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El Contubernio de Múnich: La primera grieta del régimen franquista

Deia, | 30 mayo 2012

Se cumple medio siglo de una cita en la que Europa instó a la democratización del Estado español

 

Irujo, al frente de la delegación vasca, abogó por el reconocimiento de las distintas nacionalidades

JAVIER NÚÑEZ – Miércoles, 30 de Mayo de 2012

BILBAO. La próxima semana se cumplen 50 años del IV Congreso del Movimiento Europeo, celebrado entre el 5 y 8 de junio de 1962, y que fue denominado por el régimen franquista como el Contubernio de Múnich, término que fue acuñado por el diario falangista Arriba para referirse a lo sucedido en la ciudad alemana. En aquella cita se aprobó una resolución de cinco puntos para el Estado español: Instituciones auténticamente representativas y democráticas; garantía de los derechos de la persona humana con supresión de la censura gubernativa; reconocimiento de la personalidad de las distintas comunidades naturales; libertades sindicales sobre las bases democráticas, con derecho a la huelga; posibilidad de organización de corrientes de opinión y partidos políticos con el reconocimiento de los derechos de la oposición. El congreso tomó relevo de los celebrados en La Haya en 1948 y 1953 y en Roma en 1957. Además, tenía como base el rapport Birguelbach, presentado en enero de 1962 en la Asamblea Parlamentaria Europea, en el que se señalaba que no podía acceder a la Comunidad Económica Europea todo país que no dispusiera de instituciones democráticas, algo de lo que, evidentemente, adolecía el Gobierno de Franco.

¿Qué sucedía en Euskadi y en el resto del Estado español en aquellos primeros albores de la década de los 60? En febrero de 1962 había muerto en el exilio una figura clave para la política tanto vasca como española: Indalecio Prieto. Ese mismo mes se inició una huelga en Gipuzkoa que se extendió posteriormente al resto de Euskadi y que tuvo su punto álgido en mayo cuando el Gobierno franquista decretó el estado de excepción de Bizkaia y Gipuzkoa. En agosto estallaron dos bombas en el palacio de Aiete, que entonces era la residencia de verano de Franco.

ANTECEDENTES Años antes, en 1949, y en la sede del Gobierno vasco en el exilio, en la avenida Marceau de París, se había celebrado la primera reunión del Consejo Federal español del Movimiento Europeo, acto que fue organizado por el PNV. Trece años después de aquella cita en París, llegó el Congreso de Múnich. El Movimiento Europeo estaba estructurado en Consejos Federales, que en el caso del Estado español contaba con cinco ramas: democristianos, socialistas, liberales, nacionalistas vascos y nacionalistas catalanes. Todos menos los comunistas.

Bajo la figura del político y escritor liberal Salvador de Madariaga, que se encontraba en el exilio, José María Gil Robles fue la principal figura de la delegación democristiana; Rodolfo Llopis encabezaba la representación socialista; Manuel del Irujo era el referente del nacionalismo vasco y Carles Pi i Sunyer encabezaba la delegación catalana.

En Múnich, a donde acudieron alrededor de mil personas, la delegación del Estado español -compuesta por 118 personas- llevó dos textos, uno elaborado por las personalidades que acudieron del interior, cuyo referente era Gil Robles, y otro por el exilio, cuya cabeza visible era Salvador de Madariaga. Pese a la existencia de esas dos posturas, se decidió que las deliberaciones y el texto final debía ser conjunto. Así, en una reunión en la que tomaron parte tres representantes del interior y tres del exterior, se decidió convocar a todos los delegados del Estado español. Posteriormente, se produjo otro encuentro, en el que tomaron parte cinco representantes por cada parte, donde finalmente se redactó el texto de cinco puntos que fue presentado al resto de delegaciones europeas.

«NADA SIN EUZKADI» La intervención de la delegación vasca, que fue la más numerosa puesto que estaba compuesta por 34 personas -14 de ellas procedentes del exilio y 20 de Euskadi-, fue clave para que en el texto final apareciera el apartado tercero, en el que se reclamaba «el reconocimiento de la personalidad de las comunidades naturales».

La representación vasca había acudido a la ciudad alemana con un lema claro y conciso en el que se resumía la que iba a ser su actuación: «Nada sin Euzkadi, nada contra Euzkadi». Aunque la delegación estaba encabezada por Manuel de Irujo, en las negociaciones jugó un papel muy importante Francisco Javier de Landaburu, que hizo de enlace entre las dos comisiones.

La resolución final se prestó a múltiples interpretaciones. Así, Gudari, que era el órgano de Euzko Gaztedi en Euskadi, editado en Venezuela, señalaba que «algunos de los que suscribieron la resolución ibérica no se distinguieron por su respeto a los derechos de los pueblos. Pero su postura da a la actitud vasca de todos los tiempos un refrendo que priva a la propaganda franquista de uno de sus eslogan favoritos». Sin embargo, en opinión de Kepa Anabitarte, que representaba a ELA, el acuerdo alcanzado en el Congreso de Múnich no era sino «una alianza entre el PSOE y los monárquicos».

La postura oficial del PNV fue que en Múnich se había acordado una declaración, pero no se había firmado un pacto en el sentido estricto del término. Así, el destacado dirigente jeltzale Jesús Solaun, fallecido en 1979, aseguró que el problema era el «profundo desconocimiento de la realidad política». Además, en sintonía con la postura oficial del partido, reiteró que a la cita de Múnich «en realidad no fueron partidos, sino personas, y jamás se firmó allí un pacto propiamente dicho».

REACCIÓN DEL FRANQUISMO Aunque el régimen franquista había solicitado formalmente la entrada en la Comunidad Económica Europea, la resolución del Congreso de Múnich vino a decir de forma clara que no se cumplían los requisitos democráticos para esa integración. De este modo, la reacción del franquismo fue convertir la cita de Múnich en un contubernio, preparado de antemano entre Gil Robles y Rodolfo Llopis.

El 8 de junio, el mismo día que se producía la firma de la resolución, Franco firmaba un decreto en el Palacio de El Pardo por el que se suspendía la vigencia del artículo 14 del Fuero de los Españoles, por el que se establecía que «los españoles son libres de fijar su residencia donde quieran».

Un día después llegaban al Estado español alguno de los representantes que habían acudido a la cita de Múnich y en el mismo aeropuerto de Barajas fueron detenidos cuatro de los participantes: Prados Arrarte, Joaquín Satrústegui, Gil Robles y Álvarez de Miranda. Se les dio la opción de partir hacia el exilio o ser desterrados a la isla de Fuerteventura en las Islas Canarias. Gil Robles y Prados Arrarte optaron por el exilio en París, mientras que Satrústegui y Álvarez de Miranda fueron desterrados.

Los adictos al régimen organizaron manifestaciones de apoyo al dictador. Así, 10.000 personas de reunieron de forma «espontánea» en Guadalajara, y en Logroño, el gobernador civil aseguró que los que habían acudido a Múnich «son españoles solo por el hecho de haber nacido, inmerecidamente, en territorio patrio».

http://www.deia.com/2012/05/30/politica/euskadi/la-primera-grieta-del-regimen-franquista