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El capellán asesinado por el franquismo

Diariodemallorca.es, | 6 junio 2012

Mañana se cumplen 75 años del fusilamiento del sacerdote mallorquín Jeroni Alomar Poquet

 

FRANCESC M. ROTGER Mañana se cumplen 75 años del fusilamiento del sacerdote mallorquín Jeroni Alomar Poquet, que fue condenado por los militares tras ser acusado de «rebelión militar» contra el golpe de estado del 18 de julio

Con la crueldad exacta de los ritos siniestros, el crimen se perpetró al amanecer del 7 de junio de 1937, en las tapias del cementerio de Palma. El pelotón de fusilamiento acabó con la vida de Joan Baldú, Martí Ros y Jeroni Alomar Poquet, que habían sido condenados a muerte por un consejo de guerra el 12 de mayo por «delito consumado de rebelión militar» contra el golpe de estado franquista.

La peculiaridad de este asesinato (uno de tantos con cobertura más o menos «legal», en este caso en el bando sublevado) es que la tercera víctima, Jeroni Alomar, era sacerdote. No era habitual que los franquistas, declarados «cruzados» por una carta conjunta de casi todos los obispos españoles, ejecutaran capellanes, aunque sí a una quincena de curas nacionalistas de Euskadi. El caso vasco, no es el único de republicanos católicos, en absoluto, pero sí el más evidente, desconcertaba a todos: al Frente Popular, que identificaba a la Iglesia como aliada de los golpistas, y a la propaganda de Franco, que tenía que contrarrestar la imagen del presidente autonómico Aguirre yendo a misa.

De Jeroni Alomar no pueden documentarse fehacientemente unas convicciones republicanas, ni tampoco nacionalistas, más allá de su uso habitual del catalán; siendo, por cierto, su profesor de mallorquín en el seminario Antoni Maria Alcover. Su biografía, Jeroni Alomar Poquet. El capellà mallorquí afusellat pels feixistes el 1937 (Lleonard Muntaner Editor, 1995), de Nicolau Pons i Llinàs, con prólogo de Gabriel Janer Manila, recoge, en todo caso, su participación en el Sindicato Católico de Son Carrió, en virtud de su interés por mejorar las condiciones de vida de sus vecinos. Nada que no estuviera en sintonía con lo que ya entonces era la doctrina social católica, con el afán de combatir tanto al marxismo como al liberalismo.

No sólo eso. Jeroni Alomar era de buena familia y propietario de tierras. Nació en Llubí, el 8 de julio de 1894. Se ordenó sacerdote el 22 de diciembre de 1917 en Santa Clara de Palma y el 6 de enero siguiente celebró su primera misa en su parroquia natal, estrenando una casulla con un Sant Jeroni bordado. Fue vicario de Son Carrió hasta que en 1922 le destinaron a Llubí, donde tuvo como rector a Llorenç Martorell; con quien, según parece, Alomar no se llevaba demasiado bien. Sin embargo, en Llubí podía cuidar de su madre y de sus posesiones, alternando estas responsabilidades con los sermones, para los que contaba con un talento notable, por diversas parroquias mallorquinas.

Otros quehaceres de mossèn Alomar eran más peregrinos, por así decirlo. Llevado por su curiosidad científica, se descubrió talento de zahorí y localizó decenas de pozos, algo que (entonces y ahora) siempre hace falta en Mallorca. También era radioaficionado, y justamente su emisora se convertiría, años más tarde, iniciada la Guerra, en objeto de la sospecha de que se comunicaba con el enemigo.

Parece que fue la detención, a raíz del golpe de estado, de su hermano único y menor que él, Francesc, presidente del comité local de Muro de Esquerra Republicana Balear, el detonante de la tragedia que culminaría con su muerte. Era ésta una militancia, parece, coyuntural. Antes, según recoge Pons i Llinàs, Francesc Alomar había pasado por el maurismo, la Unión Patriótica de Primo de Rivera y la Unión Monárquica Nacional. Eso sí: los dos hermanos no podían ni verse con la otra gran fuerza política mallorquina, los «verguistas» o seguidores de Joan March, el banquero que financió la sublevación franquista. Tomando Palma como base de operaciones, el sacerdote remueve cielo y tierra para conseguir la liberación de su hermano. Su empecinamiento ocasiona la incomodidad del obispo, Josep Miralles, de tendencia regionalista hasta entonces pero que (como tantos otros) se había plegado a los «salvadores» de la religión. Tampoco le generó demasiadas simpatías entre los triunfadores.

El Diccionari vermell (Moll) de Llorenç Capellà indica que a Alomar «li pegà la dèria d´ajudar els republicans a escapar-se cap a Menorca», entonces todavía no conquistada, y éste es el principal argumento que sirvió de base para la sentencia de muerte. Añádase a ello su emisora de radio y, por lo visto, un carácter orgulloso. A Francesc de Borja Moll, según relata en sus memorias, le contaron que Alomar murió «per beneit, perquè no sabé defensar-se. N´havien detingut un altre de capellà per la mateixa causa que a ell, i no l´afusellaren perquè es sabé defensar».

 

Rencillas políticas

¿Hubo otras razones? Él mismo, poco antes de morir, creía que sí, y lo deja escrito en una carta a su madre: «Comprendo una vez más que todo arranca de esta mala gente verguista de Llubí. Espero confiadamente que Dios les dará su merecido». El testimonio de una vecina, recogido por Nicolau Pons, abunda en lo mismo: «Tot el que va passar a don Jeroni va esser a causa de les envejes del poble. A les ràbies i venjances». En el consejo de guerra, que se celebró en la entonces Escola d´Art i Oficis, asumió la misión imposible de defender al sacerdote su primo Gabriel Alomar i Esteve, luego destacado arquitecto. Alomar, informa Pons, compró la sepultura donde estuvo enterrado el cadáver del sacerdote hasta su traslado al cementerio de Llubí, en 1988.

¿Qué hizo el obispo Miralles para intentar salvar a Alomar? El mismo reo lo escribe a su madre: «El señor Obispo ha telegrafiado al invicto caudillo y Jefe del Estado Generalísimo Franco, hombre justiciero y misericordioso». Obviamente, es una carta pasada por la censura. Pero la fecha es del 14 de mayo. Hubo tiempo de indultar a Alomar y se supone que al dictador tampoco debía interesarle alimentar ataques de los propios católicos, como Bernanos, que después de su estancia mallorquina dio a imprenta la feroz crítica Los grandes cementerios bajo la Luna.

En un artículo publicado en diario de Mallorca (19-10-2007), Nicolau Pons añade que llegó a conocer a dos soldados del pelotón de fusilamiento y que habían disparado al aire, para no matar a un sacerdote. No todos lo hicieron. «Se quitó la sotana porque no quería que se le manchase de sangre» y gritó «Viva Cristo Rey». Fue hace 75 años.

http://www.diariodemallorca.es/part-forana/2012/06/06/capellan-asesinado-franquismo/770872.html