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Toralply, portero del Athletic, fusilado «vivo o muerto»

M.A.Lara. Marca.com, | 28 abril 2012

Compartió siempre su pasión por del deporte con una intensa actividad política como miembro del PSOE y de la UGT

 

Por MIGUEL ÁNGEL LARA
Una de las primeras órdenes que recibieron los médicos del Santo Hospital del Bilbao el 19 de junio de 1937, el día que la capital del Gobierno Vasco, cayó en manos de las tropas franquistas, fue la de salvar la vida del comandante rojo del batallón número dos de la UGT (Batallón Prieto) que había ingresado el día anterior con una herida de metralla en el cráneo. Las autoridades militares de la División Navarra ordenaron que ese herido fuera «fusilado vivo o muerto», una práctica que se hizo habitual durante la Guerra Civil, la de fusilar cadáveres como si la rabia de no haber cazado al enemigo con vida pudiera calmarse así.

El cuerpo que yació 10 días en el hospital en el que la República instaló la primera Facultad de Medicina (que no se volvió a abrir hasta 1970 tras cerrarla en 1937) y que fue luego trasladado el día 27 a los Trinitarios de Algorta, era el de Aniceto Alonso Rouco, para todos Toralpy, uno de los porteros más populares del fútbol vasco en los años 20.

La crónicas de la época, cuando aún no existía la Liga y el campeonato regional era la máxima expresión semanal del fútbol, hablan de un gran portero, ejemplo de la escuela vasca que tantos gigantes ha dado bajo palos, y que tomó su sobrenombre (sobrevivió en el tiempo porque su hijo tuvo un bar en Erandio hasta los 90) de un portero inglés que pasó por Euskadi en mediados de la primera década del siglo XX.
Muy popular en Bilbao y su cinturón obrero. Ajustador de profesión, compartió siempre su pasión por del deporte con una intensa actividad política

Jugó en el Sestao, el Cantabria, el Acero y el 6 de septiembre de 1925 debutó con el Athletic (derrota por 4-0 ante el Real Unión) y el 21 de febrero de 1926 lo hizo en su único partido oficial (triunfo 2-3 ante el Acero). Sus mejores momentos los vivió bajo los palos del Sestao. Y de esa época data un partido ante el Athletic, cuyo portero era uno de los primeros grandes (Vidal), que estuvo presidido por la violencia. Toralpy fue protagonista del choque que midió Las Llanas a los dos equipos el 20 de octubre de 1924. A los rojiblancos les recibió un campo lleno, de uñas y protegido por la Guardia Civil. Los leones de Pentland se adelantaron tras un penalti cometido sobre Rousse y marcado por Larraza.

A la vuelta del descanso, Rousse y el árbitro, Ángel de la Torre, fueron agredidos y la Guardia Civil de caballería «intervino para calmar los ánimos» (La Vanguardia, 21-10-1924). En un partido llenó de patadas e incidentes en un campo embarrado, el Sestao remontó con dos goles de penalti de Arana, pero el héroe fue su portero, Toralpy, que con 0-1 detuvo otro lanzamiento de once metros a Larraza. El ‘1’ del Sestao salió a hombros del campo y con un ramo de flores mientras que la Benemérita tuvo que proteger a los jugadores del Athletic y al árbitro.

La figura de Toralpy era muy popular en Bilbao y su cinturón obrero. Ajustador de profesión, compartió siempre su pasión por del deporte con una intensa actividad política como miembro del PSOE y de la UGT. Ajustador de profesión, cuando estalló la Guerra Civil sus tiempos de portero ya habían pasado. Seguía siendo un apasionado del balón, pero ya desde la grada y las tertulias de bares

Pronto destacó en las tareas defensivas de Bilbao cuando el 11 de junio de 1937 la Legión Cóndor y la Aviación italiana iniciaron el ataque que haría caer a la capital vasca. Indalecio Prieto, desde Madrid, había dado orden de defender Bilbao hasta el último hombre, en especial el cinturón industrial. Toralpy salió de la capital como comandante al mando de su batallón para alcanzar la línea Kalamua y Marquina-Echeverria.
El día 17 de junio estaba hablando por teléfono con las unidades que defendían Bilbao y anunciaba que estaban listos para la ofensiva a pesar del intenso fuego aéreo enemigo cuando llegó una visita a la caseta (txabola) que hacía de puesto improvisado de mando. Mientras saludaba a Víctor Frutos , un socialista nacido en Argentina y que llegó a Madrid con sólo 8 años para acabar siendo jefe de la VI Brigada del Ejército de Euzkadi, cayó herido: «Aún con las manos enlazadas vi como sus ojos se quedaban en blanco. Su rostro se contraía con un gesto de dolor, estaba ya inconsciente. Un trozo de metralla alargada, en forma de cuchillo y de unos 20 centímetros, asomaba a través del casco. Instintivamente traté de arrancarla, pero mi esfuerzo resultó inútil: estaba demasiado incrustada en su cabeza. Su corazón aún latía e inmediatamente una ambulancia lo trasladó al hospital. En el pensamiento de todos quedó que el comandante Toralpy había muerto». (Vicente Talón, Memoria de la Guerra en Euzkadi).

Tras caer Bilbao con la salida de las últimas tropas leales a la República la madrugada del 19 de junio y la entrada de la V Brigada Navarra al mando del general Juan Bautista Sánchez, los mandos republicanos dieron a Toralpy como caído en combate mientras su cuerpo estaba en el Hospital de Basurto. Sus documentos le daban como «muerto en campaña el 17 de junio de 1937». Tan seguros estaban que a su viuda se le concedió una pensión de manera inmediata.

El final fue más macabro. Al caer la ciudad, los heridos en los hospitales se convirtieron en prisioneros de guerra. En las ruedas de reconocimiento, Toralpy fue reconocido. Era un rostro popular por sus tiempos de portero y por su alta actividad política. Se decidió ‘salvar su vida’ para luego acabar con ella. Si moría antes iba a dar igual, sería fusilado el cadáver. Su cuerpo de deportista hizo que resistiera a la herida. Acabó de recuperarse en Algorta (Getxo). Había llegado el momento. El 7 de septiembre de 1937 fue entregado por las autoridades del hospital a las militares. Se le leyó la sentencia a muerte como «autor de un delito de alta rebelión por acción directa sin circunstancias modificativa de responsabilidad». La tapia del Cementerio Vista Alegre de Derio, donde fueron ejecutadas más de 400 personas tras la caída de Bilbao, fue lo último que vieron los ojos del Toralpy.

http://www.marca.com/reportajes/2011/12/el_poder_del_balon/2012/04/25/seccion_01/1335389461.html?cid=GNEWS2003