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Retrato del pacto que salvó Bilbao

Deia, 19-06-2012 | 20 junio 2012

Seis gudaris negociaron con los franquistas la rendición de la villa, de la que hoy se cumplen 75 años

 

YURI ÁLVAREZ – Martes, 19 de Junio de 2012

LO único que Aitor Erauzkin sabía de su aita era que había sido gudari. No porque no lo hubiera conocido, sino porque Luis Erauzkin Otazua era un hombre reservado que prefería mantener a su familia al margen de su pasado. Tras su fallecimiento en 1983, Aitor comenzó a tirar de ese hilo de información hasta descubrir que su aita, cincuenta años mayor que él, fue una de las seis personas que el 19 de junio de 1937 negoció la rendición de Bilbao con el militar franquista Rafael García Valiño. De aquella negociación en el hotel Carlton de Bilbao se cumplen hoy 75 años, una fecha en la que Aitor acude a reflexionar, como cada año, a la escultura de la Huella en Artxanda, levantada en homenaje a los gudaris que, como su aita, lucharon por la libertad de Euskadi durante la Guerra Civil.

Su historia, como la de tantos y tantos ciudadanos que lucharon por Euskadi, comienza temprano. A los 25 años Luis Erauzkin ya era comandante del batallón Ibaizabal, perteneciente al Eusko Gudarostea, que llegó a estar compuesto por 665 hombres. El batallón recibió este nombre debido a que la mayoría de los gudaris eran oriundos de las poblaciones cercanas al río Ibaizabal, como el caso de Erauzkin, natural de Bilbao. Relevó al frente del batallón a Iñaki Arana, que perdió la vida el 26 de mayo de 1937 en la batalla de la llamada cota 333, en el monte Ganzabal. Su hijo, Aitor, explica que tuvo constancia de todos estos hechos gracias a diversa documentación manuscrita que encontró en su domicilio. En ella, se detallaban todas las andanzas del batallón Ibaizabal: Durango, Villarreal, Bilbao, Ermua, Elgeta, Gernika… e incluso la llamada cota 333, donde pasó a ser comandante tras el fallecimiento de Iñaki Arana.

Entre los diversos papeles que su aita guardaba en casa también encontró la sentencia del Consejo de Guerra contra los seis gudaris que acordaron la rendición de Bilbao. En ellos, también aparecen los nombres de Eugenio Caminos Anasagasti (capitán del Batallón Itxas Alde), Gabino Artolozaga Unanue (comandante del Batallón Irrintzi), Bitor Erkiaga Alastra (comandante del Batallón Itxas Alde), y Andrés Ordorika Asua (intendente del Batallón Itxas Alde) además del propio Luis Erauzkin, comandante del batallón Ibaizabal. Antes de ser condenados a doce años y un día de prisión, todos ellos jugaron semanas atrás un papel decisivo en la historia de Euskadi y, especialmente, en la de Bilbao.

La mañana del 19 de junio de 1937, las tropas franquistas habían tomado posiciones en Begoña, Indautxu, y a ambos lados del río Nervión, en Atxuri y San Francisco. Según los partes de guerra franquistas, alrededor de 10.000 gudaris se encontraban en ese momento en Bilbao con un armamento que se limitaba a 18.000 proyectiles y 15.000 pistolas. El Gobierno vasco, liderado entonces por el lehendakari Aguirre, entendió que la negociación era la mejor salida para poner fin a la guerra. El principal escollo radicaba en que este planteamiento desobedecía las órdenes de Indalecio Prieto -ministro de Defensa del Gobierno de la República- de reducir Bilbao a cenizas antes que entregársela a las tropas franquistas. Hasta ese momento, la cifra de fallecidos en ambos bandos ascendía a 75.000 en los dos meses y medio que duró la toma de Bilbao, mientras que el número de vizcainos exiliados rondaba los 200.000. El Gobierno vasco abogó finalmente por no destruir toda la industria del territorio y negociar la rendición con las tropas franquistas.

LA NEGOCIACIÓN

Los franquistas toman Bilbao

La contrapartida a esa rendición fueron cinco condiciones irrenunciables que los seis gudaris expusieron en una nota al general franquista García Valiño. La primera era que el ejército marroquí que había ayudado a Franco a ascender a caudillo no pasara por la Villa. El respeto a la vida de la población civil y de los gudaris fue otra de las condiciones, además de respetar las haciendas de todos ellos.

Del mismo modo, exigieron mantener el armamento a los gudaris, un armamento que sería depuesto una vez estuvieran a salvo en los cuarteles.

El general García Valiño aceptó todas y cada una de las condiciones, aunque él también puso las suyas: los batallones de los gudaris debían ser capaces de mantener el orden entre la población civil y tenían que entregar cien ametralladoras pesadas y cincuenta ligeras. A cambio, dio su palabra de cumpliría punto por punto las condiciones y ninguno de los seis gudaris sufriría daño alguno.

El propio Valiño afirmaba lo siguiente poco después de constatar que los gudaris habían cumplido su parte del acuerdo. «Habiéndose verificado dicha entrega hice mi entrada en la ciudad al mando de mis fuerzas dirigiéndome al hotel Carlton donde se encontraba el comandante Aguilar acompañado de los jefes de batallón que habían entregado la ciudad. Se hizo la entrega con todo orden y seriedad y habiendo sido ocupados todos los sitios importantes por todas las fuerzas de mi mando hice que se me presentaran los citados jefes de batallón a los que en vista de la seriedad y el orden y la disciplina con que procedieron no tuve inconveniente en estrechar sus manos como enemigos vencidos noblemente. Del mismo modo, le hice presente que el Generalísimo había dispuesto que todo el que espontáneamente se entregase con armas y que estuviera libre de crímenes y delitos comunes le sería respetada la vida y nada tenían que temer».

A pesar de esta declaración de buena voluntad, las deportaciones y las ejecuciones fueron el destino de muchos vascos. Otros, como los seis gudaris que se encargaron de negociar la ocupación de Bilbao, fueron llevados ante un consejo de guerra y condenados posteriormente a doce años y un día de cárcel acusados de un delito de auxilio a la rebelión. «Esa era una de las cosas que mi padre nunca soportó. No entendía cómo le pudieron condenar por auxilio a la rebelión cuando los rebeldes eran ellos», explica Aitor Erauzkin.

Tras esta sentencia, que fue considerablemente rebajada gracias a la «buena voluntad» de los gudaris, Luis Erauzkin ingresó en la prisión de Larrinaga, donde finalmente solo cumplió una pena de tres años.

Según explica su hijo, fue allí donde un compañero de celda le realizó un retrato a mano el 18 de septiembre de 1937 que su familia guarda como oro en paño, pues es una de las pocas instantáneas de la juventud del gudari que conservan. También fue en prisión donde Luis aprendió inglés, un idioma casi desconocido en Euskadi hace setenta años. «En prisión había un ciudadano inglés que también había sido encarcelado por luchar contra las tropas franquistas. Cuando le conoció, mi aita le enseñó euskera y, a cambio, él le enseñó inglés», explica Aitor, quien reconoce que le gustaría conocer quién fue la persona que retrató a su padre en prisión así como al ciudadano que salió de Larrinaga hablando euskera gracias a las labores didácticas de su aita.

SALIDA DE PRISIÓN

Militancia en el PNV

Tras pasar tres años recluido en prisión, Erauzkin salió en libertad el 5 de julio de 1941. Convencido más que nunca de lo que había hecho, continuó su lucha contra el franquismo al tiempo que siguió vinculado al PNV, partido del que años después acabaría siendo miembro del BBB. Según explica Aitor, a la salida de la cárcel su aita montó un pequeño negocio en una céntrica ferretería en Bilbao. Sin embargo, lo que a simple vista parecía un próspero establecimiento era en realidad uno de los puntos de reuniones secretas del PNV en Bilbao, tal y como atestiguó el expresidente del EBB Xabier Arzalluz, que describía de esta manera la ferretería de Luis Erauzkin en un artículo publicado en DEIA el 9 de julio de 1983, días después de su fallecimiento.

«Era una céntrica ferretería de Bilbao con dos entradas diferentes. Su propietario, un hombre alto, delgado, tieso y sonriente. Entre facturas, letras o créditos aparecía como un hombre que sabe medir los márgenes comerciales, las calidades y los gustos del cliente. Pero en el sótano de la ferretería, una mezcla de txoko y almacén, Luis Erauzkin tenía la sede de su actividad subterránea. Allí participó en tantas sesiones clandestinas del BBB. Allí lloró cuando en la proyección de Los hijos de Gernika se vio a sí mismo desfilar de comandante de gudaris. Allí recibimos la primera visita de Pete Cenarruzabeitia, secretario de Estado de Idaho. Allí, y en su domicilio, se fraguó y planificó el primer Aberri Eguna de Gernika», detallaba Arzalluz en un artículo que la familia de Erauzkin guarda con cariño, especialmente Aitor, que agradece las palabras dedicadas por el exburukide a la memoria de su aita.

Un artículo en el que Arzalluz describía a Luis Erauzkin como una de las personas que salvó Bilbao de la tropas franquistas. «Lejos ya de la guerra y de la cárcel resistió al miedo y a la tentación del descanso y de la vida fácil y sin problemas. Desafió la represión y con su coche llevó y trajo mensajes y personas perseguidas. Sonriente unas veces, altanero y con cara de esfinge otras, llevó su doble vida con la firmeza de quien antepone su causa a cualquier otra consideración. Cargado de hijos nunca dudó en jugarse el todo por el todo por el ideal que llevaba dentro (…) Un héroe anónimo para muchos. Un héroe con rostro y un ejemplo para quienes le veíamos pasar impasible del subsuelo de la resistencia al escaparate de su comercio». Dentro de dos meses Luis Erauzkin cumpliría 100 años.

http://www.deia.com/2012/06/19/politica/euskadi/retrato-del-pacto-que-salvo-bilbao