Memoria como resistencia
«No puede haber en España una cultura auténticamente democrática mientras no haya una cultura antifranquista»
Hace unos dÃas se celebraba el I Congreso de VÃctimas del Franquismo. Casi al mismo tiempo, el Gobierno de Rajoy aprobó en Consejo de Ministros, la supresión de la Oficina de VÃctimas de la Guerra Civil y la Dictadura que se encargaba de facilitar información sobre las materias referidas a la Ley de Memoria Histórica. Ahora sus funciones las asumirá la División de Derechos de Gracia y otros Derechos, que se ocupa de conceder indultos y tÃtulos nobiliarios y que va más acorde con la memoria interesada y amnésica de los populares. Estamos en un paÃs que despide con honores de estado a una persona que un su haber vital contaba con ser el responsable de varias sentencias de muerte. Si Fraga es considerado un padre de la patria, yo me declaro huérfana.
Reclamar verdad, justicia y reparación a las vÃctimas de la guerra y la dictadura es demasiado pedir para aquellos que nunca han condenado el golpe militar que interrumpió el proceso democrático en julio del 36 y el posterior régimen dictatorial, apoyado por el fascismo europeo, que se desarrolló como resultado de aquel golpe. Que no se haya juzgado a los responsables de la barbarie sólo quiere decir que el franquismo no fue derrotado sino que se transformó para convivir con el hecho democrático. Que no tengamos un Le Pen ultraderechista de turno solo quiere decir que la derecha española (pónganle el eufemismo que quieran, centrada, moderada, etc.) está más a la derecha que la gran mayorÃa de la derecha europea.
En Aragón, el gobierno PP-PAR ha eliminado el programa Amarga Memoria que defendÃa la dignificación de las vÃctimas asesinadas durante la Guerra Civil y el franquismo. Lo que supone un atropello a la democracia y la justicia, se agrava con la falta de sensibilidad en la defensa de la medida. MarÃa José Ferrando, diputada popular en las cortes reprochó a PSOE, CHA e IU «este morboso culto a la muerte» de sus discursos «más propios de sociedades primitivas y desvertebradas».
Mi abuelo nació en HÃjar en 1924. Con el golpe militar del 36 y la ocupación nacional de su pueblo, se exilió junto a su familia a Barcelona. Él pudo esquivar los disparos de los bombardeos que le acompañaron en ese exilio. Otros no. Y sobrevivió también al hambre, a la represión y al miedo de los años de guerra y posguerra. Otros no. No cabe en este artÃculo todo lo que vivió, me dice mientras le tiemblan los ojos y le llora la voz. Como no cabe lo que vivieron las personas que todavÃa hoy nos lo recuerdan y las voces de las familias de aquellas otras que no pueden contarlo. No se puede pasar página cuando no ha habido justicia y reparación.
Como expresa Vicenç Navarro en lo que para mà y pese al paso del tiempo, sigue siendo un libro imprescindible: Bienestar insuficiente, democracia incompleta, «no puede haber en España una cultura auténticamente democrática mientras no haya una cultura antifranquista, para lo cual se requiere de una viva memoria histórica». Si se deja de resistir, ellos ganan.
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