¿Dónde están Salustiano y Miguel?
Hasta tres fosas encontraron el domingo vacÃas en el cementerio de Tudela los miembros de la sociedad Aranzadi
Sábado, 5 de Mayo de 2012
«MI pobre abuelo», dice casi en un susurro Olimpia Plaza mientras posa para la sociedad Aranzadi sujetando una foto en la que ella aparece, con dos años, sentada en el regazo de Salustiano Plaza, su abuelo, fusilado en la tapia del cementerio de Tudela el 6 de agosto de 1936. El pasado fin de semana ella y sus hijas soportaron las inclemencias del tiempo estoicamente mientras los expertos de Aranzadi cavaban durante horas en busca de sus restos. Junto a los Plaza, Balbina Hernández y su hija Yolanda guardaban la esperanza de recuperar los restos de su padre y abuelo, Miguel Hernández, que también fue asesinado el mismo dÃa. Pero el destino juega muchas veces de forma descarnada con las personas y después de 10 horas buscando en las entrañas de la tierra la conclusión fue tan dura como su asesinato, Salustiano y Miguel es posible que hubieran estado allà sepultados pero habÃan desaparecido.
Uno de los objetivos de las familias que buscan a sus padres o abuelos fusilados en retaguardia durante la Guerra Civil es tratar de cerrar un capÃtulo de sus vidas. Desean recuperar a los suyos y saber que después de más de 75 años de ausencia los devuelven a sus casas con el cariño y el respeto que no tuvieron cuando les arrancaron de casa de forma tan salvaje. Ésta era la intención de Olimpia Plaza y de Balbina Hernández cuando se pusieron en contacto con la sociedad Aranzadi para que buscaran los restos de Salustiano Plaza (su abuelo) y Miguel Hernández (su padre), asesinados en una tapia del cementerio de Tudela. Pero después de 75 años de espera y ansiedad todo parece indicar que sus restos fueron sacados de la fosa donde se encontraban y de nuevo vagan en sepulturas ajenas, lejos de sus seres queridos.
El intento de localizar los restos de ambos castejoneros se inició hace un año cuando Yolanda, hija de Balbina, vio en televisión a los integrantes de la asociación ValentÃn Plaza en una concentración con fotografÃas de los vecinos fusilados en Castejón. «Me avisó una amiga que habÃa visto la fotografÃa de mi abuelo en la televisión. Era un homenaje que estaban haciendo a todos los fusilados de la guerra. Conseguimos entrar en contacto con Pablo Lorente y con Villar Ochoa, de este colectivo, y a raÃz de eso comenzamos la búsqueda porque nosotros sabÃamos que a nuestro abuelo y a Salustiano los detuvieron por separado pero se los habÃan llevado juntos para fusilarlos y, previsiblemente, los enterraron juntos».
BÚSQUEDA INFRUCTUOSA
Fosas vacÃas
La búsqueda realizada durante dos dÃas por la sociedad Aranzadi llegó al mediodÃa del domingo a su fin tras comprobar que todo el esfuerzo habÃa sido infructuoso. Entre resignadas y afligidas, Olimpia y Balbina, acompañadas por sus hijas, escucharon de boca del forense Paco Exteberria la triste confirmación que explicó detalladamente delante de pequeños huesos humanos, la única huella que quedaba en el cementerio de Tudela del paso de Salustiano y Miguel. «Ha habido dos personas enterradas aquÃ, como lo indica el hecho de que hayan aparecido dos metacarpianos izquierdos (huesos del dedo gordo de la mano), dos rótulas y otros huesos. Una de ellas era muy mayor (Salustiano tenÃa 77 años) como lo demuestra que el cartÃlago de la nuez aparezca convertido en hueso; la otra era joven (Miguel tenÃa 29 años) como se ve en la rótula y en los dientes, casi intactos. El problema es que con estos huesos tan pequeños es casi imposible hacer pruebas de ADN para identificarlos. Esta fosa se ha vaciado. Sin féretros, enterrados con cal y dos individuos de tan diferentes edades es razonable pensar que sean sus familiares». Junto a estas pequeñas pruebas humanas también hallaron botones de nácar y una hebilla de un chaleco. Por desgracia no apareció ninguna bala entre los cientos de kilos de tierra removida, «hubiera sido un dato muy importante», explicó Etxeberria a los familiares.
La verdad es rotunda y salvaje, alguien se llevó sus restos probablemente pensando que recuperaba a sus familiares, pero en los libros del cementerio no existe registro de que ocurriera tal cosa y lo mismo ha sucedido en las fosas conjuntas a las de estos dos castejoneros. Alguien exhumó los cuerpos y no dejó rastro de ellos por lo que la pregunta ahora vuelve a ser ¿dónde acabaron los restos de Salustiano Plaza y Miguel Hernández? La intención de las familias de cerrar un capÃtulo se ha transformado en la apertura de nuevos interrogantes que, difÃcilmente, vayan a tener respuesta.
«Esto es el remate. Te quedas con la sensación de que hemos hecho todo lo que hemos podido pero encima del mal trago que pasas nos los han robado. Esto demuestra lo mal que se ha hecho todo durante tantos años. Si alguien abrió ¿por qué no hay constancia en los libros?» se repite con desesperación Villar Ochoa, hija de Olimpia que cuenta cómo su madre durante los dos dÃas previos casi no ha podido dormir por los nervios de pensar que se iba a reencontrar con su abuelo. Para la ocasión Olimpia se habÃa colocado una escarapela republicana que le habÃa hecho su hija con ganchillo.
Después de soportar ante la fosa casi 10 horas con lluvia y frÃo, Balbina Hernández y su hija Yolanda Traburúa no van a poder llevar a cabo su máxima ilusión, «mi gran satisfacción serÃa poder decir: estos son los huesos de mi padre. Poder decir el posesivo ‘padre mÃo», explicaba el sábado. Pero Balbina tampoco pudo reunirse con los huesos de su padre -el domingo- al que ni siquiera llegó a conocer. Nació después de que la Guardia Civil se lo llevara «para hacerle unas preguntas» y terminara asesinado aquel caluroso 6 de agosto de 1936.
UNA VIDA DE DOLOR
Ausencias
Hasta tres fosas encontraron el domingo vacÃas en el cementerio de Tudela los miembros de la sociedad Aranzadi, lo que demuestra que hubo un tiempo en que, seguramente con ayuda del enterrador de la época, se trató de recuperar los restos de los fusilados y se llevaron los primeros que encontraron. Este hecho pone en evidencia la necesidad de realizar de forma sistemática la excavación, levantando acta y trabajando con las familias, tal y como viene realizando durante tantos años la sociedad Aranzadi.
En esta situación se hacen más inexplicables las reticencias de aquellas personas contrarias a que se recuperen los restos de quienes fueron fusilados, en ocasiones por motivos polÃticos, en otras por venganzas personales pero nunca como consecuencia de la guerra. Balbina lo vive con dolor. «A los que ponen peros les dirÃa que no es comprensible que se intente tapar un hecho que es de dominio público. Es ridÃculo intentar taparlo. Para las familias no ha pasado, a mà no se me olvida. Yo con 25 años di a luz y el médico me preguntó por mi padre y le dije: ‘mi padre no murió, lo fusilaron’. Se quedó blanco y me dijo: ‘entonces qué pongo’, ‘no lo sé, sólo le digo que no murió, lo fusilaron’, le contesté». Balbina nunca ha querido buscar partida de defunción, «para que me mientan prefiero no saber nada», concluye.
Como en tantas otras ocasiones, esta penosa búsqueda se hizo sin la presencia de polÃticos ni representaciones de los ayuntamientos. Pese a que Castejón tiene alcaldesa del PSN, el mismo partido en el que militaban los fusilados, nadie de esa formación apareció por el camposanto tudelano.
Balbina tuvo que huir de Castejón a Pamplona con su madre donde se refugiaron los padres de Miguel Hernández. Olimpia fue obligada a bautizarse y a hacer la primera comunión, les arrebataron sus pertenencias y el párroco pretendÃa cambiarle el nombre porque no le gustaba. No solo fusilaron a su abuelo, sino que a su padre, ValentÃn Plaza, alcalde de Castejón, lo habÃan asesinado en la localidad riojana de Alfaro un mes antes y aún no han encontrado su tumba.
Su angustia e incertidumbre continúa y sólo los familiares más cercanos conocen el padecimiento de unas niñas que han crecido y pasado toda su vida teniendo que callar el asesinato .