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Cementerio de Tudela: El final de una esperanza

Noticias de Navarra, 30-04-2012 | 1 mayo 2012

La exhumación de Plaza y Hernández abre más interrogantes

 

LEJOS DE CERRAR UN CAPÍTULO, LA EXHUMACIÓN DE PLAZA Y HERNÁNDEZ ABRE MÁS INTERROGANTES
TUDELA, FERMÍN PÉREZ-NIEVAS – Lunes, 30 de Abril de 2012 –
UNO de los objetivos de las familias que buscan a sus padres o abuelos fusilados en retaguardia durante la Guerra Civil es tratar de cerrar un capítulo de sus vidas. Desean recuperar a los suyos y saber que después de más de 75 años de ausencia los devuelven a sus casas con el cariño y el respeto que no tuvieron cuando les arrancaron de casa de forma tan salvaje.

esta era la intención de Olimpia Plaza y de Balbina Hernández cuando se pusieron en contacto con la sociedad Aranzadi para que buscaran los restos de Salustiano Plaza (su abuelo) y Miguel Hernández (su padre), asesinados en una tapia del cementerio de Tudela. Pero el destino ha jugado con estas familias una vez más y después de 75 años de espera y ansiedad todo parece indicar que sus restos fueron sacados de la fosa donde se encontraban y de nuevo vagan en sepulturas ajenas, lejos de sus seres queridos.

BÚSQUEDA INFRUCTUOSA

¿Quién se los ha llevado?

La búsqueda realizada durante dos días por la sociedad Aranzadi llegó al mediodía de ayer a su fin tras comprobar que todo el esfuerzo había sido infructuoso. Entre resignadas y afligidas Olimpia y Balbina, acompañadas por sus hijas, escucharon de boca del forense Paco Exteberria la triste confirmación que explicó detalladamente delante de pequeños huesos humanos, la única huella que quedaba en el cementerio de Tudela del paso de Salustiano y Miguel. «Ha habido dos personas enterradas aquí, como lo indica el hecho de que hayan aparecido dos metacarpianos izquierdos (huesos del dedo gordo de la mano), dos rótulas y otros huesos. Una de ellas era muy mayor (Salustiano tenía 77 años) como lo demuestra que el cartílago de la nuez aparezca convertido en hueso; la otra era joven (Miguel tenía 29 años) como se ve en la rótula y en los dientes, casi intactos. El problema es que con estos huesos tan pequeños es casi imposible hacer pruebas de ADN para identificarlos. Esta fosa se ha vaciado. Sin féretros, enterrados con cal y dos individuos de tan diferentes edades es razonable pensar que sean sus familiares». Junto a estas pequeñas pruebas humanas también hallaron botones de nácar y una hebilla de un chaleco.

La verdad es rotunda, alguien se llevó sus restos probablemente pensando que se llevaba a sus familiares, pero en los libros del cementerio no existe registro de que ocurriera tal cosa y lo mismo ha sucedido en las fosas conjuntas a las de estos dos castejoneros. Alguien exhumó los cuerpos y no dejó rastro de ellos por lo que la pregunta ahora vuelve a ser ¿dónde acabaron los restos de Salustiano Plaza y Miguel Hernández? La intención de las familias de cerrar un capítulo se ha transformado en la apertura de nuevos interrogantes que, difícilmente, vayan a tener respuesta.

«Esto es el remate. Te quedas con la sensación de que hemos hecho todo lo que hemos podido pero encima del mal trago que pasas nos los han robado. Esto demuestra lo mal que se ha hecho todo durante tantos años. Si alguien abrió ¿porque no hay constancia en los libros?» se repite con desesperación Villar Ochoa, hija de Olimpia que cuenta cómo su madre durante los dos días previos casi no ha podido dormir por los nervios de pensar que se iba a reencontrar con su abuelo.

Después de soportar ante la fosa casi 10 horas con lluvia y frío, Balbina Hernández y su hija Yolanda Traburúa no van a poder llevar a cabo su máxima ilusión, «mi gran satisfacción sería poder decir: estos son los huesos de mi padre. Poder decir el posesivo ‘padre mío», explicaba el sábado. Pero Balbina tampoco pudo reunirse con los huesos de su padre -ayer- al que ni siquiera llegó a conocer. Nació después de que la Guardia Civil se lo llevara «para hacerle unas preguntas» y terminara asesinado aquel caluroso 6 de agosto de 1936.

Hasta tres fosas encontraron ayer vacías en el cementerio de Tudela los miembros de la sociedad Aranzadi lo que demuestra que hubo un tiempo en que, seguramente con ayuda del enterrador de la época, se trató de recuperar los restos de los fusilados y se llevaron los primeros que encontraron. Este hecho pone en evidencia la necesidad de realizar de forma sistemática la excavación, levantando acta y trabajando con las familias, tal y como viene realizando durante tantos años la sociedad Aranzadi.

Balbina tuvo que huir de Castejón a Pamplona con su madre donde se refugiaron los padres de Miguel Hernández. Olimpia fue obligada a bautizarse y a hacer la primera comunión, les arrebataron sus pertenencias y el párroco pretendía cambiarle el nombre porque no le gustaba. No solo fusilaron a su abuelo, sino que a su padre, alcalde de Castejón, lo habían asesinado en Alfaro un mes antes y aún no han encontrado su tumba. Su angustia e incertidumbre continúa.

http://www.noticiasdenavarra.com/2012/04/30/sociedad/navarra/el-final-de-una-esperanza