Hay algo ahà dentro que no te pueden quitar, algo tuyo
Ayer se cumplieron 74 años de la fuga del Fuerte de San Cristóbal
POR F.L. CHIVITE – Miércoles, 23 de Mayo de 2012
LO dice Tim Robbins en Cadena perpetua. Entonces Morgan Freeman le pregunta: ¿De qué estás hablando? Y él mira hacia la ventana y contesta: de esperanza. Hay varias pelÃculas de fugas carcelarias y todas tienen un plus de emoción muy elemental. Nadie se identifica con el guardián, claro. ¿Quién quiere ser guardián? Todos nos identificamos con el que trata de fugarse. Con el que corre y escapa. En La gran evasión, uno de los oficiales prisioneros decÃa, más o menos: intentar escapar es un deber. Pues eso.
Ayer se cumplieron 74 años de la fuga del Fuerte de San Cristóbal. Mucha gente ha oÃdo hablar alguna vez de esa fuga pero pocos conocen los datos concretos. Fue la noche del 22 de mayo de 1938. En ese momento habÃa 2.487 reclusos. Escaparon unos 795. Se trata, probablemente de una de las mayores fugas carcelarias de toda la Historia. Aunque si en algo bate un récord difÃcil de superar es en sangre: esa noche y los dÃas siguientes fueron cazados y muertos en los alrededores del monte y en los valles cercanos 206 fugados. El resto fueron capturados y devueltos a la prisión. Todos menos tres que lograron cruzar la muga. Dos de ellos por Valcarlos y el otro por Quinto Real. Se conocen sus nombres.
Desde hace cinco años, un grupo de amigos reproduce por estas fechas el recorrido ideal de la fuga: desde la cima de San Cristóbal hasta la frontera de Urepel. ¿Están locos? Quizá lo están, no pondrÃa la mano en el fuego. Pero por lo menos pertenecen a esa clase de locos que no hacen daño a nadie. El sábado pasado, a pesar de la meteorologÃa, volvieron a hacerlo. Conozco a unos cuantos y estuve almorzando con ellos en el alto de Egozkue a eso de las doce y media, justo cuando dejó de llover un poco. Ahora, en base a algunos indicios bastante fiables, uno de los más chiflados está tratando de demostrar la hipótesis de que pudo haber un cuarto fugado inadvertido hasta ahora. Habla con entusiasmo de esa historia y al final añade: «Hay que iluminar estancias del pasado hasta dejar la casa encendida». De acuerdo. En todo caso, intentar escapar es un deber. Quedémonos con eso.