo a las autoridades republicanas, se puso en relación con algunas unidades navales españolas del Mediterráneo pidiendo a los hombres de tropa y a los marinos que se apoderaran de los oficiales y tomaran el mando de los navios. A este respecto, el escritor alemán Eric Schwartzeberg, dice en su libro: «El Bolchevismo y la Franc Masoneria judía, instigadores de la guerra civil española», publicado durante el régimen nazi:

«En lugar de colaborar con el Ejército de Tierra, la flota, al contrario, se opuso al transporte de tropas marroquíes hacia España. Los conjurados contaban, sobre todo, con estas tropas y las del Tercio. Se puede afirmar que el retraso de la intervención de las tropas estacionadas en Marruecos y, como primera consecuencia, la prolongación de la guerra (muy perjudicial para los franquistas) fue obra del suboficial Balboa ».

El diario madrileño «El Socialista» dió también todos los detalles relacionados con este hecho y Balboa fue considerado como un héroe.

Sigfrid Mayer, librero en Madrid, participó en los combates del Cuartel de la Montaña, antes de ser intérprete del primer Batallón «Edgar André» y enlace de éste con las milicias republicanas en Madrid. Mink y Weinroth, venidos de Bélgica, estuvieron en el asalto al cuartel de Atarazanas, en Barcelona, contribuyendo luego a la creación de la Centuria «Thaek-mann»,, que no hay que confundir con el primer grupo bautizado con el nombre del dirigente obrero alemán. Sam Masters y Nat Cohén, sastres judíos de Londres, estaban en el sur de Francia para participar en una carrera ciclista. Llegaron a Barcelona en su bicicleta y se incorporaron a la Centuria «Tom Mann», operacional en septiembre de 1936, que formó parte de la «Thaelmann»; el primero, comisario político, cayó en el frente de Brúñete; el segundo, gravemente herido, vive en Londres gracias a la ayuda de sus ex-camaradas brigadistas. La lista, como decíamos anteriormente, resultaría interminable y, a la larga, cansaría al lector. Pero era necesario relatar hechos precisos para que éste comprenda mejor el fenómeno que comentamos en este trabajo.

«CHAPAIEV», EL BATALLÓN DE LAS 21 NACIONALIDADES

389 voluntarios componían esta unidad. Veintiuna naciones estaban allí representadas: Alemania, Polonia, Austria, Suiza, Palestina, Holanda, Hungría, Checoslovaquia, Suecia, Dinamarca, Yugoslavia, Francia, Italia, Luxemburgo, Ucrania, Bélgica, Rusia, Grecia, Brasil… y España. Su composición sociológica era la siguiente: 231 obreros, 68 agricultores, 36 marinos, 7 funcionarios, 13 obreros agrícolas, 19 empleados, 7 artesanos y 8 intelectuales.

A pesar de la variedad de lenguas, naciones y costumbres, el «Chapaiev» dejo el recuerdo de una unidad de elevada moral, de combatividad. Pues bien, en este Batallón, además de los 20 judíos palestinos, había al menos, 25 polacos, cuatro alemanes, 4 austríacos, dos suizos, dos escandinavos, tres checos y un holandés. Nos parece que el «Chapaiev» refleja casi exactamente, la composición, el comportamiento y el sentido de la disciplina y de la organización, con algunas variantes y dejando de lado algunos incidentes de menor importancia, del conjunto de las unidades de voluntarios extranjeros, entre ellos los judíos.

LOS CAÍDOS

De nuevo nos hemos de referir al testigo excepcional que es Toch. Este, para poder hacer un cálculo aproximado de los judíos caídos en los diversos frentes en que actuaron (desde la Casa de Campo hasta Sierra Quemada, desde Teruel hasta el Ebro, desde Brúñete a Lérida, etc.), se refiere más precisamente a la composición de la unidad americana «Lincoln», citando sus hazañas y haciendo un cómputo de muertos judíos con relación al número total de los caídos. Dice así nuestro informador:

«En América han aparecido, al menos, treinta libros que tratan de la participación de los voluntarios estadounidenses en los combates; nos limitaremos a dar algunas cifras: Entre los voluntarios declarados había 1.236 judíos, es decir: 40%. 1.700 americanos han caído para siempre en los diversos frentes de la Península. En el libro «The Lincoln Batalion», de Ralfe, aparece una lista de 140 voluntarios, entre los cuales hay sesenta y cinco nombres específicamente judíos. Si tomamos como punto de partida la fórmula 140-65, resulta que 782 de los 1.236 voluntarios judíos americanos han sacrificado sus vidas en los campos de batalla de España. Siete judíos —añade Toch— han mandado, en épocas diferentes, la unidad: Dave Reiss, Aaron Lopoff, R. H. Merriman, Dave Dom, Hans Amlie, Leonard Lamb, Milton Wolff. Los cuatro primeros cayeron frente al enemigo. De ocho jefes de compañías judíos, cinco han perecido. En ninguna unidad—batallones o brigadas— había tantos comandantes y oficiales judíos como en la «Lincoln».

Y, sin embargo, había unidades, como el Batallón «Dombrowski», más tarde convertido en la XIII  Brigada «Dombrowski», donde, no solamente había muchos soldados hebreos, sino que, a medida que se subía en la escala de mando, la proporción aumentaba considerablemente.

Este mismo fenómeno de la participación cualitativa merece ser destacado. Un ejemplo entre otros: de los cincuenta médicos polacos voluntarios, todos, menú., uno, eran judíos. Veintiséis médicos de los* Estados Unidos también lo eran. Y no digamos del número importante de enfermeras hebreas que vinieron a España desde distintos lugares: EE. UU., Bélgica, Francia, en particular.

Gina Medem, autora de un libro publicado por el Comisariado General de las Brigadas Internacionales, en 1937 en Madrid: «Los Voluntarios de la Libertad», dice a este proposito de «los doctores, enfermeros y chóferes judíos»:

«Los nombres de los doctores Barsky, Pozner, Friend, Ettelson, Stadt, Keeping, Zaidman, Goldstrajch, Bush, Jungerman, Grisza, Kuba Robbins, Sollenberg, que cambió en la batalla el fusil por el bisturí, y Heilbrunn, así como las enfermeras Mar-celle, judía de Africa del Norte, de la negra Salaria, de Rosa, judía americana, de Nurié, judía española y de sus imnumerables colegas…»

UNA UNIDAD JUDÍA: LA COMPAÑÍA «NAFTALI BOTWIN»

Como hemos visto anteriormente, de haberse reunido a todos o la mayoría de los hebreos voluntarios en España, éstos hubieran podido formar una gran unidad combatiente. Sin embargo, caso en apariencia extraño, únicamente hubo una Compañía del Batallón «Palafox» quien fue bautizada con el nombre de un combatiente antifascista muerto en Polonia, tuvo su periódico en lengua yiddish, y compuesta en su totalidad —hubo algún español que otro— de judíos.

Ya desde los primeros momentos, hubo quien se preocupó por crear esta unidad. Luigi Longo, que fue Comisario General de las B. I., en el prólogo que escribió para presentar el libro de Gina Medem, cuenta como se presentó ante él «un joven moreno, cara redonda, que inspiraba inmediatamente simpatía. Era un judío que venía a verme como uno de los primeros responsables de la organización de las B. I. y hablaba en nombre del primer grupo de judíos, quince en total, que había organizado en pequeñas secciones, a la cabeza de los cuales desñlaba orgulloso por las calles de Albacete. Me pedía que los judíos fueran organizados en una formación de nuestras Brigadas». (Longo ignoró el nombre de este combatiente. Se trataba de Nahumi caído en el frente de Madrid. NDA)».

Algunas de las razones apuntadas por los protagonistas que hemos interrogado posteriormente, son —o fueron— las costumbres diferentes de los diversos grupos nacionales,,el hecho de que entre los americanos y los ingleses había pocos judíos que hablaran el yiddish —menos aún el hebreo—, el que algunos se sintieran más o menos «judíos» en la medida en que procedían de países donde vivían como minoría oprimida perseguida (Polonia, Hungría, etc.) o de aquellos donde no existía en los mismos términos la discriminación racial o religiosa (EE. UU., Gran Bretaña, Francia, Bélgica, etc). La mentalidad era, pués, diferente. Y, así, la mayor parte de los voluntarios se unieron a las unidades, a los grupos más afines; el caso de la «Lincoln» es característico; muchos judíos, importante participación en el mando, pero todo el mundo hablaba inglés. También es cierto que los diversos grupos de judíos, del Este o del Oeste, se entendieron siempre bien.

Fue en el frente de Tardienta, cuando el Batallón «Palafox» y su Segunda Compañía (la única que no llevaba ningún nombre aparte el número) estaban de reposo, donde tomó cuerpo la proposición del fallecido Nahumi: en las trincheras y en presencia de dirigentes judíos polacos pertenecientes al Estado Mayo  – de la Brigada «Dombrowski», que se bautizó con el nombre de «Botwin» a la Segunda Compañía, que se decidió la publicación de un periódico en yiddish, etc. El Orden del Día de la Brigada, fechado el 12 de diciembre de 1937, formado por Jean Barwinski, comandante, y Stanislaw Matuszczak, comisario político, dice entre otras cosas:

«Entre los voluntarios de las B. I. y muy particularmente en la Brigada «Dombrowski», los voluntarios judíos se han distinguido siempre por su valor, su combatividad y su fidelidad a la causa… «Para destacar el número y la importancia de los judíos voluntarios de la «Dombrowski», para honrar la memoria de los combatientes judíos muertos por la libertad, designamos la 2.a Compañía del heroico Batallón «Palafox» como compañía judía con el nombre de «Naftali Botwin».

Esta fecha es la consagración oficial del hecho acaecido antes en Tardienta. La Compañía entró en fuego mucho antes de la declaración del comandante de la XIIIa Brigada Internacional, en el frente de Extremadura. Participó en los combates de Sierra Quemada, en Sierra Caballs, en Lérida, en Mequinenza, fue una de las primeras en el paso del Ebro. Su historia está íntimamente ligada a la de la Brigada «Dombrowski». Poseía, además del periódico, un grupo teatral, un grupo deportivo, un himno. El periódico fue compuesto gracias a una máquina de escribir de un periodista judío, representante de un periódico yiddish de París, que la puso a disposición de los redactores.

«El 12 de diciembre de 1937 nació la única unidad judía, la «Botwin» —escribe Toch— que contaba al principio con ochenta miembros y se formó en Tardienta, a cien metros de las trincheras enemigas. Dos meses más tarde con la llegada de nuevos voluntarios, su número ascendió a 152. Estuvo en Extremadura y en el Frente de Teruel, donde al final de la primera jornada de combate, de los 123 miembros de la «Botwin» quedaban en vida 62; entre los caídos, el jefe de la unidad, Karol Gutman, al que sucedió Michael Reger. Dos días más tarde, la Compañía llegó a Aragón donde fue completada con nuevos elementos, tomando parte en la gran ofensiva franquista de marzo a mayo de 1938 en Lérida… Cayeron entonces dos jefes: León Rubinstein y Misha Shapir, y un Comisario político: Micha Reger, anteriormente capitán, jefe de la «Botwin».

Al campo de Saint Cyprien, en los Pirineos Orientales, fueron internados, como los demás componentes del Ejército republicano derrotado, los de la citada compañía: 86 oficiales y soldados de los 152 que habían formado el cuadro de la misma.

Una anécdota interesante, entre otras muchas que conocemos: que un ex- «botwinista», Andrezej (su verdadero nombre era: Pinkus Kartin) fue uno de los organizadores de la insurrección en el ghetto de Varsovia. Otro, Szyr, fue viceprimer ministro en Polonia, en 1945.

EL CONTINGENTE SOVIETICO

De los 557 soviéticos venidos a España —ninguno, al parecer, contra su voluntad— el diez por ciento eran judíos. Por no citar más que a algunos de los más conocidos, empezaremos por Rosenberg, llegado en calidad de Cónsul a las cuatro semanas de empezar la guerra; Wladimir Birchitzki, consejero en la industria de armamento; general G. M. Stern, el primer consejero ante el mando español; general Jacob Smitkewitch (Douglas), consejero en la aviación republicana; Arthur Stacehwski, de origen polaco, consejero económico acerca del Gobierno de la República; Gregor Kulik, dirigió la política militar soviética en nuestro país; general Kleber (Lazar Stern), Orlov, Berzin, que jugó papel importante en la defensa de Madrid, etc.

He aquí, contada a grandes rasgos, la historia verídica de un grupo numeroso de voluntarios extranjeros en la zona republicana, del que los historiadores no se han ocupado nunca —o, cuando lo hicieron, ha sido para empequeñecer su presencia en España —. Mucho más podríamos decir al final de una larga encuesta sobre el tema, pero, por lo que antecede, el lector se hará una idea más exacta del fenómeno judío en el seno de las Brigadas Internacionales.

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